Daniel regresó a la casa, pero de muy mal humor, a él no le dirigía la palabra ninguna mujer sin su consentimiento- algo que casi no sucedía porque no lo soportaba—le irritaba y en su primer día de clase esa estudiante se había acercado a él y había intentado coquetear frente a él, ¿es que no podía cada uno llevar el papel que le correspondía? Eran estudiantes y a eso deberían dedicarse, únicamente a estudiar o al menos no a conquistar a los profesores, esa simple idea le ponía enfermo, detestaba que alguna chica se le acercara y mucho menos que le dirigiera la palabra, no podía olvidarse de esos acontecimientos y en momentos que se prolongaban las escenas en las que tenía que halarle a una, se ponía enfermo durante ese día entero, era inevitable, pero por suerte, sus conocidos sabían cómo tratarle.
Eran las cuatro de la tarde cuando había llegado, encontró a su hermano en el salón jugando a la consola.—¡Al fin llegas! ¿echamos una partida?—Lo siento, ahora no.—¿Te encuentras bien broth?—Claro, pero luego hablamos ¿sí? —Okay.No iba a insistir, sabía que a su hermano no le gustaba que le insistieran sobre todo cuando no se sentía bien por lo que iba a darle algún tiempo para que se mejorara. Probablemente tenía que ver con alguna chica, era lo único que conseguía ponerlo de mal humor.Daniel subió a su cuarto. Se echó en la cama con la vista puesta en el cielorraso, iba a pensar, pero ¿en qué? No había pasado nada, no había tenido que hablar con ella ni siquiera, pero por qué simplemente el hecho de que ella le hablara le hacía sentirse tan mal ¿Qué le pasaba? Después de darle tantas vueltas a la cabeza, se puso de pie y entró en el baño para darse una ducha. Se dio una ducha fría y regreso a su cuarto después de haberse secado. Una vez cambiado llamaron a la puerta, era Nicolás.—Adelante—le invitó a entrar.Entró este. —Es hora de cenar ¿vienes?—Por supuesto, ahora bajo.—Te he notado algo raro—se acercó a él. —¿sucede algo?—No, estoy bien.—Es por una tía ¿cierto?Daniel lo miró, sí que su hermano lo conocía muy bien.—Pero si te conoces la respuesta—ironizó—Broth, no puedes seguir así, te pone muy mal—parecía preocupado.—Ya—forzó una sonrisa dándole una palmaditas en el hombro—ahora vamos a cenar.Los dos bajaron al salón donde estaba Eduardo esperándolos, miraba el periódico en el sofá,—¿Qué tal la jornada hijo? —se refería a Daniel.—Bien, supongo.—¿Cenamos? —preguntó poniéndose en pie y acercándose a la mesa del comedor—Claro.Se sentaron a la mesa, ya Silvia, la criada, les había preparado la mesa.—¿Qué tal marcha la empresa? —preguntó Daniel mientras comían.—Bien, de hecho, hay nuevos accionistas y por ahora todo va bien, aunque sigo esperando el momento en que decidas unirte a nosotros, todo es por vosotros.—Lo sé, pero la universidad también me necesita.—Sé que eres listo Daniel—colocó la cuchara sobre el plato y entrelazó sus dedos—confió en que podrás sobrellevar las dos cosas, pero el caso es que no quieres, no tienes por qué desperdiciar tu deber como abogado, eso es lo que eres en realidad.—Pero bien que avanzáis sin mí.—Por ahora.—Parece que eres muy imprescindible en la empresa hermano—objeto en tono burlón Nicolás—¿Por qué no te unes a ellos?—¿Podría ser porque no esté interesado? —le siguió la corriente—de todas formas, he estado pensado en ello, pero hay ciertas reglas a las que no sería capaz de cumplir, simplemente porque no les hallo sentido.—¿Qué tipo de reglas son esas? —quiso saber Nicolás.—Cosas de empresas,—les cortó Eduardo—pero cambiaremos de tema si no queremos acabar discutiendo.Después de acabar de cenar se dirigieron al salón. Nicolás se despidió y subió a su cuarto.—A pesar de todo tengo una sorpresa para ti.—Una sorpresa—repitió sin mucho entusiasmo acomodándose en el sofá—¿y de que se trata?—Eduardo cogió uno de los sobres grandes que tenía sobre el escritorio y se lo entregó a Daniel.—Ábrelo. Sé que pensabas hacerlo tú mismo, pero me he tomado la molestia de hacerlo por ti.Daniel miraba a su padre sin entender nada. Abrió el sobre y por fin pareció algo sorprendido.—Vaya, los papeles del departamento.—Sí, tu nuevo hogar.—¿Por qué has hecho eso?—Te has pasado casi todo el tiempo hablando sobre comprarte una casa y me he adelantado, quizás así consigamos que te replantees que es lo que realmente quieres en la vida.—Papá, no iremos a discutir sobre el tema verdad.—No, no. Todo lo contrario, quiero que seas feliz.—Podía haberme pagado el departamento, ya casi tenía todo el dinero reunido.—Sé que siempre consigues lo que te propones, pero eso quería hacerlo por ti, por algo soy tu padre.Daniel lo miró durante un rato, de todas formas, si se iba a vivir solo, su padre no tendría más que tomar decisiones por él.—Gracias papá—se levantó y se dieron un fuerte abrazo.—De nada hijo, es toda tuya cuando quieras y no te olvides que también le perteneces a este lugar.—Eso sería olvidarme de mamá y creo que me vendría bien, sin embargo aquí estaré siempre.—Bien visto—le sonrió—ahora tengo que irme a descansar, hoy ha sido un día bastante largo.—Buenas noches papá.Su padre se fue a su cuarto y él se quedó en el salón, tenía ya los papeles de su nuevo hogar, ahora solo dependería de sí mismo y tomaría sus propias decisiones.Había transcurrido ya un mes desde que había comenzado a impartir clases en la universidad y no le iba nada mal salvo que tenía que enfrentarse a sus estudiantes que estaban locas por él, lo ponían mal, pero se estaban dando cuenta que era un caso perdido, él no las hacía caso, hacia únicamente su trabado y conseguía evitar estar estresado—aunque a veces—. Durante todo ese tiempo, estaba amueblando su nuevo hogar con la ayuda de su adorado hermano, el único que podía entenderlo y que le hacía hallar un sentido a su vida, se querían más que a nada y se apoyaban el uno al otro, pero luego viene el, pero…Su vida no era nada fácil y era demasiado rara, le sucedían cosas que no creía que le sucedieran a los demás; se sentía raro y tremendamente extraño, se sentía alguien sacado de otro planeta como si se hubieran equivocado de planeta. ¿Por qué era diferente a los demás? ¿Por qué no podía ser como otra gente? ¿Era eso acaso mucho pedir? Se sentía impotente, no podía cambiar lo
Daniel se dirigía a su departamento después de haber acompañado a su padre y su hermano a la casa, llovía, pero eso no le importaba, era su primer día en su nuevo departamento y debía estar allí. La lluvia caía en una buena cantidad sobre el cristal de su auto y aunque no podía ver con mucha claridad el camino a pesar del funcionamiento del parabrisas, sabía dónde se dirigía.Se encontraba ya a pocos kilómetros de su departamento cuando de pronto creó ver una figura en uno de los bancos que se encontraban junto a la gasolinera, estuvo a punto de pasar de largo, pero luego decidió regresar a ver de qué se trataba. Aparcó justo en frente de donde se encontraba la persona; al fin podía distinguirlo, pero estaba oscuro y no podía saber quién era. Rápidamente salió del coche y se acercó para saber que le pasaba, pero para su sorpresa de trataba de ¡una joven! Lo que faltaba, no quería estar en contacto con ninguna chica, pero tampoco podía dejarla allí, no se movía; pasó s
Sídney se despertó sobresaltada, se observó a sí misma y miró alrededor donde se encontraba entonces se acordó de todo lo que había sucedido la noche anterior y se sintió avergonzada; miró el reloj que se encontraba en la cabecera y eran las ¡nueve! De la mañana, debía regresar a su casa, su madre estaría muy preocupada por no decir nada de su falso padre. Salió de la cama y se avergonzó aún más cuando se dio cuenta de que solo llevaba puesto la toalla, fue al baño a por su ropa, pero no la encontró, se acordó que el profe le había traído ropa suya así que regreso a la habitación por ella, las encontró sobre el perchero y se las puso; un pantalón chándal y un jersey enorme para ella, pero no le quedaban nada mal, no, para nada, solo parecía a una ¡vaca gorda! Se miró al espejo y se rindió, no le quedaba otra opción. Se peinó el pelo con sus dedos e hizo una cola mal hecha con algunos mechones sueltos.Salió del cuarto y se dirigió al salón donde encontró a Daniel de espald
Al día siguiente como de costumbre, Daniel se duchó, se preparó y subió a su auto dirigiéndose a la universidad. Cuando entró en la sala colocó sobre la mesa su maletín y comenzó con la clase hablando sobre lo último que impartió. De repente sin siquiera esperárselo, sus ojos se dirigieron hasta donde estaba Sídney y de repente todos los recuerdo regresaron a su memoria y sin darse cuenta se detuvo y estuvo observándola, tenía la mirada sobre su cuaderno, posiblemente escribiendo algo hasta que de pronto ella levantó la mirada y sus miradas se cruzaron, ella se asustó, nunca antes se había fijado él en ella ni en nadie, la estaba dejando en evidencia. Por suerte Daniel volvió en sí y continúo con la clase. Sídney se había alterado un poco, pero se sintió aliviada cuando él dejó de mirarla hasta que acabaron las clases. Pero lo que le pareció raro es que desde ese día no volvió a repetirse lo mismo, o sea, volvía a ser el mismo profesor frio y distante quien ni se acercaba ni
No entendía cómo había podido suceder, pero se encontraba en frente del hospital; no tenía a nadie hospitalizado y no se encontraba enfermo, pero allí estaba dispuesto a entrar. Quería subir a su auto y regresar a su casa, pero no podía, había algo que lo atraía hacia ese lugar que era difícil de describir ¿Por qué últimamente le sucedían cosas raras? Después de pensárselo durante un buen rato, decidió atravesar la puerta principal de dicho hospital, no sabía qué era concretamente lo que buscaba, pero seguía caminando mientras buscaba con la mirada algo que lo llamara la atención. Atravesó algunos pasillos hasta dar con un cuarto y vio algo que lo llamaba mucho la atención; a través de la pared de cristal podía ve a un señor enfermo acompañado de su esposa que estaba muy preocupada, parecían muy necesitados. Se conmovió y quiso ayudarlos, no entendía el por qué, pero habían sido los únicos que lo habían llamado la atención.Despacio entró en la habitación y las miradas de e
Ya, estaba decidido; no volvería a regresar a la universidad a no ser que quisiera volver a saber de ella, pero eso no iba a suceder, iba a estar lo más lejos posible de ella y si eso implicaba que tenía que unirse a su padre en la empresa, lo haría.Se encontraba en su departamento haciendo los últimos retoques de lo que le quedaba pendiente sobre la universidad, tenía que dejar todo en orden. De repente se estaba abriendo la puerta y Nicolás era el único que tenía la copia de la llave de la casa. Se abrió la puerta y allí entraba él, sonrió al ver que encontraba a su hermano y se acercó a la mesa donde se encontraba trabajando con el ordenador.—Hola broth—abrió la nevera y destapó un refresco volviendo a cerrar la nevera.—¿A qué se debe tu inesperada visita?—Sé que estas ocupado, pero necesito un libro para un trabajo de clase, ya sabes, hay que estudiar.—¿Seguro hermanito?—Claro, ¿por qué iba a pedírtelo si no?—Eso me pregunto, dado que no
El día amaneció interesante, la luz penetraba a través de su ventana. Tenía todo el tiempo que quisiera para seguir acostado, solo eran las ocho y media de la mañana de un sábado; pero las voces que escuchó que salían de abajo le hicieron levantarse y bajar a la cocina de donde procedían con solo su pantalón de pijama y un sin mangas blanco. Tenía suerte de no tropezar por las escaleras porque todavía seguía somnoliento y no paraba de frotarse los ojos, se paralizó sorprendido al encontrarse a su padre y a Daniel que se estaban dando la mano.—No, no, no—dijo frustrado acercándose a ellos—la última vez que estuvisteis de acuerdo me quedé sin niñera.—Porque no lo necesitabas—dijo Daniel tranquilamente. —Hola a ti también hermanito.—Solo tenía nueve años, cualquiera a esa edad lo necesitaría.—Pero aquí estamos y eres un hombre ya.—De acuerdo, ¿y esa vez que es? —dijo cruzándose de brazos.—Se va de viaje—concluyó su padre que parecía más satisfecho.
Ella accedió sin hacer preguntas, curiosamente confiaba en él y no entendía el por qué. Giraron unas cuantas calles hasta que él aparcó frente a un local. Bajaron del coche y entraron. Una vez dentro sonrió Sídney, se trataba de un lugar de juegos.—Apuesto a que no me ganas en una competición de baile. —la retó él mientras subía a la pista.—Yo no bailo.—Entonces déjame ganarte sin esfuerzo, venga, atrévete. —le ofreció su mano.—De acuerdo—se rindió.Depositó sus cosas sobre una silla y tomó su mano mientras era arrastrada hacia la pista.—¿Lista?—Cuando quieras.Nicolás puso la máquina en marcha y cuando comenzó a sonar la música, sus piernas comenzaron a moverse según les indicaban las luces de la pista. Sídney se partía de risa por su manera original de moverse, aunque ella tampoco lo hacía nada mal, al final de la primera ronda había un ganador.—No puede ser, ¡me has ganado! —se quejaba él.—Puesto que me dejas ganar…