En realidad era especial, todos lo consideraban así, tanto su familia como todos los que habían tenido la oportunidad de conocerlo; no hacía falta formar parte de su vida para darse cuenta de lo diferente que era en comparación con los demás, todos lo creían excepto…él, el chico indiferente, incapaz de amar e incapaz de abrirle el corazón a alguien, el chico que evitaba tener algún tipo de contacto o conversación con alguna mujer, no es que no quisiera, era su naturaleza y se sabe que no es nada fácil alterar lo natural y a veces es incluso imposible.
Hoy comenzaría de nuevo con su trabajo, era especialista en criminología y había conseguido otro puesto en la facultad de derecho. Después de haberse cambiado y recogido sus cosas, entró en su auto a esperar. Minutos más tarde llegó Nicolás a toda prisa y se sentó en el asiento del copiloto. —¿Te he hecho esperar mucho? —preguntó este con una sonrisa.—Todavía tenemos tiempo.Puso el auto en marcha y primero lo dejó en su escuela.—¿Vengo a recogerte?—No es necesario, es primer día de clase por lo que he de hacer amigos.—De acuerdo, estudia mucho.Literalmente cuando dices algo para animarle al otro, has de sonreír.—Ya lo has dicho—fingió una sonrisa y después—baja de mi coche.—Damas y caballeros, este es mi hermano divertido—Daniel puso los ojos en blanco, su hermano sonrió divertido y salió del coche cerrando tras si la puerta.A toda velocidad, Daniel se dirigió a la universidad, era lunes y tenía que impartir en la primera hora; iba a tener nuevos estudiantes de segundo año en Márquetin.***********
Sídney, la chica guapa, inteligente, simpática cuando podía, pero también era la chica rara con problemas que nadie más que ella sabía que tenía. Se había separado con la única amiga que había tenido el año pasado cuando ésta había sido matriculada por sus padres adinerados en una de las mejores universidades del país, desde ese tiempo hasta ahora no le había sido fácil confiar en otra persona, aunque en realidad no tenía a nadie más y muy pocas veces podían comunicarse por medio de móviles. Últimamente estaba más rara de lo acostumbrado según sus compañeros, se veía triste y preocupada, por lo visto sus problemas no acababan nunca.Iba a comenzar su segundo año de Márquetin. Después de haberse dado una ducha, se puso unos vaqueros, una camiseta azul y unas zapatillas blancas, se peinó y salió de la casa, sabía que su madre no se encontraba en casa, era enfermera y estaba de guardia, pero… ¿y su padre? Probablemente en un lugar no adecuado como siempre.
Llegó en la universidad y entró en la sala, se sentó en la antepenúltima fila, había demasiados estudiantes por lo que procuraría pasar desapercibida. Su móvil vibró y lo abrió, era su madre, le había escrito, estaba preocupada porque estaba llegando en la casa y no encontraba a su padre por ningún lado; ella suspiró, no le extrañaba para nada.
—Allí llega el nuevo profesor—oyó que decía una que se sentaba al otro lado de ella.—¡Dios, de donde han sacado ese bombón!Instintivamente ella miró hacia la pizarra donde miraban ellas y por primera vez sintió que tenían razón, en verdad era perfecto. Todas las miradas estaban sobre él, parecía sacado de una revista o mejor aún, parecía el príncipe de los príncipes azules en persona; sus compañeras no paraban de cuchichear mientras lo miraban embobadas, se lo comían con los ojos, pero él parecía no darse cuenta o mejor no querer darse cuenta. A parte de ser perfecto y que pareciera amable, era bastante serio.Sídney apartó la vista de él, le molestaba que se sintiera atraída por él o es lo que pensaba, nunca antes le había pasado algo así. No tenía tiempo de tener amores platónicos después de todo lo que le pasaba, por lo que esta no iba ser una excepción.
El nuevo profesor se estaba presentando, se llamaba Daniel Smith y…tenía una voz encantadora y convincente, eso se pudo notar cuando comenzó con la clase y se ponía explicar, todos estaban atentos y no parecía haber abusadores en la sala, parecían hipnotizados y nadie decía ni hacia ruido, resultaba bastante raro.
Acabaron sus clases y aunque habían pasado dos horas, a todos les hubiera encantado que continuara, pero tenía que marcharse.
—Creo que te han adelantado—de nuevo oyó que hablaban.—¿Será Cerda?No pudo evitar a mirar a lo que se referían, mientras el nuevo profesor estaba recogiendo sus cosas para marcharse, la tal Ailin se encontraba delante de él ¿coqueteando? Vaya, no había perdido su tiempo la pelirrubia.A pesar de ser bonita, para sorpresa de los pocos que miraban la escena, el profe no la hacía caso, pero una vez que decidió mirarla, le fulmino con la mirada ¿se había enojado? Ni la misma Ailin podía creerse lo que pasaba, resultaba ser intimidante. Lentamente se alejó de él con una sonrisa avergonzada y regresó a su asiento donde sus amigas se reían de ella. Daniel se había marchado, y a Sofía le pareció raro lo que había visto, ¿será verdad que ese tipo había salido de un cuento de hadas y no sabía cómo se les trataba a las princesas modernas? O quizás era un extraterrestre que procuraba llevarse bien con los humanos, si era así pues no lo estaba consiguiendo. De nuevo Sídney tuvo que apartar esos pensamientos de ella, seguramente todo tenía un motivo y de lo único que tenía que tratar ella era de buscar arreglar su propio mundo que sí era una pesadilla total.
Daniel regresó a la casa, pero de muy mal humor, a él no le dirigía la palabra ninguna mujer sin su consentimiento- algo que casi no sucedía porque no lo soportaba—le irritaba y en su primer día de clase esa estudiante se había acercado a él y había intentado coquetear frente a él, ¿es que no podía cada uno llevar el papel que le correspondía? Eran estudiantes y a eso deberían dedicarse, únicamente a estudiar o al menos no a conquistar a los profesores, esa simple idea le ponía enfermo, detestaba que alguna chica se le acercara y mucho menos que le dirigiera la palabra, no podía olvidarse de esos acontecimientos y en momentos que se prolongaban las escenas en las que tenía que halarle a una, se ponía enfermo durante ese día entero, era inevitable, pero por suerte, sus conocidos sabían cómo tratarle.Eran las cuatro de la tarde cuando había llegado, encontró a su hermano en el salón jugando a la consola.—¡Al fin llegas! ¿echamos una partida?—Lo siento, ahora no.
Había transcurrido ya un mes desde que había comenzado a impartir clases en la universidad y no le iba nada mal salvo que tenía que enfrentarse a sus estudiantes que estaban locas por él, lo ponían mal, pero se estaban dando cuenta que era un caso perdido, él no las hacía caso, hacia únicamente su trabado y conseguía evitar estar estresado—aunque a veces—. Durante todo ese tiempo, estaba amueblando su nuevo hogar con la ayuda de su adorado hermano, el único que podía entenderlo y que le hacía hallar un sentido a su vida, se querían más que a nada y se apoyaban el uno al otro, pero luego viene el, pero…Su vida no era nada fácil y era demasiado rara, le sucedían cosas que no creía que le sucedieran a los demás; se sentía raro y tremendamente extraño, se sentía alguien sacado de otro planeta como si se hubieran equivocado de planeta. ¿Por qué era diferente a los demás? ¿Por qué no podía ser como otra gente? ¿Era eso acaso mucho pedir? Se sentía impotente, no podía cambiar lo
Daniel se dirigía a su departamento después de haber acompañado a su padre y su hermano a la casa, llovía, pero eso no le importaba, era su primer día en su nuevo departamento y debía estar allí. La lluvia caía en una buena cantidad sobre el cristal de su auto y aunque no podía ver con mucha claridad el camino a pesar del funcionamiento del parabrisas, sabía dónde se dirigía.Se encontraba ya a pocos kilómetros de su departamento cuando de pronto creó ver una figura en uno de los bancos que se encontraban junto a la gasolinera, estuvo a punto de pasar de largo, pero luego decidió regresar a ver de qué se trataba. Aparcó justo en frente de donde se encontraba la persona; al fin podía distinguirlo, pero estaba oscuro y no podía saber quién era. Rápidamente salió del coche y se acercó para saber que le pasaba, pero para su sorpresa de trataba de ¡una joven! Lo que faltaba, no quería estar en contacto con ninguna chica, pero tampoco podía dejarla allí, no se movía; pasó s
Sídney se despertó sobresaltada, se observó a sí misma y miró alrededor donde se encontraba entonces se acordó de todo lo que había sucedido la noche anterior y se sintió avergonzada; miró el reloj que se encontraba en la cabecera y eran las ¡nueve! De la mañana, debía regresar a su casa, su madre estaría muy preocupada por no decir nada de su falso padre. Salió de la cama y se avergonzó aún más cuando se dio cuenta de que solo llevaba puesto la toalla, fue al baño a por su ropa, pero no la encontró, se acordó que el profe le había traído ropa suya así que regreso a la habitación por ella, las encontró sobre el perchero y se las puso; un pantalón chándal y un jersey enorme para ella, pero no le quedaban nada mal, no, para nada, solo parecía a una ¡vaca gorda! Se miró al espejo y se rindió, no le quedaba otra opción. Se peinó el pelo con sus dedos e hizo una cola mal hecha con algunos mechones sueltos.Salió del cuarto y se dirigió al salón donde encontró a Daniel de espald
Al día siguiente como de costumbre, Daniel se duchó, se preparó y subió a su auto dirigiéndose a la universidad. Cuando entró en la sala colocó sobre la mesa su maletín y comenzó con la clase hablando sobre lo último que impartió. De repente sin siquiera esperárselo, sus ojos se dirigieron hasta donde estaba Sídney y de repente todos los recuerdo regresaron a su memoria y sin darse cuenta se detuvo y estuvo observándola, tenía la mirada sobre su cuaderno, posiblemente escribiendo algo hasta que de pronto ella levantó la mirada y sus miradas se cruzaron, ella se asustó, nunca antes se había fijado él en ella ni en nadie, la estaba dejando en evidencia. Por suerte Daniel volvió en sí y continúo con la clase. Sídney se había alterado un poco, pero se sintió aliviada cuando él dejó de mirarla hasta que acabaron las clases. Pero lo que le pareció raro es que desde ese día no volvió a repetirse lo mismo, o sea, volvía a ser el mismo profesor frio y distante quien ni se acercaba ni
No entendía cómo había podido suceder, pero se encontraba en frente del hospital; no tenía a nadie hospitalizado y no se encontraba enfermo, pero allí estaba dispuesto a entrar. Quería subir a su auto y regresar a su casa, pero no podía, había algo que lo atraía hacia ese lugar que era difícil de describir ¿Por qué últimamente le sucedían cosas raras? Después de pensárselo durante un buen rato, decidió atravesar la puerta principal de dicho hospital, no sabía qué era concretamente lo que buscaba, pero seguía caminando mientras buscaba con la mirada algo que lo llamara la atención. Atravesó algunos pasillos hasta dar con un cuarto y vio algo que lo llamaba mucho la atención; a través de la pared de cristal podía ve a un señor enfermo acompañado de su esposa que estaba muy preocupada, parecían muy necesitados. Se conmovió y quiso ayudarlos, no entendía el por qué, pero habían sido los únicos que lo habían llamado la atención.Despacio entró en la habitación y las miradas de e
Ya, estaba decidido; no volvería a regresar a la universidad a no ser que quisiera volver a saber de ella, pero eso no iba a suceder, iba a estar lo más lejos posible de ella y si eso implicaba que tenía que unirse a su padre en la empresa, lo haría.Se encontraba en su departamento haciendo los últimos retoques de lo que le quedaba pendiente sobre la universidad, tenía que dejar todo en orden. De repente se estaba abriendo la puerta y Nicolás era el único que tenía la copia de la llave de la casa. Se abrió la puerta y allí entraba él, sonrió al ver que encontraba a su hermano y se acercó a la mesa donde se encontraba trabajando con el ordenador.—Hola broth—abrió la nevera y destapó un refresco volviendo a cerrar la nevera.—¿A qué se debe tu inesperada visita?—Sé que estas ocupado, pero necesito un libro para un trabajo de clase, ya sabes, hay que estudiar.—¿Seguro hermanito?—Claro, ¿por qué iba a pedírtelo si no?—Eso me pregunto, dado que no
El día amaneció interesante, la luz penetraba a través de su ventana. Tenía todo el tiempo que quisiera para seguir acostado, solo eran las ocho y media de la mañana de un sábado; pero las voces que escuchó que salían de abajo le hicieron levantarse y bajar a la cocina de donde procedían con solo su pantalón de pijama y un sin mangas blanco. Tenía suerte de no tropezar por las escaleras porque todavía seguía somnoliento y no paraba de frotarse los ojos, se paralizó sorprendido al encontrarse a su padre y a Daniel que se estaban dando la mano.—No, no, no—dijo frustrado acercándose a ellos—la última vez que estuvisteis de acuerdo me quedé sin niñera.—Porque no lo necesitabas—dijo Daniel tranquilamente. —Hola a ti también hermanito.—Solo tenía nueve años, cualquiera a esa edad lo necesitaría.—Pero aquí estamos y eres un hombre ya.—De acuerdo, ¿y esa vez que es? —dijo cruzándose de brazos.—Se va de viaje—concluyó su padre que parecía más satisfecho.