Al día siguiente como de costumbre, Daniel se duchó, se preparó y subió a su auto dirigiéndose a la universidad. Cuando entró en la sala colocó sobre la mesa su maletín y comenzó con la clase hablando sobre lo último que impartió. De repente sin siquiera esperárselo, sus ojos se dirigieron hasta donde estaba Sídney y de repente todos los recuerdo regresaron a su memoria y sin darse cuenta se detuvo y estuvo observándola, tenía la mirada sobre su cuaderno, posiblemente escribiendo algo hasta que de pronto ella levantó la mirada y sus miradas se cruzaron, ella se asustó, nunca antes se había fijado él en ella ni en nadie, la estaba dejando en evidencia.
Por suerte Daniel volvió en sí y continúo con la clase. Sídney se había alterado un poco, pero se sintió aliviada cuando él dejó de mirarla hasta que acabaron las clases. Pero lo que le pareció raro es que desde ese día no volvió a repetirse lo mismo, o sea, volvía a ser el mismo profesor frio y distante quien ni se acercaba ni dejaba que se acercaran a él y de quien todas las alumnas se huían a pesar de estar locas por él. Habían pasado dos semanas y todo parecía ir normal; lo bueno de todo era que se llevaba bien con sus padres con quienes había dejado de pelearse, especialmente con su padre quien había dejado de beber y si lo hacía, al menos no lo hacía notar hasta que un día todo cambio de una forma totalmente inesperada.
Después de las clases, Sídney había llegado en la casa y se disponía a entrar en su cuarto teniendo por entendido que sus padres no estarían en casa, pero de repente se encontró con su padre tendido en el suelo, fue corriendo hacia él. Tocó su pulso, seguía respirando, pero estaba inconsciente, sacó su móvil de la bolsa y llamó a urgencias. En una hora se encontraban ya en el hospital, precisamente allí trabajaba su madre de enfermera. Estaban muy preocupadas esperando los resultados de los análisis. Roberto estaba ya despierto y estaba intentando hacerles ver que no era tan grave, que solo había sido un desmayo. Llegó el doctor que lo atendía y no parecía que trajera buenas noticias. Informó que él tenía daños en los riñones debido al excesivo consumo del alcohol, que era grave pero que se podía curar con una operación. A Carla se le desplomó el corazón por la noticia, iba a regañarlo, pero por no haberles hecho caso durante todos esos años, pero no era el lugar ni el momento. No tenían suficiente dinero para pagar una operación de riñones mucho menos. Sídney se ofreció a buscar un trabajo para poder pagar la operación de su padre y no hizo caso al desacuerdo de sus padres, estaba decidida a hacerlo con o sin su consentimiento. Al día siguiente no apareció en clase y Daniel se percató de su ausencia. Después de las clases decidió ir a la casa de su padre. Una vez llegado saludó a la criada de unos cincuenta años de edad que trabajaba en la casa y quien le dijo que su padre no se encontraba en la casa sino solo Nicolás. Subió al cuarto de este y abrió la puerta, Nicolás estaba escribiendo sobre un cuaderno.—Por favor, no me digas que es el diario—dijo poniendo una mueca de desaprobación.—Pero si estás aquí y no te has molestado en tocar—ironizó guardando su diario y levantándose para saludar a su hermano. —llevas un buen tiempo sin pasar por aquí.—Lo sé, es una larga historia y quería hablar con papa.—Qué sorpresa, nunca quieres hablar con él.—Pues resulta que ahora quiero. Quiero hablarle de la empresa.—¿Y qué pasa con la universidad? —Estoy pensando en dejarlo.—Pero ¿Por qué? La universidad es tu vida.—Quiero alejarme de ella por un momento.—Espera, cuando dices “ella” ¿te refieres a la universidad o a una tipa?—¿ Y eso a que viene? —estaba sorprendido de lo bien que lo conocía.—Que apenas estas acabando el primer semestre y ya estás pensando en abandonar la universidad.Daniel se sentó sobre la silla al revés, apoyándose sobre el apoyo de esta con sus brazos, tenía la mirada hacia el vacío. Nicolás se sentó sobre la cama para escucharlo con atención, parecía que algo lo preocupaba.—No logro entender qué es lo que la diferencia de las demás, es como mi peor pesadilla. No consigo quitarla de mi cabeza por mucho que lo intente. Lo más raro de todo es que la lleve a mi casa, incluso la toque, creía que estaba haciendo lo correcto, pero cuando me separé de ella, todo lo que tuve que haber sentido en el momento en que la atendía apareció de repente.Volvió en sí y miró a su hermano, no le sorprendió que estuviera atónito, le sonrió y se puso en pie.—No sé por qué te estoy contando esto.—Quiero conocerla. —soltó de pronto Nicolás.Daniel se volvió y lo miró sorprendido.—¿Qué?—No creo que te moleste ¿o sí?—Estas flipando.—No, es en serio. Es una señal y se me está ocurriendo alguna idea.—Nada de ideas, olvídate de ello. No vas a conocerla y de hecho trabajaré en la empresa.Dicho eso, salió del cuarto. Nicolás suspiró y de pronto saltó de alegría, iba a pensar en algo para poder saber de ella. Que su hermano haya hecho todo eso que le había contado era un gran paso y si esa era la oportunidad de que pudiera sentir algo por una mujer, debería aprovecharlo. ***********Ya estaba resuelto que tenía que conseguir algún trabajo para conseguir dinero y poder pagar por la operación de su padre, pero sobre todo tenía que seguir estudiando, había faltado un día a clase y a consecuencia había perdido un examen, no podía dejarlo pasar, tenía que hablar con el profesor para pedirle que le hiciera el examen si no quería suspender aquella materia. Había salido del hospital la noche anterior para poder descansar y llegar a la universidad a tiempo. Se había puesto una blusa y una falda de cintura alta con unas zapatillas. Daniel estaba entrando en la sala y se le aceleró el pulso, parecía que había pasado un siglo sin verlo, no había pensado en cómo hablaría con él sobre el examen. Las clases acabaron y sin perder el tiempo, ella recogió sus cosas y salió corriendo fuera hasta encontrarlo en el aparcamiento abriendo la puerta de su coche.—Profe—lo llamó cuando estuvo cerca. Él la miró y parecía sorprendido.—Eres…—¿será que también se había olvidado de su nombre?—Sídney. Perdone que lo moleste, el caso es que ayer no vine a clase y me perdí el examen y me preguntaba si podía hacerme otro, no sé, quizás más difícil o con ejercicios extras, lo que sea. Solo quiero examinar.—Ayer no me informaron sobre ninguna posible falta de parte de ningún estudiante.—Es cierto, pero es que el problema se me presento en un mal momento y no tuve tiempo de comunicarlo. —Daniel seguía sin mostrar ningún signo de convicción y ella tenía que convencerlo, suspiró—se trata de mi padre, está hospitalizado y tienen que operarlo.Daniel empezaba a mostrarse preocupado, la observó por unos segundos, de nuevo estaba hablando con ella sin problemas.—Supongo que ahora no estarás concentrada para estudiar, espero que se mejore pronto tu padre y cuando lo haga avísame, te haré el examen.Sídney parecía sorprendida por la respuesta, la verdad era que no se lo esperaba, tan duro que se mostraba, pero en el fondo tenía un gran corazón que estaba lleno de ciertos sentimientos. Daniel no esperó a que le dijera nada más, mucho menos que le agradeciera, subió a su auto y lo puso en marcha saliendo así del aparcamiento. Sídney lo observó marcharse y de pronto se le formó una sonrisa, regresaría de nuevo al hospital y conseguiría el trabajo.No entendía cómo había podido suceder, pero se encontraba en frente del hospital; no tenía a nadie hospitalizado y no se encontraba enfermo, pero allí estaba dispuesto a entrar. Quería subir a su auto y regresar a su casa, pero no podía, había algo que lo atraía hacia ese lugar que era difícil de describir ¿Por qué últimamente le sucedían cosas raras? Después de pensárselo durante un buen rato, decidió atravesar la puerta principal de dicho hospital, no sabía qué era concretamente lo que buscaba, pero seguía caminando mientras buscaba con la mirada algo que lo llamara la atención. Atravesó algunos pasillos hasta dar con un cuarto y vio algo que lo llamaba mucho la atención; a través de la pared de cristal podía ve a un señor enfermo acompañado de su esposa que estaba muy preocupada, parecían muy necesitados. Se conmovió y quiso ayudarlos, no entendía el por qué, pero habían sido los únicos que lo habían llamado la atención.Despacio entró en la habitación y las miradas de e
Ya, estaba decidido; no volvería a regresar a la universidad a no ser que quisiera volver a saber de ella, pero eso no iba a suceder, iba a estar lo más lejos posible de ella y si eso implicaba que tenía que unirse a su padre en la empresa, lo haría.Se encontraba en su departamento haciendo los últimos retoques de lo que le quedaba pendiente sobre la universidad, tenía que dejar todo en orden. De repente se estaba abriendo la puerta y Nicolás era el único que tenía la copia de la llave de la casa. Se abrió la puerta y allí entraba él, sonrió al ver que encontraba a su hermano y se acercó a la mesa donde se encontraba trabajando con el ordenador.—Hola broth—abrió la nevera y destapó un refresco volviendo a cerrar la nevera.—¿A qué se debe tu inesperada visita?—Sé que estas ocupado, pero necesito un libro para un trabajo de clase, ya sabes, hay que estudiar.—¿Seguro hermanito?—Claro, ¿por qué iba a pedírtelo si no?—Eso me pregunto, dado que no
El día amaneció interesante, la luz penetraba a través de su ventana. Tenía todo el tiempo que quisiera para seguir acostado, solo eran las ocho y media de la mañana de un sábado; pero las voces que escuchó que salían de abajo le hicieron levantarse y bajar a la cocina de donde procedían con solo su pantalón de pijama y un sin mangas blanco. Tenía suerte de no tropezar por las escaleras porque todavía seguía somnoliento y no paraba de frotarse los ojos, se paralizó sorprendido al encontrarse a su padre y a Daniel que se estaban dando la mano.—No, no, no—dijo frustrado acercándose a ellos—la última vez que estuvisteis de acuerdo me quedé sin niñera.—Porque no lo necesitabas—dijo Daniel tranquilamente. —Hola a ti también hermanito.—Solo tenía nueve años, cualquiera a esa edad lo necesitaría.—Pero aquí estamos y eres un hombre ya.—De acuerdo, ¿y esa vez que es? —dijo cruzándose de brazos.—Se va de viaje—concluyó su padre que parecía más satisfecho.
Ella accedió sin hacer preguntas, curiosamente confiaba en él y no entendía el por qué. Giraron unas cuantas calles hasta que él aparcó frente a un local. Bajaron del coche y entraron. Una vez dentro sonrió Sídney, se trataba de un lugar de juegos.—Apuesto a que no me ganas en una competición de baile. —la retó él mientras subía a la pista.—Yo no bailo.—Entonces déjame ganarte sin esfuerzo, venga, atrévete. —le ofreció su mano.—De acuerdo—se rindió.Depositó sus cosas sobre una silla y tomó su mano mientras era arrastrada hacia la pista.—¿Lista?—Cuando quieras.Nicolás puso la máquina en marcha y cuando comenzó a sonar la música, sus piernas comenzaron a moverse según les indicaban las luces de la pista. Sídney se partía de risa por su manera original de moverse, aunque ella tampoco lo hacía nada mal, al final de la primera ronda había un ganador.—No puede ser, ¡me has ganado! —se quejaba él.—Puesto que me dejas ganar…
Un mes, solo un mes menos de lo que debía haber pasado en la otra punta del país y había regresado; por vez primera en su vida no había sido capaz de mantener su palabra. Había regresado a su ciudad muy antes de lo previsto y no se había atrevido comunicarlo a su hermano, lo había fallado después de ser su héroe durante tanto tiempo. Había intentado cumplir su promesa, pero no lo había conseguido, no podía permitirse por más que lo intentara, confiar en ninguna mujer. Todas parecían tener segundas intenciones y no podía arriesgarse a fiarse. En tan solo cuatro semanas las había conocido en todas sus facetas y había afirmado que no estaba destinado a estar con ninguna de ellas. Lo había intentado por Nicolás, pero aun así no lo había logrado y se sentía fracasado. Ya fuera del aeropuerto en pie con su maleta en mano, miraba la calle
Daniel no pudo descansar lo suficiente en la noche, había muchas cosas que no paraban de darle vueltas por la cabeza y tenían que ver con Sídney y Nico, hasta ahora no entendía que ellos dos se dieran y sobre todo porque había hecho un trato con su hermano.Se dio una ducha tranquila, se cambió y se tomó una taza de café caliente. Su padre y su hermano hasta ahora no sabían que había regresado y tenía que hacerles una visita.Le preocupaba que su padre se diera cuenta de que de nada había servido su viaje, el cual se suponía que sería de tres meses como mínimo, pero solo había podido aguantar un mes, el cual le había servido para deducir que, aunque alguna chica se mostraba buena y simpática, en el fondo podía llegar a ser cualquier cosa, en síntesis, eran difíciles de fiar y eso se lo había hecho ver su madre. Todas le recordaban a ella y aunque quisiera evitarlo, no lo conseguía, aunque con Sídney era todo distinto y eso le asustaba porque no sabía casi nada de ell
Era la primera vez que lo veía así, parecía preocupado ¿al final había algo que lo hacía preocuparse? No creía que hubiera algo capaz de conseguirlo, pero como fuera, no quería verlo así, haría lo que fuera por volver a verlo alegre como siempre. Depositó la cafetera sobre la mesa y se sentó frente a él.—¿Vas a contarme lo que te sucede?Nicolás la observó durante un momento con la mirada perdida como si pensara en qué decirla. Se había pasado el día entero pensando en si debía confesarle a Sídney quién era en realidad y había decido que era lo mejor si quería conseguir algo de ella.—Sé que nunca me has visto así, pero créeme, estoy bien y aunque no lo estuviera, no me gustaría meterte en mis problemas.—Te recuerdo que tú te metiste primero en
Se encontraban en la tienda probando vestidos para la reunión, Nicolás había conseguido convencerla que tenía que tener vestido para la ocasión y estaban allí un buen rato intentando encontrar el vestido perfecto.—¿Qué tal tu nueva novia? — preguntó Sídney desde el vestido mientras se probaba el cuarto vestido.—Muy bien, estamos progresando, pero no quiero agobiarte con nuestras historias.—¿Por qué no? ¿Acaso sigue celosa de mí?—Le prometí que pasaría más tiempo con ella y no puedo hablarle de lo que pasa con mi hermano.—Ah, lo siento. Ella salió del vestidor con un vestido precioso, largo, de un azul marino y muy bien ajustado. Nicolás la vio y se quedó boquiabierto.—Wau, este especialmente ha sido diseñado para ti. — ella sonrió y de repente se le borró la sonrisa.—Tengo miedo.—Hey, no tienes por qué, todo saldrá bien.—¿Le has visto la cara? —dijo dando vueltas de un lugar a otro —qué pregunta más tonta, claro que sí porqu