LAURACuando abrí los ojos, la habitación se sentía extrañamente fría, mi cabeza pesaba, y el recuerdo de las palabras de Celina golpeó mi mente como una bofetada. "Video y fotos". El horror volvió de golpe.Al girar la cabeza, vi a Martín sentado junto a mi cama. Su mirada estaba cargada de preocupación, sus manos entrelazadas como si hubiera pasado horas así, observándome. Celina también estaba allí, de pie cerca de la puerta, mordiéndose el labio con nerviosismo.—Celina… déjanos solos —murmuré con voz áspera.Ella dudó un instante, pero asintió y salió sin decir una palabra.En cuanto la puerta se cerró, me incorporé lentamente. Mi corazón latía con furia, mis manos temblaban por la ira contenida. Miré a Martín fijamente, con el estómago revuelto por la sospecha que me carcomía.Sin previo aviso, levanté la mano y le di una bofetada.El sonido seco del golpe resonó en la habitación.Martín parpadeó sorprendido, llevándose la mano a la mejilla, pero no se movió ni intentó detenerme
MARTINLa piedra ya había sido lanzada, pero no estaba listo para aceptar que fui yo quien lo hizo.Peor aún, estaba Laura.Había decidido enfrentarse a mí y, aunque lo sospechaba, nunca pensé que sus palabras y la posición que tomaría en este caso me dolerían tanto.La seguí de lejos y ver su silueta encogida, caminando entre lágrimas, me desgarró por dentro. Pero tenía que darle espacio.Cuando llegó a casa, su padre estaba afuera. Sin dudarlo, corrió a abrazarlo.Me detuve a unos metros y bajé del auto. No sabía si quedarme o irme, pero cuando ella levantó la vista y me miró con seriedad, supe que ya no había nada que pudiera hacer.—¡Martin! — dijo Rodrigo—Se lo contaste.—Ya lo sabía, Celina se lo había dicho— le conté.—Mañana hablaré con Bryan —anunció ella.Su padre la miró sorprendido y negó de inmediato.—No, Laura. No te meterás en esto.Pero ella insistió. Y al final, él suspiró, derrotado.—Está bien. Yo te llevaré.Laura ya no me dirigió ni una sola palabra. Entró en la
LAURAEntré a la habitación y lo vi ahí, sentado al borde de la cama, con las manos crispadas y la mirada perdida. Bryan estaba nervioso, asustado… aterrorizado. En cuanto me vio, se levantó de golpe y se acercó a las rejas con desesperación.—Soy inocente, lo juro —su voz temblaba—. No sé cómo ese video llegó a mi laptop, ni las fotos… Nunca haría algo así y lo sabes.No dije nada. No sabía por dónde empezar, cómo siquiera articular una respuesta.Él siguió hablando, su respiración entrecortada por la angustia.—Fue Martín. Es capaz de todo con tal de destruirme. Quería asegurarse de que no volviéramos a estar juntos y con esto lo consiguió. Tienes que entender que él no está bien de la cabeza… Todo lo tiene planeado.Dio un paso más hacia mí, sus ojos desesperados buscando los míos.—Por favor, Laura… dime que me crees.Mi pecho se oprimió. Sus palabras estaban llenas de verdad… o tal vez de una mentira tan bien construida que dolía.Sabía que decía la verdad. Y esa verdad me aterra
MARTINAntes de ingresar a hablar con Bryan, le envié un mensaje a Alex.—¿Qué pasó con el video?Su respuesta llegó rápido.—Minutos después de que la policía abrió el archivo, este se borró por completo de la laptop, sin dejar rastro.Sentí un alivio inmediato.—Perfecto —respondí.—Gracias.Pero Alex no dejó pasar la oportunidad de reclamarme.—Jugar con fuego es peligroso, Martín. No olvides eso.No respondí. Ya lo sabía. Pero algunas cosas simplemente valían el riesgo.Después de ver salir a Laura, esperé unos minutos antes de ingresar a la celda de Bryan. La sensación de triunfo recorría mi cuerpo como un escalofrío placentero.Quería disfrutar de su nueva "residencia". Aunque sabía que su condena no sería posible, al final solo obtendría una simple orden de alejamiento. Pero eso no importaba.Lo que realmente deseaba era ver su miedo, jugar un poco más con él… y, de una vez por todas, obligarlo a huir como la gallina que era.Apenas me vio, su mirada se llenó de odio.—¿Por qué
RodrigoCon la confesión de Martín en mis manos, el abogado de Bryan inició su defensa. Las pruebas de los videos de seguridad confirmaban que Martín había sido quien entró en esas fechas, despejando cualquier duda sobre su inocencia.Al escuchar la confesión de Martín, sentí cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.La confianza que tenía en él se desmoronaba.Lo consideré un hijo.Le di mi bendición para que cuidara de Laura.—No puede ser… —murmuré, aún en shock.Ortega, con la mirada afilada, me observó con seriedad.—Laura está en peligro a su lado. Martín es capaz de cualquier cosa por ella.Me llevé una mano al rostro, intentando asimilarlo.—Esto me toma por sorpresa… —dije, respirando hondo—. Debo hablar con él primero.Ortega negó con la cabeza.—Debe poner una denuncia.—No lo haré —afirmé con firmeza—. Yo puedo manejar esto.El abogado chasqueó la lengua con molestia.—De todos modos, será detenido. Dio un falso testimonio e incriminó a mi cliente. En cuanto retire los car
LAURANo entendía por qué estábamos huyendo ni la razón exacta por la que no podía usar mi teléfono. Martín me había dado un móvil nuevo con un número distinto y se había quedado con el mío.Por el momento, estábamos en su nuevo departamento. Era un lugar pequeño, apenas amueblado, lo que me hacía sentir aún más incómoda.—¿Me vas a decir qué está pasando? —pregunté con los brazos cruzados—. No quiero estar encerrada como una prisionera, ni dejar de ir a la universidad.Martín suspiró, frotándose la nuca.—Es solo por unos días, Laura. Necesito que confíes en mí.—¿Que confíe en ti? —solté con incredulidad—. Me quitas mi teléfono, mi laptop, me traes a este lugar y ni siquiera me dices por qué.Martín suspiró y se acercó a mí, intentando tomar mis manos, pero me alejé.—Es por tu seguridad, amor.—¿Mi seguridad? —repetí con ironía—. ¿Quién nos está persiguiendo, Martín? ¿Te has puesto a pensar que mi padre va a empezar a buscarme? Sabes lo paranoico que es, llamará a la policía.—No l
MARTIN—¡¿Dónde estás, maldito loco?! Si le haces algo a mi hija, juro por Dios que yo mismo te mataré con mis propias manos. ¿Por qué te la llevaste? ¡Habla de una maldita vez!—Hola, Rodrigo —respondí con calma.—¡Déjate de estupideces y dime dónde está mi hija! Ponla al teléfono ahora mismo.—Aquí hay un malentendido…—¡Ningún malentendido! Ya sé toda la verdad. Bryan me mostró las pruebas. Entraste a su casa, Martín. Tú pusiste el video en su laptop y lo grabaste. ¿Cómo pudiste hacer algo así? ¡Estás enfermo! Quiero que devuelvas a mi hija ahora mismo.—Laura no va a volver —sentencio.—Entrégala y no pondré la denuncia contra ti.—No voy a separarme de ella.—¡Debes afrontar las consecuencias de tus malas acciones!Guardo silencio unos segundos antes de responder con voz tensa.—Nunca quise que esto se saliera de control… Actué por celos y miedo.—¡Una persona normal no reacciona así! ¡Quiero hablar con mi hija, ahora mismo!Laura me arrebata el teléfono y habla con firmeza.—Ba
RAMIROHan pasado tres meses y me siento fatal con la ausencia de Laura. Además, Martín cada mes me envía una foto de las que podría publicar, y me estoy volviendo loco. Me desconcentro en clases, las salidas con mis amigos ya no me divierten, no quiero salir a la calle, y mi noviazgo con Jazmín se está yendo al carajo.Ella y Damián me aturden, y no sé cómo decirles la verdad. Me siento solo. Las pesadillas han vuelto, igual que cuando era niño y la ansiedad por la muerte de papá me consumía.—¿Qué diablos te pasa? —Celina me mira fijamente—. Te conozco y sé que algo te está destrozando. ¿Por qué no confías en mí?Intento esquivar la conversación, darle rodeos, pero Celina es más astuta de lo que pensaba. Me acorrala con la mirada y con su insistencia, hasta que las palabras simplemente salen.Le confieso la verdad. Todo.Le hablo de Martín, de las fotos, de su chantaje. Le hablo de mi relación con Damián y de cómo no sé cómo manejarlo. Le hablo del miedo que me consume, de lo que es