MARTIN—¿Qué significa eso? —pregunta, temerosa.—Que tienes 72 horas de prueba. Si incumples este trato antes del martes a esta hora, volveré a poner el video visible, y las condiciones cambiarán para peor. Recuerda, el mes podría volverse indefinido.Laura baja la mirada, apretando los puños.—Acepto —balbucea, sus palabras apenas audibles, mientras sus ojos se levantan para encontrar los míos. No puedo evitar el deseo que me embarga al verla tan vulnerable. Siento una necesidad abrumadora, pero lo que más quiero es que se enamore de mí.Lamo mis labios y desabotono el pantalón, saco mi polla erecto, pues mientras más la deseo, más duro se pone.—Trae esa boquita aquí y hazme feliz— menciono sin dejar de mirarla.Laura deja escapar un respiro tembloroso y se agacha lentamente, acercándose a mi polla, que palpita de deseo. Con manos temblorosas, la sujeta, apretando levemente, y siento cómo mi corazón se acelera, como si estuviera a punto de estallar. Tomo sus cabellos, enredándolos
LAURACuando termina, intenta besarme. Me niego, pero recuerdo el trato. Tengo que obedecer, al menos por ahora. Por dentro, me aferro a un solo pensamiento: nada de lo que haga Martin podrá borrar la primera vez que estuve con Bryan. Esos recuerdos, esos besos y caricias, son míos. Nadie puede quitármelos. —Ven, siéntate aquí —me ordena, señalando sus piernas. Respiro hondo y me monto sobre él, sintiendo cómo sus manos recorren mis piernas, subiendo desde las rodillas hasta las caderas. Cierro los ojos, tratando de ignorar la repulsión que me provoca su tacto. Sus labios se acercan a los míos, y aunque no quiero, sé que no tengo opción. Odio esta palabra: obedecer. Pero por ahora, no tengo más remedio que aguantar. Sin embargo, sé que llegará el momento en que él será el que obedezca. Una orden judicial, una restricción, algo que lo aleje de mí para siempre. Mientras tanto, solo me queda resistir, aguantar sus besos asquerosos y sus manos recorriendo mi cuerpo. Pero no siempre s
LAURA—¡Vayamos a casa!—susurro, separándome solo un poco, mi aliento mezclado con el suyo.Deslizo mi dedo índice por sus labios, luego hacia su barbilla, hasta su cuello y su pecho, un gesto lento y calculado, como si estuviera marcando territorio.—Está haciendo frío. ¿Quieres que me congele?—lo beso de nuevo, más intensamente.Me esfuerzo, realmente lo hago, por ser romántica, por ser la mujer que cree que quiere.—Mucho mejor—su tono es frío, evaluador—. Pero necesitarás mejorar los próximos días.Y mientras su voz se desvanece en mis oídos, el pavor se asoma a mi corazón. Cada palabra que dice está llena de control, de posesión, y yo soy solo una pieza más en su juego.Durante el camino a casa, Martin guardó silencio. Puso algo de música suave, una elección deliberada que pretendía crear una atmósfera de calma, aunque lo único que conseguía era intensificar mi ansiedad. De vez en cuando, acariciaba mi cabeza, como si ese gesto mecánico pudiera borrar el daño que me había hecho.
LAURA—Ese malnacido… —murmuro, más para mí que para él, sintiendo cómo el nudo en mi estómago se aprieta aún más.—Laura, ¿qué está pasando? —insiste, su tono cargado de confusión y preocupación.Tomo aire, tratando de mantenerme firme.—Bryan, ¡escúchame! Pasa por mí para desayunar. Necesitamos hablar de Martin.—¿Qué pasa con él? —pregunta, cada vez más inquieto.—No puedo decírtelo por teléfono… —mi voz tiembla, pero trato de sonar firme.—¿Se atrevió a tocarte? —gruñe con rabia contenida—. Te juro que si lo hizo, voy a…—Por favor, pasa por mí a las ocho.—Está bien. Pero si lo hizo, voy a castrarlo.—Hablamos luego. Lo que está sucediendo es muy delicado.—No creo que pueda dormir ahora. Mucho menos después de escucharte así.—Inténtalo, amor. Por favor —le pido, con un susurro que lleva mi última pizca de fuerza.Corto la llamada, sintiéndome al borde del colapso. Miro el teléfono en mis manos temblorosas y paso al registro de llamadas y mensajes. Todo encaja: Martin fingió hab
LAURAMartin, aprovechando la oportunidad, añadió con una sonrisa calmada:—Por cierto, Laura me acompañará al evento en la hacienda hoy.La expresión de papá cambió de inmediato a una de aprobación.—Me parece una excelente idea. Es bueno que pases tiempo con Martin.—Ramiro y yo también podríamos ir, si no es inconveniente —interrumpió Celina con una sonrisa traviesa.Martin mantuvo la calma, aunque no le agradaba la idea de sumar más personas a sus planes. Papá, sin embargo, asintió.—Está bien, pero solo por hoy. Ustedes tienen clases mañana y no quiero que falten.Celina hizo un puchero, pero no discutió. Martin apenas sonrió, satisfecho con el resultado.Por supuesto, Viviana no dejó pasar la oportunidad de hacer comentarios incómodos.—Hacen una bonita pareja, ¿no creen? Martin y Laura siempre se ven tan bien juntos.Casi escupo el café al escucharla.—¡No! ¡Qué horror! Martin es mi hermano — le aclaro.—Hermanastro —aclaró Viviana, insistiendo. Su tono era dulce, pero lo sufic
LAURAPero en mi mente, la realidad chocaba con esa imagen perfecta. Recordé lo que había hecho, los límites que había cruzado por culpa de sus obsesiones. Por muy atento, cariñoso y encantador que pareciera en este momento, no podía ignorar el monstruo que se escondía detrás de esa fachada.Martin era un hombre de extremos. En momentos como este, era el hermano que cualquiera desearía tener: protector, divertido, capaz de hacer que me sintiera especial con solo una mirada. Pero en otros… en otros, había sido alguien aterrador, capaz de justificar cualquier acción con tal de obtener lo que deseaba.El contraste me desconcertaba. Mientras él seguía cantando, con una sonrisa que parecía no conocer maldad, no podía evitar preguntarme si todo esto era real o simplemente otra de sus máscaras.El camino se extendía frente a nosotros, con el sol filtrándose entre los árboles y los sonidos de las risas llenando el aire. Intenté concentrarme en ese momento, en la paz aparente que nos envolvía,
LAURAAntes de que pudiera responder o procesar sus palabras, un golpe suave en la puerta interrumpió el momento. Nos separé rápidamente, intentando recomponerme, y me acerqué a la puerta, con el corazón aún acelerado por lo que acababa de ocurrir.Al abrirla, me encontré con Celina y Ramiro, quienes nos miraban con una expresión que no podía ignorar. Algo en sus ojos me decía que ya sabían más de lo que yo quería admitir. Martin no hizo ningún esfuerzo por ocultar su interés en mí, y eso estaba claro para ellos.Celina levantó una ceja, mientras Ramiro simplemente sonrió, aunque había algo sospechoso en su mirada.—¿Todo bien? —preguntó Celina, con un tono que parecía casual, pero su mirada no dejaba lugar a dudas de que estaban al tanto de lo que había sucedido.Martin, de pie detrás de mí, no se molestó en disimular su presencia. Sus ojos brillaban con esa intensidad que había mostrado antes, como si no le importara que los vieran.—Todo en orden —respondí, tratando de mantener la
LAURA¿Qué quería de mí? ¿Por qué me sentía tan perdida en su presencia?Martin me tomó de la mano, su tacto firme pero cálido, y me guió a través del bosque. Dijo que quería mostrarme un lugar especial. Aunque mi primera preocupación fue si los caballos se irían, él simplemente sonrió, asegurándome que no debía preocuparme. Había algo en su sonrisa, una mezcla de confianza y calma, que me hizo seguirlo sin cuestionarlo más. Su mano sosteniendo la mía me hacía sentir extraña, atrapada entre la incomodidad y la curiosidad.Después de caminar unos metros y atravesar unos arbustos, apareció ante mí un rincón del río que parecía sacado de un cuento de hadas. Era un espacio escondido, con agua cristalina que reflejaba la luz de manera hipnotizante, rodeado de árboles altos que proporcionaban la sombra perfecta. Todo era tan tranquilo que incluso los sonidos del bosque parecían más suaves. Me quedé sin palabras.Martin, sin decir nada más, comenzó a despojarse de su ropa. Primero se quitó l