LAURAEl coche avanzaba por las calles mientras Celina y Ramiro charlaban sobre cualquier cosa. Yo, en cambio, estaba perdida en mis pensamientos, tratando de ordenar lo que había sucedido con Bryan. De repente, Celina rompió el silencio, mirándome con curiosidad.—¿Qué pasó con Bryan? —preguntó, y me di cuenta de que sus ojos brillaban con esa chispa de preocupación y curiosidad que tenía cuando quería saber algo a fondo.Me mordí el labio, dándole vueltas a las palabras. Mi padre había sido el que había orquestado esa charla con Bryan, y ahora me sentía algo incómoda al hablar de ello. Pero decidí ser sincera.—Creo que hemos terminado —dije finalmente, mirando por la ventana para evitar sus ojos inquisitivos—. Mis sentimientos estaban completamente alborotados, y aunque él me besó... me di cuenta de que ya no sentía nada especial por él.Celina frunció el ceño, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y tristeza.—No puedo creerlo… —suspiró, mirando hacia el frente. Sabía lo much
JOSHIELDespués de salir temprano de casa, no volví a ver a Bryan hasta que, alrededor de las seis de la tarde, recibí una llamada suya. Su voz sonaba completamente distorsionada, como si hubiera estado bebiendo durante horas. Me pidió, casi suplicando, que lo fuera a recoger al bar.El bar en el que me pidió que lo recogiera se llamaba "El Refugio", un lugar oscuro y algo sombrío al que Bryan solía ir a buscar consuelo cuando las cosas no iban bien. Sabía que ese no era un buen lugar para él, pero ahí estaba, llamándome, pidiendo ayuda de una forma que nunca imaginé.Con el corazón acelerado, tomé las llaves y me dirigí rápidamente hacia el lugar. Cuando llegué, la puerta de entrada estaba apenas abierta, dejando escapar una tenue luz que contrastaba con la oscuridad del interior. El sonido de música suave y murmullos de conversación se mezclaban con el clink de los vasos y las risas forzadas de otros clientes.Me dirigí hacia el fondo, donde, en una mesa apartada, vi a Bryan. Su fig
LAURACelina me contó lo que pasó con Bryan, y me sentí horrible. No había forma de justificar lo que había hecho, y saber que él estaba destrozado solo añadía más peso a mi conciencia.A la mañana siguiente, le envié un mensaje:"Hablamos en el receso."Su respuesta llegó poco después:"Estaré en el hospital."Me quedé mirando la pantalla por un momento, con el corazón encogido.Cuando desperté, encontré a papá dormido, había trabajado el turno diurno y apenas había tenido tiempo de descansar. Viviana se preparaba para salir de la ciudad por negocios, mientras que los mellizos me observaban de una manera extraña, como si supieran algo que yo no.Martín, en cambio, parecía radiante. Me saludó con un beso en la mejilla y revolvió el cabello de sus hermanos con una sonrisa despreocupada.Celina dejó escapar un suspiro y, con un tono cargado de significado, dijo:—¿Y cuándo oficializan?Me quedé en shock. Sentí la mirada de Martín sobre mí, y la de Ramiro, inquisitiva. Celina estaba mole
LAURAAntes de que pudiera responder, inclinó el rostro y me dejó un beso suave en los labios. No era un beso de despedida apresurado, sino uno pausado, lleno de intención. Su mano se deslizó por mi mejilla, y cuando se apartó apenas unos centímetros, sus ojos atraparon los míos.—No quiero despegarme de tu boca —murmuró con una sonrisa pícara—, pero si no me voy ahora, llegaré tarde al trabajo.Me quedé sin palabras, con el corazón latiendo demasiado rápido. Lo vi levantarse con calma, como si no acabara de dejarme temblando con su presencia. Antes de salir, me dedicó una última mirada intensa, como si prometiera que esto no terminaba aquí.Cuando la puerta se cerró detrás de él, exhalé lentamente y me llevé los dedos a los labios, aún sintiendo su roce.La compañía de Martín me dio algo de ánimo. Me sentía un poco más liviana, como si su presencia hubiese disipado parte de la culpa que me ahogaba.Suspiré y me puse en marcha, alistando mi mochila para ir a la universidad. Antes de s
RAMIROLa biblioteca estaba en silencio, el murmullo de las páginas pasando y el aroma del papel antiguo llenaban el aire. Me encontraba sentado frente a una mesa, absorto en un libro, aunque mi mente no estaba realmente allí. Era una tarde tranquila, casi demasiado tranquila, como si el mundo hubiera dejado de girar solo para darme un respiro.Fue entonces cuando escuché unos pasos suaves, casi inaudibles, pero lo suficiente para que mi atención se viera desviada. Levanté la vista y ahí estaba Damián, entrando en la biblioteca con su característica sonrisa, esa que siempre hacía que algo en mi pecho se acelerara. No pude evitar fijarme en la forma en que su mirada brillaba, como si hubiera algo que quería decirme pero no sabía por dónde empezar.—¿Ramiro? —su voz rompió el silencio, suave pero con una claridad que me hizo centrarme solo en él—. ¿Qué haces aquí tan solo?Intenté concentrarme en mi libro, en algo que me distrajera, pero no pude. Damián ya estaba cerca, y su presencia m
RAMIROCuando nos separamos, me giré hacia la puerta del aula, y fue entonces cuando la vi. Damián estaba allí, mirándonos desde la distancia, con una expresión seria en su rostro. Caminó hacia nosotros sin prisa, su mirada fija en nosotros. Algo en su porte me hizo sentir un cosquilleo en la piel.—¡Qué bonita pareja! —dijo, con sarcasmo en su tono, aunque no pude dejar de notar el destello de celos en sus ojos—. En verdad me encantaría tener un amor tan verdadero. Espero que la invites al campamento.Jazmin saltó de emoción ante la idea, como si no hubiera escuchado el tono de Damián.—¡Un campamento! ¡Sería perfecto! —dijo, con entusiasmo.Pero la expresión de Damián no cambió. Él no estaba sonriendo como Jasmin. Sus ojos seguían fijos en mí.—No te emociones, Jazmin —le dije de manera constante, con un tono que intentaba sonar firme, pero que no podía esconder la duda que crecía en mi interior—. No iré a ningún campamento este fin de semana. Tengo otros planes con mi familia.Ella
LAURASalir de casa fue más fácil de lo que esperaba. La mentira ya había sido dicha, y no había vuelta atrás. Nuestros padres creían que pasaríamos el fin de semana en la hacienda de la familia, lejos de cualquier distracción, sin señal y completamente seguros.Celina y yo nos aseguramos de que todo sonara creíble, y con una sonrisa despreocupada, salimos por la puerta como si nada. Pero en mi interior, la ansiedad se enredaba en mi pecho.Nos subimos a la camioneta de Martín, él al volante, yo a su lado, mientras Celina y Ramiro ocupaban los asientos traseros. Martín llevaba esa expresión de satisfacción que siempre ponía cuando lograba salirse con la suya. Para él, todo era una travesura emocionante, mientras que yo sentía que caminaba sobre una cuerda floja.El plan era simple: haríamos el recorrido hasta cierto punto, donde dejaríamos a Celina y Ramiro en la parada de autobuses. Ellos se encargarían de tomar otro camino hasta el campamento, mientras que Martín y yo continuaríamos
BRYANEl hospital estaba más silencioso de lo normal, pero en su cabeza todo era ruido.Bryan intentaba concentrarse en los informes, en las revisiones de los pacientes, en cualquier cosa que pudiera mantener su mente ocupada. Pero era imposible.Cada cosa le recordaba a Laura.El aroma de un perfume en el pasillo. La risa de una enfermera que, por un segundo, sonó como la de ella. Incluso el simple hecho de escuchar el nombre Martín en una conversación ajena hizo que su mandíbula se tensara.Porque él sabía.Sabía que Laura y Martín estaban juntos ese fin de semana en la hacienda.Sabía que le habían mentido a sus padres para cubrir a Ramiro y Celina, dándoles la coartada perfecta para irse al campamento sin sospechas.Joshiel se lo había confiado, casi en un tono de confesión, pidiéndole que prometiera no decir nada.—Por favor, Bryan. No armes un escándalo. Solo deja que las cosas sigan su curso —le había dicho Joshiel con un tono de súplica—. No es tu problema.Pero lo era.Porque