Capítulo 44

«En una semana estaré en la casa de mi hijo. Debes seguir el plan y todo será sencillo», había dicho Frida Falkenberg.

Se masajeó la sien con desesperación. Sus pensamientos se hacían cada vez más insoportables. La inseguridad de la que siempre había sido presa ahora se intensificó. Una voz dentro de ella se burlaba. El miedo latente de ser abandonada, peor que un animal, se incrustó en lo profundo de su psique.

¿Qué haría con su hermana?

Algunos recuerdos de momentos anteriores le gritaban lo obvio. Axel rara vez la llamaba por su nombre. ¿Pensaba siempre en esa mujer muerta? ¿Habría siquiera un pequeño espacio en el que él pensara en ella como Ariana?

Bajó a la cocina por una pastilla.

―¡Ariana! ―gritó efusiva la pequeña Alana.

Con la mano derecha, se acomodó un mechón de cabello castaño.

―No grites, Alana. No me encuentro bien ―moduló su tono de voz, el dolor de cabeza le partía, pero su hermanita no tenía la culpa.

La niña parpadeó confundida.

―Hoy iremos a ver a mi papá, ¿ve
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