Capítulo 28

Con sus ojos cerrados, concentrado en el sonido de su respiración, la soledad lo llevó despacio a ese mundo dentro de su interior. Tenebroso, lúgubre y desordenado, aunque últimamente se había iluminado por pequeñas chispas de luz.

Sus sueños. Sus pesadillas.

Vio a esa pequeña Elisa, encantadora y sucia. Sin embargo, sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarse con una Elisa de mayor edad. Una mujer hermosa. Rota. Dolida. Muerta.

La vio como en la mayoría de sus pesadillas: con la mitad del rostro cubierta de sangre y sudor. El cabello largo y enmarañado, pegado a la frente.

Vestía un camisón ligero de seda, tan sucio que el blanco se había vuelto beige. Le llegaba hasta las rodillas y tenía tiras delgadas. Sus manos temblaban y sus dedos estaban sin uñas.

Al cruzar miradas, las lágrimas desbordaron como ríos en medio de torrenciales lluvias.

—¡TE ODIO! —gritaba ella a todo pulmón.

Sus sollozos le quemaron los tímpanos. Él se quedó paralizado, con la cabeza revuelta.
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