Capítulo 26

Con el trasero sobre el frío retrete, Ariana dejó fluir todos esos sentimientos que se había esforzado por reprimir: tristeza, amargura y rabia.

Esa noche, al ir a la habitación de su hermana para desearle las buenas noches, la niña ni siquiera le sostuvo la mirada.

«Ahora la mala soy yo», se dijo con ironía y dolor.

La opresión en su vientre se acrecentó. Sintió que algo salió de sí: sangre menstrual y algo más.

Se limpió con un pedazo de papel y, acto seguido, se metió a la ducha. Sus lágrimas fueron incontrolables.

Deseaba un abrazo de su abuela, que alguien le dijera que todo estaría bien.

Que no era esa mala persona que no sabía ni cómo tratar a su hermanita.

(…)

Por su parte, Axel, recostado en la cama, se aferraba a aquellos recuerdos lejanos que aparecían en sus sueños.

El rostro sonriente de Elisa, difuso, pero igual de angelical. Su voz, la ternura de una melodía inocente.

Su cabello despeinado por el viento, su sonrisa marcada por la falta de dientes.

—¿Crees que las estre
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