Capítulo 25

—Ese oso es tan bonito. ¿¡De verdad es para mí!? —La voz de Alana, dulce y melosa, llenaba la habitación.

Sus pequeñas manos sostenían con dificultad el muñeco.

—Por supuesto. —La respuesta de Axel fue suave; incluso sus ojos, que siempre destilaban frialdad, se habían llenado de calidez.

Resultaba aterrador verlo sentado en la cama, tranquilo, lejano a ese hombre perverso que Ariana tenía el dolor de conocer. Recordaba a esos animales que se camuflan para engañar a sus presas.

Parada en la entrada del cuarto, Ariana apretó los labios. Identificaba muy bien esa voz, aguda y chiqueada. Pese a no haberla escuchado antes, ahora era el tono habitual de su hermanita, como si supiera que ser adorable le abría todas las puertas, que Axel le daba todo lo que pedía.

Tres semanas bastaron para que la pequeña creyera que ese ser despreciable y manipulador de cabello rubio era un superhéroe.

—¡Mira! —dijo con entusiasmo, sus ojos puestos en el televisor—. ¿Es un pez muy grande, verdad
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