Capítulo 30
Después de hablar, empecé a sentir que mi cabeza daba vueltas de nuevo.

Unos destellos dorados aparecieron ante mis ojos, y supe que el mareo en mi cabeza estaba apareciendo otra vez.

Agarré a Alessia y susurré:

—Haz que se vaya. No quiero verla.

Mientras hablaba, mi cuerpo temblaba.

Podía sentir cómo la ira comenzaba a dominarme.

Me dolió darme cuenta de que no podía simplemente ignorarla; aún me enfurecía, me molestaba, y sentía que perdería el control. No sabía si era por los recuerdos que estaban regresando o si era solo un efecto de la conmoción, pero sentía que mi cuerpo no estaba bien.

Cada vez que pensaba en Leonardo o Bianca, algo dentro de mí se revolvía, como una incomodidad profunda y casi enfermiza.

Alessia notó que algo no estaba bien y comenzó a echarla:

—Bianca, Giuli no tiene nada que decirte. No importa si vienes a disculparte o a presumir, no nos interesa.

La insultó:

—La basura se acumula en el mismo sitio. Tal vez si son la pareja perfecta, perfe
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