En los brazos de mi caballero Santoro.
En los brazos de mi caballero Santoro.
Por: Rosi
Capítulo 1
—¡Me estás lastimando, Leonardo, quítame las manos de encima!

—¿Acaso quieres que muera?

—Leonardo, no me dejes por Bianca... Yo... no puedo perderte...

Me desperté de golpe, respirando con dificultad, como si me costara llenar los pulmones de aire.

No podía respirar bien, mi garganta ardía como si hubiera bebido veneno.

Hice un esfuerzo por abrir los ojos y vi la luz blanca y cegadora de un tubo fluorescente justo encima. A mi lado, los monitores emitían un pitido constante.

—Señor Ferrara, la señora ya despertó. El doctor dice que solo se golpeó la cabeza y se desmayó por la impresión. No es nada serio.

Alguien hablaba en voz baja por teléfono junto a mi cama.

Entonces, me di cuenta de que estaba en un hospital. ¿Estaba enferma?

Desde el otro lado de la llamada, una voz dura y clara se escuchó a través del auricular:

—Si no es nada serio, está bien. Tengo una reunión por videollamada, así que no iré.

La persona con el celular en la mano suspiró, se dio la vuelta y, al verme despierta, se sobresaltó.

—Señora de Ferrara, ¿ya está despierta?

Abrí la boca, a punto de preguntar algo.

Pero la mujer, que llevaba un traje de oficina, se adelantó a hablar:

—El señor Ferrara tiene una reunión importante hoy, así que no podrá venir por ahora. Señora, si necesita algo, no dude en decírmelo.

Me quedé atónita.

—¿Señor Ferrara? No sé quién es. No soy ninguna “de Ferrara”. Mi nombre es Giuliana Montessi.

La mujer del traje se quedó helada por un momento antes de reírse con ironía.

—Señora de Ferrara, el señor Ferrara está muy ocupado, y yo también. Solo se golpeó la cabeza, no necesita fingir que tiene amnesia.

Se rio con desprecio.

—Ha visto demasiadas telenovelas. Esas estrategias baratas no van a funcionar con el señor Ferrara.

Quedé intrigada.

—No veo telenovelas. Y, además, que me hables así me resulta muy incómodo.

Desde el principio, esta mujer no me había tratado con respeto, y yo tampoco sentía nada de simpatía por ella.

Sin inmutarse, me entregó un celular.

—Este es su teléfono. Si necesita algo, llámeme. Me voy, tengo que trabajar.

Dicho esto, se volteó con un aire de superioridad y se marchó moviendo las caderas.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió de golpe y una mujer de cabello suelto entró apresurada.

—¡Giuliana, ¿cómo estás?!

Al verla, me quedé impactada.

—Alessia, ¿qué te pasó?

La mujer frente a mí era mi mejor amiga. Nos conocíamos desde niñas, fuimos juntas al mismo jardín, a la misma escuela primaria, la misma secundaria y hasta la misma universidad. Éramos inseparables.

Pero la Alessia que recordaba era mucho más... joven.

Ahora llevaba el cabello teñido de un tono castaño rojizo y vestía un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Se veía diferente, extraña y familiar al mismo tiempo.

Al verme, sus ojos se llenaron de lágrimas. Luego, sin aviso, explotó en insultos:

—¡Giuli, de veras que boba eres y tremenda lavada de cerebro la que ese miserable te dio! ¡Te dije que dejaras a Leonardo Ferrara, ese maldito desgraciado, pero nunca me hiciste caso!

Señaló mi estado con rabia.

—¡Mírate! ¿En qué te has convertido? Quisiste quitarte la vida y casi lo logras. ¡Casi me matas del susto, maldita sea!

El punto de final de su regaño fue un suspiro, seguido de lágrimas.

No sabía por qué, pero, aunque no entendía del todo lo que decía, sentí una punzada en el pecho y mis ojos se llenaron de lágrimas.

En ese momento, la mujer del traje regresó con cara de fastidio.

—Señorita, por favor, esto es un hospital. Mantenga la calma.

Alessia la miró con furia, como si la conociera bien, y sin dudarlo, le apuntó con el dedo.

—Llama a ese desgraciado Ferrara y dile que venga al hospital ahora mismo. ¡Su esposa está herida y hospitalizada, pero él tiene el descaro de estar con Bianca Moretti en una de sus pendejadas de caridad!

Su voz era tan aguda que me dolieron los oídos.

—¡Esto ya es demasiado! Cuando ese desgraciado estaba al borde de la quiebra, Bianca lo dejó y se largo del país. ¿Y quién salvó su empresa? ¡La familia Montessi!

Su furia era imparable.

—Ahora que Leonardo lo recuperó todo, Bianca regresa para pegársele. ¡Un hombre ingrato y una mujer interesada!

Alessia se rio con sarcasmo.

—Un par de miserables que se merecen el uno al otro.

La cara de la mujer del traje se puso roja de la rabia tras recibir semejante ataque.

Las enfermeras, alarmadas por los gritos, llegaron a calmar a Alessia. La mujer del traje aprovechó para salir corriendo.

Cuando todo se calmó, Alessia se secó la cara con la mano y dijo con indignación:

—Giuli, escúchame bien. Has perseguido a Leonardo Ferrara durante siete años. Has pasado siete años con él. Pero él nunca te ha querido. No te respeta ni a ti ni a la familia Montessi.

Alessia continuó:

—Giuli, ¿este mundo es tan grande porque te empeñas en seguir parándole atención a ese bobo? Hoy amenazas con saltar desde un edificio, mañana con cortarte las venas. Leonardo Ferrara ya en verdad ni te para atención...

Finalmente, encontré la oportunidad y le pregunté:

—Alessia, pero hablando serio, ¿quién es Leonardo Ferrara? No recuerdo ese nombre.

Alessia se quedó en silencio por un momento, luego sonrió.

—Ahii mami, el asistente de Leonardo ya se ha ido, ya de veras para de fingir. Sé que esa amnesia es toda inventada.

Me toqué la nuca, que aún estaba hinchada, y sonreí amargamente.

—Alessia, hablo muy en serio cuando digo que ya sea por la amnesia o no sé por qué, pero yo no conozco a ningún tal Leonardo Ferrara.

Alessia Lorenzo se quedó en silencio, mirándome fijamente.

Después de un par de minutos de mirarnos fijamente, ella dio un grito de alegría:

—¡Buenísimo! ¡Pues el cielo ha escuchado mis plegarias! ¡Giuli, finalmente entonces te sacaste de la cabeza al idiota del Leonardo Ferrara!

……

Tras una serie de revisiones, los médicos me dijeron que podría ser amnesia intermitente.

Y era mu comprensible, después de todo, la cabeza es muy delicada, y según me dijeron, cuando me caí desde tantos escalones, era muy probable que me hubiera hecho algún daño en el cerebro.

Miré mi cara en el espejo.

Mi cara, mi familiar belleza de cara delgada, nariz delicada, recta y ligeramente perfilada, pero con mis labios pálidos desprovistos de todo color.

Pues en efecto era mi cara, pero me sentía extraña al verme en ese espejo.

Porque en mis recuerdos, yo siempre estaba llena de vida, sonriendo cada día por cualquier simplicidad de la vida. Pero para la mujer reflejada en el espejo, la risa y alegría se habían difuminado de su existencia. Mientras más la miraba, más me sentía por ella.

¿Entonces era cierto lo que decía Alessia Lorenzo?

¿Había yo malgastado siete años de mi linda vida persiguiendo a ese tal Leonardo Ferrara?

¿Y peor aún me había yo casado con él?

……

No quería creerlo a decir verdad.

Pero Alessia si quería que yo lo hiciera en cambio, y sacó su celular y me mostró fotos y videos de nosotros dos, probándome que sí, estaba casada con él, y como ella dijo, ¡con el "patán insolente" de la universidad!, Leonardo Ferrara.

Miré las fotos y los videos de la boda, viendo mi sonrisa tímida en las fotos, y suspiré amargamente.

Alessia no paraba de tratar de hacerme recordar.

—Fue en segundo año que te enamoraste de Leonardo Ferrara. Dejaste de ir a clases y te quedabas en vez esperando abajo de su edificio, llevándole desayuno, invitándole a comer. Cuando jugaba al baloncesto, le traías de tomar a él y todos sus amigos.

—En su cumpleaños, le pagaste a unas muchachitas para poner globos y pancartas en la uni y así declararte a él. Una vez que Leonardo se enfermó, estuviste allí, 24 horas al lado de su cama, velando para cuidarlo...

Mi vergüenza fue tan grande que no pude soportar más tanta hilaridad y susurré:

—Por favor, no sigas... ya no deseo escuchar más.

Pero Alessia no parecía dispuesta a dejarlo pasar, y continuó:

—Para seguir a Leonardo Ferrara, hasta sobornaste a la gente del comité estudiantil, quitando el lugar a otras personas para entrar al club de inteligencia artificial. Tu cerebro no sabe de programación, así que te convertiste en la mano de obra gratis de su club.

—En tu cumpleaños número 20, le declaraste nuevamente tu amor a Leonardo Ferrara...

Me tapé los oídos para no escuchar más.

Alessia Lorenzo suspiró.

—Te gastaste tú buena plata el edificio más alto de Harmonia para poner un anuncio. ¡Una pancarta bien grande por 24 horas pidiendo que Leonardo Ferrara se casara por favor contigo! ¡Y toda la ciudad se enteró de tú amor hacia él!

Suspiré de nuevo y miré hacia abajo, preguntando:

—¿Y qué pasó al final?

Alessia Lorenzo se tornó seria.

—Pues Leonardo aceptó tu propuesta de matrimonio.

Me quedé en silencio por un momento, y luego pregunté:

—¿Fue por lo que dijiste sobre la quiebra de la empresa? Porque parece que él no me amaba, se casó conmigo solo por obligación.

Alessia Lorenzo parecía no querer que me sintiera herida.

—Bueno... no necesariamente. Tal vez fue porque tu persistente amor le llegó al corazón... ¿quién sabe?

El ambiente en la habitación volvió a sumergirse en profundo silencio.

Yo en cambio suspiré una vez más.

—De veras que vergüenza me da escuchar todo eso...

Miré mi aspecto cansado en el espejo y me reí de mí misma.

—Nunca imaginé que la orgullosa hija de la familia Montessi acabaría siendo la burla de toda la ciudad.

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