Sylvie está inmersa en su estudio, con los audífonos puestos para evitar que cualquier ruido la interrumpa, es por eso por lo que no puede oír el ajetreo en la casa para preparar la cena con los Moreau. Mueve el lápiz al ritmo de aquella canción que le parece casi un himno de vida mientras lee los apuntes de la clase y trata de encajarlos en toda aquella información para el examen, es por eso por lo que no se da cuenta cuando su madre entra, solo se da cuenta de su presencia cuando se para a su lado.
—Madre… —interrumpe su pregunta cuando ve que tiene un funda entre sus mano y una sonrisa que podría derretir cualquier hielo, se quita los audífonos y le pregunta—. ¿Y eso?
—Es tu vestido para esta noche, tu padre quiere que te veas hermosa, porque ha cerrado un trato para comenzar las exportaciones y como futura CEO de la empresa, quiere que des una buena impresión.
—Claro… déjalo sobre la cama —dice ella sin mayor emoción y regresa a sus estudios, pero su madre la detiene.
—¿No quieres verlo?
—Madre, tienes buen gusto y sabes cuáles son los míos, si es de uno de los colores que suelo usar, no tendré problema.
Sylvie tiene ropa de color negr0 en su mayoría, pero también azul marino, marrón, gris y un par de prendas blancas. Odia todo lo que la haga ver como una princesa, así que todos los matices de rosado, colores pasteles, amarillo y morado, están vetados de su guardarropa.
Y por la expresión de su madre, es evidente que el color del vestido es de los rechazados.
—No me digas que es…
—¡Sí, es rosa! —le dice su madre bajando el cierre del vestido.
—Madre, el vestido es hermoso, el corte, la forma, los detalles, realmente elegante… pero lo fulminaste con el color.
—Vamos, Sylvie, solo por esta vez, no te he visto con este color desde que tienes nueve años.
—Sí, porque no me gusta, sabes que no… Madre, ese color no combina en los viñedos, en las bodegas, es sucio, un simple roce con algo y se gana una mancha.
—No puedes vestirte así para toda la vida —la regaña ella, pero Sylvie se ríe.
—Madre, quien tenga que verme tendrá que acostumbrarse y si no lo hace, me da lo mismo. Pero no te afanes por buscar otro, tengo un vestido que puedo usar.
—¿El rojo?
—¡Claro que no! Es un socio, un trato cerrado, será uno gris precioso…
—¡No, será este y no se diga más!
Sylvie cierra los ojos, se gira a su escritorio y se coloca los audífonos a todo volumen. Qué más dice su madre, no tiene idea, pero decide que algo se le ocurrirá para hacerla entender que no lleva rosa por una buena razón.
Mientras, en la mansión de los Moreau, Blanca le ayuda a Ilhan a acomodarse la corbata y el pañuelo. Para el joven es la muerte misma, pero sabe que encontrará la forma de escapar de ese matrimonio arreglado, porque sabe que ninguna de las mujeres de alta sociedad querrá casarse con él por su reputación, peor aún si saben que es dueño de centros nocturnos.
—No veo por qué mi padre quiere deshacerse de mí, a veces pienso que no soy su hijo.
—Pero lo eres, solo quiere lo mejor para ti, mi amor.
—No entiendo nada, tú me apoyas, quieres que sea feliz con lo que hago, en cambio él…
—Creció con una familia estricta y eso es lo que aprendió de ser padre, pero un día tú serás padre y podrás criar a tus hijos como quieras.
Le deja un beso en la mejilla, se para a su lado y miran el espejo, en donde la expresión sombría de Ilhan opaca un poco aquella imagen de magnífico gusto.
Para las seis de la tarde, Blanca vuelve a entrar al cuarto de Sylvie, no puede ocultar su sorpresa cuando ve a su hija ataviada con el vestido que dejó para ella. Sonríe y da pequeños aplausos, mientras Sylvie se mantiene seria frente al espejo.
—No celebres, madre, bien sabes que esto no me gusta para nada.
—Pero lo estás usando y eso para mí es más que suficiente, te ves realmente hermosa, de tu edad, radiante…
—Vendible —gruñe Sylvie y por un segundo logra ver la palidez de su madre, se voltea rápidamente y se pone de pie—. ¡¿Es eso?! ¡¿Vas a venderme?!
—¡No, claro que no! Te dije que es un nuevo socio de tu padre y sabes que a él le gusta cerrar sus tratos de esta manera.
—Sí… —sisea Sylvie, entrecerrando sus ojos—. Pero eso suele hacerlo en un restaurante.
—Pero no se ha sentido bien, no quiso salir de casa.
La chica sabe que su madre le está mintiendo de forma descarada, pero llegado el momento hará saber su opinión, ya no piensa seguir siendo la hija perfecta que dice sí a todo.
A las siete treinta Adrien pasa por su hija, al verla sonríe, a hace girar y ella de mala gana acepta hacerlo, pero termina sonriendo como su padre.
—Solo por esa cara de felicidad me aguantaré este vestido.
—¿No te gusta?
—El color, padre…
—Si no quieres usarlo, no tienes que hacerlo, querida, ¿quieres que te dé unos minutos para que te pongas el que deseas?
—No, los invitados ya están por llegar y no quiero hacerlos esperar, no es correcto.
—Entonces vamos, pero recuerda que en cualquier momento puedes hacerlo, quiero que te sientas cómoda.
Sylvie asiente, se engancha del brazo de su padre y bajan a la sala, en donde esperan a que lleguen los invitados. Blanca tapa en recomendaciones a Sylvie para que se comporte adecuadamente, hasta que anuncian la llegada de los invitados, la mujer se pone de pie de inmediato y se para allí como estatua para dar la bienvenida.
Padre e hija se miran levantando una ceja y contienen la risa, porque no puede ser más obvia en cuanto a las razones para la cena. El primero en saludar es Orson, quien besa la mano de Blanca y luego la de Sylvie, Renée entra con cierta timidez impropia de una mujer de su edad y estatus social, pero saluda con un beso en cada mejilla a las mujeres y luego le extiende la mano a Adrien.
Por último, entra Ilhan, quien saluda a Blanca con un beso en la mano, luego a Adrien y cuando se gira a saludar a Sylvie la mira con expresión neutra, hasta que le sale la voz ronca.
—Buenas noches, señorita Durand.
—Buenas noches, señor Moreau.
No hay beso en la mano ni nada. Solo una leve inclinación de la cabeza y listo.
Decir que hubo chispas, electricidad, magnetismo o algo parecido sería mentira, pero sí un profundo sentimiento de rechazo, en especial porque aquella chiquilla era tal como todas, aparentado ser la princesa vestida de rosa.
—Bienvenidos, ¿les ofrezco algo de beber? —dice Blanca y todos piden algo.
Sylvie se acerca a su padre y le susurra algo en el oído, para luego salir de allí con rapidez dejando a su padre escondiendo su risa divertida tras el vaso con limonada.
Comienzan a hablar la casa, de trabajo y Sylvie llega para cuando están hablando de las carreras de sus hijos. Esta vez Ilhan tiene que hacer un esfuerzo enorme para no caer ante la tentación de dejar caer la baba, porque aquel vestido negro que Sylvie lleva le resalta cada curva.
Blanca la mira con cara de asesina, pero no dice nada para no incomodar a los invitados. Una de las chicas del servicio les dice que está listo y se apresuran a pasar al comedor.
—Mi hija es la mejor de la clase, siempre lo ha sido —dice Blanca con evidente orgullo—. Nuestra Sylvie siempre ha sido un ejemplo que seguir, tal vez por eso no tiene amigas, porque el éxito siempre es motivo de rechazo y envidia.
—Ilhan salió con honores de la escuela, pero no quiso estudiar de inmediato, aunque espero el próximo año pueda hacerlo —dice Orson y eso suena claramente a una amenaza.
—Y usted, señora Moreau, ¿tiene alguna afición?
—De hecho s… —intenta decir ella con una sonrisa, pero Orson la interrumpe.
—No, Renée solo es ama de casa.
—Disculpe, señor Moreau —dice Sylvie, dejando la servilleta con molestia sobre su regazo y sin quitarle la vista a Orson—. Pero su esposa quería decir que sí y yo quiero oírla —Blanca da un respingo, le aprieta la pierna para su hija no se ponga quisquillosa con los invitados, pero ella ni se inmuta.
Orson trata de no hacer una muestra de desprecio, Renée se pone nerviosa, mientas que Ilhan se queda mirando a Sylvie con intensidad, sus ojos se oscurecen y siente que tal vez la primera impresión no era la correcta.
—Señora Moreau, ¿podría contarme?
—Me gusta la jardinería, puede parecer algo sencillo e insignificante, pero… —se calla y Sylvie sonríe.
—La verdad, es una afición magnífica —dice la joven con sinceridad y un brillo en los ojos—. Aunque mi especialidad es un poco diferente, nos parecemos un poco en algo, y es que ambas queremos que nuestras plantas crezcan, se nutran y den lo que tienen para ofrecernos.
La mujer sonríe y siente que por primera vez alguien valora lo que ella hace. Sylvie toma la copa de agua y le dedica una mirada fugaz a Ilhan, quien no deja de mirarla.
Llega la entrada, desviando la conversación a otros asuntos, en los que Orson y Adrien predominan, Sylvie no levanta la mirada de su plato, no quiere hacer contacto visual con nadie, está realmente molesta porque aquel hombre le parece desagradable, con rasgos misóginos y machistas de los que a ella le apestan. Y su hijo, parece que va por el mismo camino.
Hasta que un comentario de Orson la saca de su silencio y levanta la mirada.
—Yo no tengo mujeres en mi empresa, son muy complicadas, sentimentales y en esto debes mantener la cabeza fría, concentrado en lo que haces…
—Gracias a Dios que las mujeres son mejores en la cosecha de la uva, porque son más delicadas en el trato con la fruta —dice Sylvie y bebe un poco de agua—. No quisiera imaginar lo que podría pasar si solo los hombres se hicieran cargo de esa labor.
Tras eso, cambian de tema, pero Adrien no deja de sentirse orgulloso del carácter de su hija. Antes de servir el postre, Adrien mira a Orson y se pone de pie.
—Quisiera hacer un brindis por nuestra sociedad, por la oportunidad que esto traerá a ambas familias a través de sus empresas. Pero también, quiero brindar por la unión de nuestras familias, no solo por ese acuerdo comercial, sino por el matrimonio de nuestros hijos.
—¿Qué? —pregunta Sylvie en un susurro e Ilhan frunce el ceño, mira a Sylvie y los dos se ponen de pie dando un golpe en la mesa, gritando al mismo tiempo a todo pulmón.
—¡Ni en sus sueños!
Decir que se había desatado la tercera guerra en la casa de los Durand es quedarse corto, pero al menos Orson logró salir dignamente de aquella mansión, manteniendo un poco la compostura mientras Ilhan no dejó de decir que no iba a casarse con la princesita de los Durand.Por su parte, Sylvie no encontró nada mejor que, ante aquel apelativo tan sarcástico e impropio para una chica como ella, lanzarle un postre a Ilhan que lo dejó bañado desde la cabeza al hombro y salió de allí como la reina que era.Blanca se disculpó y los acompañó a la puerta, mientras que Adrien con un suspiro caminó hasta el jardín, lugar que Sylvie buscaba para respirar y así evitar el homicidio.Allí la encuentra, sentada en la banca, con las piernas recogidas y mirando el cielo despejado.—Sabía que algo así me iba a pasar, pero siempre esperé que viniera de mamá.—Lo siento, mi pequeña, pero no tuve otra alternativa.—¿Tan mal negociador te has vuelto que tuviste que venderme? —ella lo mira al tiempo que se l
Sylvie se prepara para salir a la universidad, pero su madre la detiene antes de que se vaya sin desayunar.—Hija, ¿no comerás?—Desde anoche no tengo apetito, así que no, no comeré.—Pero mi amor, no puedes irte así, son tus exámenes y…—Madre, no lo hagas —levanta una mano en señal de advertencia para que no siga hablando—, no me vas a contentar con panqueques con chocolate y crema ni malteada de frutilla —Sylvie toma las llaves de su coche y le da una última mirada a su madre—. Ahora me voy, quiero llegar temprano.—Si no te quedarás, al menos deja contarte algo —Sylvie rueda los ojos y se voltea a ver a su madre—, Orson Moreau llamó y me pidió que te avisara que su hijo te quiere ver, hoy.—Dile que estaré libre para las seis de la tarde —la voz le sale sin emoción, como si se tratara de una transacción para ella—, si es que está despierto a esa hora, que me vea en el café cerca de la oficina de papá y dile que me gusta la puntualidad, si a las seis y cinco no llega, me voy.—Sylv
Ilhan se queda mirando a Sylvie, sonríe y asiente satisfecho. Definitivamente a cada segundo que pasa, esa chica lo sorprende mucho más.—¿Es por eso que quisiste reunirte conmigo hoy, en lugar de en tres días más?—No entiendo, mi madre me dijo que tú querías verme hoy, eso fue lo que dijo tu padre.—No, yo quería que fuera en tres días, al parecer a toda costa quieren que nos pongamos de acuerdo para casarnos.—Créeme, te lo habría agradecido, en tres días estaré libre, pero vamos, a lo que vinimos, te escucho.—Ni tú ni yo estamos de acuerdo con este matrimonio, pero estoy dispuesto a hacerlo, siempre que me ayudes con algunas cosas y que me garantices un divorcio limpio, rápido y fácil dentro de uno, máximo dos años.—En tres —dice Sylvie sin poner objeciones a lo demás, el mesero se acerca con sus pedidos y ella le hace espacio al chocolate.—¿Tanto quieres estar casada con un extraño?—En tres años terminaré mis estudios, luego de eso puedo irme a donde quiera, con quien quiera
Sylvie va conduciendo tras el Audi de Ilhan sonriendo por la ocurrencia del chico, después de todo no le parece tan cínico, le dijo todo de frente y ya sabe que él seguirá viéndose con algunas amantes, solo que ya no de manera abierta, como estaba acostumbrado.Se detienen en un semáforo, se queda mirando el anillo y lo ve de otra manera, ya no con esa sonrisa burlona, sino con una llena de esperanza.—¿Será que alguna vez alguien quiera casarse conmigo por mí y no por un trato? —mira unos segundos más el anillo y luego suelta una carcajada sonora.Es obvio que no dentro de su círculo, porque esos hombres lo que quieren son mujeres modelos, calladas, sumisas, sin pensamiento propio y la inteligencia suficiente para encender la estufa y cortar vegetales. Y ella era todo lo contrario.Para cuando el semáforo les ordena avanzar, Sylvie recupera su actitud de siempre, es mejor que no se le ocurra sacar esa parte oculta, porque puede salir muy dañada.Ve que Ilhan se detiene frente a un ed
Por los ojos de Sylvie pasaron unos veinte vestidos de novia, pero ninguno le gustó, hasta que dio con uno que su madre odió, por supuesto, en especial porque la pedrería era de color gris mate y eso a ella no le gustó.Para zanjar el asunto, Sylvie llamó a Ilhan y lo citó en la tienda, este por supuesto que llegó de inmediato, porque dentro de su trato estaba el volver locos a sus padres con todo lo relacionado a la boda.Po supuesto que Blanca se espantó cuando lo vio llegar en medio de la prueba del vestido, el mismo que Sylvie se había puesto para asegurarse que sí era lo que quería. Los ojos de Ilhan se dedicaron a ver cada detalle del vestido, que era de tipo corsé, con una falda amplia y de un bordado precioso.Solo se paró frente a ella, le tomó la mano, le dio un beso en la mano y le dijo frente a todas las mujeres espantadas por aquel novio viendo a la novia antes de la boda.«—Sencillamente hermoso, es el mismo tono de nuestro sofá… si entras con ese vestido en unos días, p
La limusina se da un par de vueltas para dar tiempo a que todos los invitados se trasladen al centro de eventos en donde se ha organizado la fiesta.—¿Le entregaste la canción al DJ para nuestro primer baile? —pregunta Ilhan.—No, corría el riesgo de que mi madre se diera cuenta y no quise que nos arruinara el momento.—Chica precavida —le dice él, ofreciéndole el puño para que ella lo choque.El chofer del vehículo recibe un llamado y luego toma el camino para ir al centro de la fiesta. Por supuesto, el primero en bajar es Ilhan, quien de inmediato le ayuda a Sylvie a salir, le ofrece el brazo y los dos caminan por el arco de flores que han dispuesto en la entrada.Los primeros en saludarlos y felicitarlos son sus padres, luego se acercan demasiadas personas que ellos no tienen idea quiénes son. Sylvie camina con soltura gracias a que no lleva zapatos y agradece que el piso sea de madera, así no sentirá frío. Se va con el DJ, le entrega una memoria USB en donde solo hay un archivo, m
Los dos se apoyan en la pared del elevador, suspiran cansados al mismo tiempo, lo que a Ilhan le provoca una risita. Sylvie lleva las manos a su cabello, arrancándose la famosa tiara que su madre insistió que usara. —Solo quiero… —Sylvie se quita las horquillas del cabello y este comienza a caer por su espalda—. Libertad al fin. —Creo que te falta un poco más para eso, ese vestido se ve apretado. —Demasiado, no pude comer nada y había cosas que se veían exquisitas —hace un puchero que le provoca una carcajada a Ilhan. —Si te consuela, yo tampoco probé nada —las puertas se abren, ellos se meten al departamento y Sylvie se va a la cocina. —Me haré un sándwich y un té, ¿tú quieres? —No, gracias… prefiero ir a descansar —Ilhan camina directo a su cuarto, pero Sylvie lo detiene. —Oye, si no es molestia… ¿podrías ayudarme con el cierre de esta cosa? Ella se da la vuelta, coloca todo su cabello delante, dejando su espalda libre y la cremallera expuesta. Ilhan traga grueso, se acerca
Sylvie se levanta somnolienta, ese día quiere quedarse en su nueva casa sin hacer nada, no tiene que responderle a su madre el quedarse todo el día en cama y, si es necesario, pedirá comida a domicilio para no tener que molestar a Ilhan o terminar quemando la cocina.No tiene idea qué hora es, no tiene su teléfono con ella, pero sabe que es temprano por el sol sigue bajo en el cielo. Descalza, despeinada y con aquella camiseta que a penas le cubre las nalgas camina a la cocina por algo de comer y beber.Busca una taza para el café y un plato para la avena, está tan concentrada en esas cosas, que no oye los pasos de Ilhan, quien llega igual de adormilado a la cocina por su café de la mañana. Cuando ve a Sylvie se queda paralizado y se despierta de un tirón, ese que siente en el pantalón de pijama.Ella se voltea y se quedan los dos mirándose fijamente unos segundos, antes de que se muevan con rapidez para esconderse, una para ocultar sus piernas, y el otro para ocultar ese bulto en el