Ilhan se queda mirando a Sylvie, sonríe y asiente satisfecho. Definitivamente a cada segundo que pasa, esa chica lo sorprende mucho más.
—¿Es por eso que quisiste reunirte conmigo hoy, en lugar de en tres días más?
—No entiendo, mi madre me dijo que tú querías verme hoy, eso fue lo que dijo tu padre.
—No, yo quería que fuera en tres días, al parecer a toda costa quieren que nos pongamos de acuerdo para casarnos.
—Créeme, te lo habría agradecido, en tres días estaré libre, pero vamos, a lo que vinimos, te escucho.
—Ni tú ni yo estamos de acuerdo con este matrimonio, pero estoy dispuesto a hacerlo, siempre que me ayudes con algunas cosas y que me garantices un divorcio limpio, rápido y fácil dentro de uno, máximo dos años.
—En tres —dice Sylvie sin poner objeciones a lo demás, el mesero se acerca con sus pedidos y ella le hace espacio al chocolate.
—¿Tanto quieres estar casada con un extraño?
—En tres años terminaré mis estudios, luego de eso puedo irme a donde quiera, con quien quiera y a hacer lo que yo quiera —Ilhan levanta una ceja y ella se ríe—. Me iré al viñedo, sola y a trabajar la tierra antes de hacerme cargo de la empresa en su totalidad.
—Tienes tu futuro resuelto.
—Algo así —le dice ella encogiéndose de hombros.
—Bueno, no me parece mal que sea en tres años, es tiempo suficiente para que yo me asiente con lo mío. Y ya que de cierta manera te daré libertad por tres años, quiero pedirte algo que para mí es más urgente que cualquier cosa.
—¿Qué deje enamorar a la otra mitad de las chicas de Metz que te falta? —dice ella con sarcasmo, pero él se ríe bajito.
—No es una mala idea, pero en realidad me preocupa mi madre —Sylvie se queda con la taza a medio camino y lo ve a los ojos, esos ojos azules que la miran con intensidad—. Las escasas mujeres con las que se rodea son como ella, sumisas, dueñas de casa, que no tienen valor por sí mismas, sino por lo que sus esposos digan de ellas.
«Si debo ser sincero, amé la manera en que callaste anoche a mi padre, por más que he tratado de sacarla de allí, hay algo que no la deja salir del lado de Orson y ver la manera en que eres tú, de cómo la alentaste a que dijera lo que quería, en que elevaste su afición… gracias.
—No tienes que agradecerme, yo creo que todas las personas tienen un valor especial y lo que hacen dice mucho de ellas. Por ejemplo, creo que tú debes tener algo que te identifica, más que esos escándalos —Ilhan abre la boca, pero ella lo detiene con un gesto de la mano—. No quiero saberlo ahora, asumamos que tendremos tres años para conocernos un poco. No arruines la sorpresa.
Ella bebe del chocolate, muerde el muffin de arándanos y mira por la ventana a la calle. Ilhan la observa detenidamente, si no fuera porque él no se interesa por una mujer en especial, diría que Sylvie Durand es la mujer perfecta para él.
—Te ayudaré con todo lo que quieras referido a tu madre, desde ya te digo que detesto a tu padre y todo lo que sea llevarle la contra, me parece perfecto.
—Gracias.
—No me agradezcas, lo haría por cualquier mujer que lo necesite, ¿algo más que quieras pedirme?
—Que vivamos en mi departamento, no estoy interesado en que tus padres o los míos estén encima de nosotros, en especial porque dudo que ocupemos la misma habitación.
—Déjame decirte que tenemos a mi padre de aliado, me había ofrecido una casa en Scy- Chazelles, pero vivir aquí en Metz me facilitará el traslado a la universidad, así que acepto.
—Ya que has cedido en cosas importantes para mí, te dejaré elegir la decoración, la que tengo es muy básica y sencilla, lo más ostentoso allí es mi cama y la televisión en la sala.
—Ya veremos, aunque no esperes a que la deje de lujo, porque no soy de esas mujeres. Y te advierto, tal vez quieras que contratemos a alguien para que nos cocine, porque yo soy un completo desastre.
—Mmm… prefiero hacerlo yo, no soy un chef redimido, pero algo sé hacer. No quiero arriesgarme a alguien infiltrado de nuestros padres para que les pase información.
—Se oye turbio.
—Mi padre es capaz de eso y más, créeme.
—Bien, tú cocinas, yo limpio y seré invisible, a tus conquistas les diremos que soy tu prima —se encoge de hombros e Ilhan se ríe.
—Ninguna mujer ha entrado a ese departamento, así que puedes estar tranquila. Además, no sería tan imbécil como para llevar a mis amantes al frente de mi esposa.
—Y espero que ni siquiera se noten, porque no quiero quedar como la cornuda de Metz —ella levanta las cejas y él se ríe.
—Tranquila, no lo haré, seré lo más discreto posible… ¿alguna otra condición de tu parte?
—Bueno, creo que no. Solo respeto, fidelidad y que no me mates de hambre, porque eso sí, como si mañana se acabase el mundo —se termina el muffin, se bebe el chocolate y llama al mesero, quien esta vez llega de inmediato—. Tres más de este y un chocolate extragrande, todo para llevar, por favor.
El chico parte a cumplir con la orden, mientras Ilhan trata de definir a Sylvie con una sola palabra, pero solo se le vienen a la mente frases completas, como realmente asombrosa, magníficamente auténtica y hermosa en todos los sentidos.
—Por último, ¿te parece que la boda sea en dos semanas?
—Sí, me parece perfecto, ¿será posible conocer tu departamento antes de eso? Para conseguir lo que me haga falta.
—Claro, si quieres podemos hacerlo ahora mismo —ella asiente e Ilhan repara en una mancha de chocolate que tiene en la comisura de los labios, toma una servilleta y, sin saber por qué demonios lo hace, pero le limpia con delicadeza la mancha.
Los dos se miran con intensidad, sus respiraciones se aceleran y nada de lo que hay alrededor importa.
—Lo siento, suelo hacer lo mismo con mi madre y una prima —Ilhan baja la mano y deja la servilleta a un lado.
—Gracias, suele pasarme con frecuencia —mete sus anteojos en la mochila y saca su billetera para pagar la cuenta.
—No es necesario, yo invito.
—Pero yo te cité aquí, esta vez yo pagaré. Además, comí más que tú… y eso siempre será así, no lo olvides.
Ilhan se ríe, espera a terminar con todo el trámite y sale de allí, esta vez él le abre la puerta para que salga primero y la ayuda con los libros porque va con el pedido en las manos. La ayuda a guardar las cosas en el auto, intercambian números de teléfono, pero antes de que cada uno tome su auto para ir al departamento, Ilhan recuerda aquella cajita que tiene en el bolsillo.
—¡Espera! Creo que… ya que aceptaste este convenio, deberíamos hacerlo oficial, ¿no crees? —Sylvie se ríe, se acerca a él y lo mira a los ojos directamente.
—No me digas que me pedirás… —pero se calla cuando Ilhan pone una rodilla en el pavimento y saca la cajita negra de terciopelo, en donde una anillo de plata sencillo, pero hermoso, yace brillante.
—Sylvie Durand, ¿quisieras hacerme el honor de casarte de mentira por tres años, para luego divorciarnos y ser felices por el resto de nuestras vidas? —ella dramatiza el momento llevándose las manos a la boca, pero en lugar de llorar como toda novia, se ríe a carcajadas.
—Sí, Ilhan Moreau, acepto.
Él le coloca el anillo riendo de la misma manera, se pone de pie y le extiende la mano, que ella acepta, sin apartar sus ojos grises de aquellos azules que se han oscurecido nuevamente ante el tacto de esa piel que no es tan suave, pero que lo llama de una manera extraña a no separarla de la suya.
Sylvie va conduciendo tras el Audi de Ilhan sonriendo por la ocurrencia del chico, después de todo no le parece tan cínico, le dijo todo de frente y ya sabe que él seguirá viéndose con algunas amantes, solo que ya no de manera abierta, como estaba acostumbrado.Se detienen en un semáforo, se queda mirando el anillo y lo ve de otra manera, ya no con esa sonrisa burlona, sino con una llena de esperanza.—¿Será que alguna vez alguien quiera casarse conmigo por mí y no por un trato? —mira unos segundos más el anillo y luego suelta una carcajada sonora.Es obvio que no dentro de su círculo, porque esos hombres lo que quieren son mujeres modelos, calladas, sumisas, sin pensamiento propio y la inteligencia suficiente para encender la estufa y cortar vegetales. Y ella era todo lo contrario.Para cuando el semáforo les ordena avanzar, Sylvie recupera su actitud de siempre, es mejor que no se le ocurra sacar esa parte oculta, porque puede salir muy dañada.Ve que Ilhan se detiene frente a un ed
Por los ojos de Sylvie pasaron unos veinte vestidos de novia, pero ninguno le gustó, hasta que dio con uno que su madre odió, por supuesto, en especial porque la pedrería era de color gris mate y eso a ella no le gustó.Para zanjar el asunto, Sylvie llamó a Ilhan y lo citó en la tienda, este por supuesto que llegó de inmediato, porque dentro de su trato estaba el volver locos a sus padres con todo lo relacionado a la boda.Po supuesto que Blanca se espantó cuando lo vio llegar en medio de la prueba del vestido, el mismo que Sylvie se había puesto para asegurarse que sí era lo que quería. Los ojos de Ilhan se dedicaron a ver cada detalle del vestido, que era de tipo corsé, con una falda amplia y de un bordado precioso.Solo se paró frente a ella, le tomó la mano, le dio un beso en la mano y le dijo frente a todas las mujeres espantadas por aquel novio viendo a la novia antes de la boda.«—Sencillamente hermoso, es el mismo tono de nuestro sofá… si entras con ese vestido en unos días, p
La limusina se da un par de vueltas para dar tiempo a que todos los invitados se trasladen al centro de eventos en donde se ha organizado la fiesta.—¿Le entregaste la canción al DJ para nuestro primer baile? —pregunta Ilhan.—No, corría el riesgo de que mi madre se diera cuenta y no quise que nos arruinara el momento.—Chica precavida —le dice él, ofreciéndole el puño para que ella lo choque.El chofer del vehículo recibe un llamado y luego toma el camino para ir al centro de la fiesta. Por supuesto, el primero en bajar es Ilhan, quien de inmediato le ayuda a Sylvie a salir, le ofrece el brazo y los dos caminan por el arco de flores que han dispuesto en la entrada.Los primeros en saludarlos y felicitarlos son sus padres, luego se acercan demasiadas personas que ellos no tienen idea quiénes son. Sylvie camina con soltura gracias a que no lleva zapatos y agradece que el piso sea de madera, así no sentirá frío. Se va con el DJ, le entrega una memoria USB en donde solo hay un archivo, m
Los dos se apoyan en la pared del elevador, suspiran cansados al mismo tiempo, lo que a Ilhan le provoca una risita. Sylvie lleva las manos a su cabello, arrancándose la famosa tiara que su madre insistió que usara. —Solo quiero… —Sylvie se quita las horquillas del cabello y este comienza a caer por su espalda—. Libertad al fin. —Creo que te falta un poco más para eso, ese vestido se ve apretado. —Demasiado, no pude comer nada y había cosas que se veían exquisitas —hace un puchero que le provoca una carcajada a Ilhan. —Si te consuela, yo tampoco probé nada —las puertas se abren, ellos se meten al departamento y Sylvie se va a la cocina. —Me haré un sándwich y un té, ¿tú quieres? —No, gracias… prefiero ir a descansar —Ilhan camina directo a su cuarto, pero Sylvie lo detiene. —Oye, si no es molestia… ¿podrías ayudarme con el cierre de esta cosa? Ella se da la vuelta, coloca todo su cabello delante, dejando su espalda libre y la cremallera expuesta. Ilhan traga grueso, se acerca
Sylvie se levanta somnolienta, ese día quiere quedarse en su nueva casa sin hacer nada, no tiene que responderle a su madre el quedarse todo el día en cama y, si es necesario, pedirá comida a domicilio para no tener que molestar a Ilhan o terminar quemando la cocina.No tiene idea qué hora es, no tiene su teléfono con ella, pero sabe que es temprano por el sol sigue bajo en el cielo. Descalza, despeinada y con aquella camiseta que a penas le cubre las nalgas camina a la cocina por algo de comer y beber.Busca una taza para el café y un plato para la avena, está tan concentrada en esas cosas, que no oye los pasos de Ilhan, quien llega igual de adormilado a la cocina por su café de la mañana. Cuando ve a Sylvie se queda paralizado y se despierta de un tirón, ese que siente en el pantalón de pijama.Ella se voltea y se quedan los dos mirándose fijamente unos segundos, antes de que se muevan con rapidez para esconderse, una para ocultar sus piernas, y el otro para ocultar ese bulto en el
Los días se fueron pasando para ambos, Sylvie había encontrado un refugio silencioso en el departamento de Ilhan, uno en donde nadie le decía que saliera de la cama, que se vistiera apropiadamente por si llegaban visitas y mucho menos nadie le decía que debía sonreír más.Ilhan se iba todas las noches, con mucho más cuidado que antes para evitar un incidente como el de la noche de bodas. De Virginie no sabía nada, además de que la había vetado de sus tres locales nocturnos. Llegaba muy entrada la noche, casi de madrugada, Sylvie lo escuchaba llegar cerca de las cinco o seis de la mañana y se volvía a dormir, para luego despertarse a la hora que quisiera.Esas semanas lo había hecho en silencio, para no molestar a Ilhan, pero esa mañana fue a ella a la que despertó la risa de una mujer proveniente de la sala.Salta de la cama con curiosidad, pega la oreja a la puerta, pero no puede oír nada, así que se hace la recién despertada y sale a la cocina, olvidando que va con una pijama de tir
Coraline se dedica a hablar todo el trayecto, contándole a Sylvie cientos de cosas que a veces no tienen sentido. Pero lo mejor de todo es que es alegre, divertida y aunque parece algo desordenada, Sylvie puede notar que es muy inteligente.—Coraline… ¿a qué te dedicas?—Oh, yo soy la sucesora de mi padre, porque mis hermanos no quisieron continuar con la empresa, así que a tu lado tienes a una programadora, ingeniera de sistemas y gerente financiera.—¿Cuántos años tienes? —le pregunta Sylvie con espanto y Coraline se ríe.—Tengo veinticinco años, estudié dos carreras a la vez —sonríe con suficiencia sin perder la vista del camino.—Yo me estoy volviendo loca con una… no quiero imaginar con dos.—Son parecidas, al menos en algunas cosas, así que homologué materias. Pero lo más importante, es que no quería perder tiempo —se estaciona en el lugar de destino y mira a Sylvie—. Yo tenía clara mi meta, desde pequeña le dejé claro a mi padre que no me casaría y que yo sería su sucesora, por
Con las baterías recargadas y con la nostalgia en el corazón, Sylvie va rumbo a la viña de su familia junto a Ilhan y Coraline. Él va al volante, esta vez en un auto más grande y cómodo, la cara de Sylvie va iluminada por el sol del amanecer y una sonrisa que dice cuánto disfruta ir a ese lugar.Ilhan de vez en cuando le dirige una mirada y sonríe, porque cada vez más se le esfuma de la cabeza aquella chica complicada que le lanzó el postre encima.—Nos estarán esperando con un desayuno delicioso, ya lo verán. Leche recién ordeñada, pan amasado y horneado en un horno de barro, mantequilla hecha allí… toda una delicia.—¿Y queso no? —pregunta Coraline.—Este año creo que no pudieron hacer, pero podríamos tener mermeladas.Coraline aplaude emocionada y comienza a cantar junto a la música que Ilhan ha puesto para amenizar el viaje. Al llegar, los dos se quedan con la boca abierta, porque la casa es enorme, de estilo colonial, perfectamente bien conservada y con una entrada digna de lo qu