Sylvie se prepara para salir a la universidad, pero su madre la detiene antes de que se vaya sin desayunar.
—Hija, ¿no comerás?
—Desde anoche no tengo apetito, así que no, no comeré.
—Pero mi amor, no puedes irte así, son tus exámenes y…
—Madre, no lo hagas —levanta una mano en señal de advertencia para que no siga hablando—, no me vas a contentar con panqueques con chocolate y crema ni malteada de frutilla —Sylvie toma las llaves de su coche y le da una última mirada a su madre—. Ahora me voy, quiero llegar temprano.
—Si no te quedarás, al menos deja contarte algo —Sylvie rueda los ojos y se voltea a ver a su madre—, Orson Moreau llamó y me pidió que te avisara que su hijo te quiere ver, hoy.
—Dile que estaré libre para las seis de la tarde —la voz le sale sin emoción, como si se tratara de una transacción para ella—, si es que está despierto a esa hora, que me vea en el café cerca de la oficina de papá y dile que me gusta la puntualidad, si a las seis y cinco no llega, me voy.
—Sylvie, deja esa intransigencia, hija por favor.
—Me lo dice la mujer que me obligó a aceptar un matrimonio por conveniencia.
Sylvie sale de allí sin decir nada más y se va directo a su auto, al parecer ese sería un día bastante pesado.
Al llegar a la universidad deja todo de lado y se concentra en lo que debe hacer. Terminando esos exámenes quedará libre para hacer lo que quiera con su tiempo, aunque su idea había sido irse de vacaciones a España, ahora las cosas cambiarían un poco, pero bien podía irse al viñedo, otra buena opción para escapar de la ciudad.
El día se le pasa entre ir de un lado a otro dentro del campus, se toma media hora para comer y luego se va a estudiar un poco más para el último examen de la jornada a un lugar tranquilo, sin tanta gente cerca, solo allí se permite pensar un minuto qué puede ser lo que Ilhan quiere hablar con ella.
Del otro lado de la ciudad, Ilhan está almorzando con su amigo Claude, quien lo mira aún con la boca abierta por aquel matrimonio que le han puesto por delante y que el ha terminado aceptando.
—¿Quieres decir algo o al menos quitar esa cara de idiota? —le dice con un gruñido y Claude se remueve en su asiento.
—Lo siento, mi amigo, pero es que en verdad no me lo puedo creer, definitivamente tu familia es tremenda.
—Solo mi padre, mi madre no tiene nada que ver. Y te recuerdo que esto es por tu culpa, si me hubieses hecho caso aquella noche, nada de esto estaría pasa pasando.
—Lo dudo, por lo que me cuentas, tu padre ya tenía todas las intenciones de venderte a los Durand.
—Pero lo que no sabe, es que usaré eso a mi favor, solo espero que la princesita me ayude.
—Pero no se te ocurra decirle princesa otra vez cuando la veas, sino quién sabe lo que te lanza —el teléfono de Ilhan suena, ve que es un mensaje de su padre y sonríe.
—Mi futura esposa accedió a que nos veamos —dice con cierto sarcasmo en su tono de voz—, debo estar a las seis en el lugar que eligió.
—Deberías llevarle unas flores.
—Mejor que eso, le llevaré el anillo de compromiso.
—¿El de tu abuela? —pregunta su amigo sorprendido.
—¡¿Estás loco?! Ese solo es para la mujer que realmente ame y me case con ella.
—Bueno, en el centro comercial hay uno de estos expendedores de anillos de fantasía, de esos que las niñas piden a sus padres —los dos se ríen, pero Ilhan niega poniéndose de pie para pagar la cuenta.
—No, Claude, compraré un anillo sencillo, pero digno de la heredera de los Durand, tengo que impresionar a esa bruja para que me ayude.
Ambos amigos se despiden, cada uno toma su propio camino, Ilhan se va a su departamento, comienza a mirarlo por todos lados y se dice mentalmente que deberá darle algunos toques hogareños para recibir a su esposa.
—Ay, Dios, estoy muerto.
Se quita la ropa, se queda solo en bóxer y se va a su gimnasio personal, en donde se coloca las vendas en las manos, para luego darle al saco de box por algún tiempo. Al terminar, se va a la cocina para beber agua y sin dejar de pensar en que tal vez deba hacer muchos arreglos, pero si Sylvie acepta ayudarlo, valdrán la pena.
Se mete a la ducha, se coloca un pantalón de traje de color negro, una camisa blanca, sin corbata y que deja ver aquel cuerpo que se preocupa de mantener bien.
La verdad es que no se le nota mucho la edad, porque desde hace unos años se preocupa de su aspecto y su cuerpo, no le gusta que la edad lo haga ver vulnerable ni como un hombre sin experiencia.
Ve la hora, puede llegar en unos veinte minutos a dónde Sylvie lo citó y decide irse antes de tiempo, porque quiere verla llegar, necesita estudiar a la niña de papi.
Se sube a su Audi A7, el único lujo que se permitió darse con la herencia, y conduce hasta la cafetería, se queda allí observando por dónde la señorita Durand llegará, imaginando que seguro llegará vestida con un vestido digno de su estatus, como cualquiera de las chicas de la alta sociedad de Metz. Lo que no entiende es que lo citara en un lugar tan normal como ese, pero no es momento para analizar demasiado.
Cuando faltan veinte minutos, ve a una chica bajarse de un auto de lo más común entre la clase media, con el cabello suelto, de jeans sencillos, zapatillas de lona, sudadera ancha, mochila y un par de libros entre las manos, hasta que observa mejor y se da cuenta que es ella.
—No puede ser, ella no es de este mundo.
La ve abrir con dificultad una de las puertas, nadie la ayuda y se ríe, porque si fuera vestida de otra forma, como el atuendo que usó la noche anterior, probablemente todos habrían corrido a ayudarla.
Se baja apresurado y entra por la otra puerta del local, la ve caminar a paso decidido a un rincón del lugar, como si quisiera esconderse, deja sus cosas en una de las sillas, busca algo en su mochila y saca un estuche pequeño, desde donde extrae unos anteojos.
—Que alguien me dé un tiro… me casaré con una nerd en toda regla. Definitivamente esa mujer no es de este mundo.
La ve abrir unos de los libros, marcar un par de cosas y luego verifica la hora en su reloj, él hace lo mismo y ve que faltan diez minutos, pero ella ya parece algo desesperada y prefiere no hacerla esperar, para no quedar mal porque la necesita.
Camina hacia ella con paso seguro, se para a su lado y le extiende la mano.
—Es un gusto verla de nuevo, señorita Durand.
—Por favor, llámame Sylvie, no ser vería bien que mi prometido me llame así —ella le da la mano e Ilhan sonríe la notar el sarcasmo en su voz—. ¿Para qué querías verme?
—Al grano, no te gusta perder el tiempo.
—No en época de exámenes.
—Entiendo… bueno, solo quería hablar contigo sobre nuestro matrimonio, ya que ambos estamos de acuerdo en que no lo queremos.
—No, no lo quiero, pero lo acepté de todas maneras, porque tal vez me beneficie en un par de cosas —deja los libros a un lado, se quita los anteojos y sonríe llamando la atención de un mesero, pero este no le presta atención.
—Deberías vestir como una de las chicas de nuestro círculo, eso llamaría la atención por sí solo.
—Lo detesto, además con tacones no puedes correr por el campus si las clases se atrasan o adelantan.
Ilhan llama al mesero, quien se acerca de inmediato al ver su vestimenta y haciéndolo parecer importante. Tras tomar su pedido, Ilhan la mira con la misma intensidad de la noche anterior, porque Sylvie en verdad es una joya entre aquel grupo de millonarios superficiales y amantes de las apariencias, porque ella era todo lo contrario.
—¿Y bien? —insiste ella.
—Quiero proponerte un trato, solo entre los dos, nuestro propio trato, fuera de aquel que nuestros padres nos quieren imponer.
—Bien, Ilhan Moreau… soy toda oídos y espero que sea una buena propuesta, porque yo también tengo la mía.
Ilhan se queda mirando a Sylvie, sonríe y asiente satisfecho. Definitivamente a cada segundo que pasa, esa chica lo sorprende mucho más.—¿Es por eso que quisiste reunirte conmigo hoy, en lugar de en tres días más?—No entiendo, mi madre me dijo que tú querías verme hoy, eso fue lo que dijo tu padre.—No, yo quería que fuera en tres días, al parecer a toda costa quieren que nos pongamos de acuerdo para casarnos.—Créeme, te lo habría agradecido, en tres días estaré libre, pero vamos, a lo que vinimos, te escucho.—Ni tú ni yo estamos de acuerdo con este matrimonio, pero estoy dispuesto a hacerlo, siempre que me ayudes con algunas cosas y que me garantices un divorcio limpio, rápido y fácil dentro de uno, máximo dos años.—En tres —dice Sylvie sin poner objeciones a lo demás, el mesero se acerca con sus pedidos y ella le hace espacio al chocolate.—¿Tanto quieres estar casada con un extraño?—En tres años terminaré mis estudios, luego de eso puedo irme a donde quiera, con quien quiera
Sylvie va conduciendo tras el Audi de Ilhan sonriendo por la ocurrencia del chico, después de todo no le parece tan cínico, le dijo todo de frente y ya sabe que él seguirá viéndose con algunas amantes, solo que ya no de manera abierta, como estaba acostumbrado.Se detienen en un semáforo, se queda mirando el anillo y lo ve de otra manera, ya no con esa sonrisa burlona, sino con una llena de esperanza.—¿Será que alguna vez alguien quiera casarse conmigo por mí y no por un trato? —mira unos segundos más el anillo y luego suelta una carcajada sonora.Es obvio que no dentro de su círculo, porque esos hombres lo que quieren son mujeres modelos, calladas, sumisas, sin pensamiento propio y la inteligencia suficiente para encender la estufa y cortar vegetales. Y ella era todo lo contrario.Para cuando el semáforo les ordena avanzar, Sylvie recupera su actitud de siempre, es mejor que no se le ocurra sacar esa parte oculta, porque puede salir muy dañada.Ve que Ilhan se detiene frente a un ed
Por los ojos de Sylvie pasaron unos veinte vestidos de novia, pero ninguno le gustó, hasta que dio con uno que su madre odió, por supuesto, en especial porque la pedrería era de color gris mate y eso a ella no le gustó.Para zanjar el asunto, Sylvie llamó a Ilhan y lo citó en la tienda, este por supuesto que llegó de inmediato, porque dentro de su trato estaba el volver locos a sus padres con todo lo relacionado a la boda.Po supuesto que Blanca se espantó cuando lo vio llegar en medio de la prueba del vestido, el mismo que Sylvie se había puesto para asegurarse que sí era lo que quería. Los ojos de Ilhan se dedicaron a ver cada detalle del vestido, que era de tipo corsé, con una falda amplia y de un bordado precioso.Solo se paró frente a ella, le tomó la mano, le dio un beso en la mano y le dijo frente a todas las mujeres espantadas por aquel novio viendo a la novia antes de la boda.«—Sencillamente hermoso, es el mismo tono de nuestro sofá… si entras con ese vestido en unos días, p
La limusina se da un par de vueltas para dar tiempo a que todos los invitados se trasladen al centro de eventos en donde se ha organizado la fiesta.—¿Le entregaste la canción al DJ para nuestro primer baile? —pregunta Ilhan.—No, corría el riesgo de que mi madre se diera cuenta y no quise que nos arruinara el momento.—Chica precavida —le dice él, ofreciéndole el puño para que ella lo choque.El chofer del vehículo recibe un llamado y luego toma el camino para ir al centro de la fiesta. Por supuesto, el primero en bajar es Ilhan, quien de inmediato le ayuda a Sylvie a salir, le ofrece el brazo y los dos caminan por el arco de flores que han dispuesto en la entrada.Los primeros en saludarlos y felicitarlos son sus padres, luego se acercan demasiadas personas que ellos no tienen idea quiénes son. Sylvie camina con soltura gracias a que no lleva zapatos y agradece que el piso sea de madera, así no sentirá frío. Se va con el DJ, le entrega una memoria USB en donde solo hay un archivo, m
Los dos se apoyan en la pared del elevador, suspiran cansados al mismo tiempo, lo que a Ilhan le provoca una risita. Sylvie lleva las manos a su cabello, arrancándose la famosa tiara que su madre insistió que usara. —Solo quiero… —Sylvie se quita las horquillas del cabello y este comienza a caer por su espalda—. Libertad al fin. —Creo que te falta un poco más para eso, ese vestido se ve apretado. —Demasiado, no pude comer nada y había cosas que se veían exquisitas —hace un puchero que le provoca una carcajada a Ilhan. —Si te consuela, yo tampoco probé nada —las puertas se abren, ellos se meten al departamento y Sylvie se va a la cocina. —Me haré un sándwich y un té, ¿tú quieres? —No, gracias… prefiero ir a descansar —Ilhan camina directo a su cuarto, pero Sylvie lo detiene. —Oye, si no es molestia… ¿podrías ayudarme con el cierre de esta cosa? Ella se da la vuelta, coloca todo su cabello delante, dejando su espalda libre y la cremallera expuesta. Ilhan traga grueso, se acerca
Sylvie se levanta somnolienta, ese día quiere quedarse en su nueva casa sin hacer nada, no tiene que responderle a su madre el quedarse todo el día en cama y, si es necesario, pedirá comida a domicilio para no tener que molestar a Ilhan o terminar quemando la cocina.No tiene idea qué hora es, no tiene su teléfono con ella, pero sabe que es temprano por el sol sigue bajo en el cielo. Descalza, despeinada y con aquella camiseta que a penas le cubre las nalgas camina a la cocina por algo de comer y beber.Busca una taza para el café y un plato para la avena, está tan concentrada en esas cosas, que no oye los pasos de Ilhan, quien llega igual de adormilado a la cocina por su café de la mañana. Cuando ve a Sylvie se queda paralizado y se despierta de un tirón, ese que siente en el pantalón de pijama.Ella se voltea y se quedan los dos mirándose fijamente unos segundos, antes de que se muevan con rapidez para esconderse, una para ocultar sus piernas, y el otro para ocultar ese bulto en el
Los días se fueron pasando para ambos, Sylvie había encontrado un refugio silencioso en el departamento de Ilhan, uno en donde nadie le decía que saliera de la cama, que se vistiera apropiadamente por si llegaban visitas y mucho menos nadie le decía que debía sonreír más.Ilhan se iba todas las noches, con mucho más cuidado que antes para evitar un incidente como el de la noche de bodas. De Virginie no sabía nada, además de que la había vetado de sus tres locales nocturnos. Llegaba muy entrada la noche, casi de madrugada, Sylvie lo escuchaba llegar cerca de las cinco o seis de la mañana y se volvía a dormir, para luego despertarse a la hora que quisiera.Esas semanas lo había hecho en silencio, para no molestar a Ilhan, pero esa mañana fue a ella a la que despertó la risa de una mujer proveniente de la sala.Salta de la cama con curiosidad, pega la oreja a la puerta, pero no puede oír nada, así que se hace la recién despertada y sale a la cocina, olvidando que va con una pijama de tir
Coraline se dedica a hablar todo el trayecto, contándole a Sylvie cientos de cosas que a veces no tienen sentido. Pero lo mejor de todo es que es alegre, divertida y aunque parece algo desordenada, Sylvie puede notar que es muy inteligente.—Coraline… ¿a qué te dedicas?—Oh, yo soy la sucesora de mi padre, porque mis hermanos no quisieron continuar con la empresa, así que a tu lado tienes a una programadora, ingeniera de sistemas y gerente financiera.—¿Cuántos años tienes? —le pregunta Sylvie con espanto y Coraline se ríe.—Tengo veinticinco años, estudié dos carreras a la vez —sonríe con suficiencia sin perder la vista del camino.—Yo me estoy volviendo loca con una… no quiero imaginar con dos.—Son parecidas, al menos en algunas cosas, así que homologué materias. Pero lo más importante, es que no quería perder tiempo —se estaciona en el lugar de destino y mira a Sylvie—. Yo tenía clara mi meta, desde pequeña le dejé claro a mi padre que no me casaría y que yo sería su sucesora, por