En busca de la Esposa perdida
En busca de la Esposa perdida
Por: Sofía de Orellana
Capítulo 1

La ciudad de Metz, un hermoso lugar en donde se producen los mejores vinos, donde se dice que la magia existe y está lleno de amor.

Pero no es lo que está ocurriendo en la casa de los Durand, la familia productora de vinos más importante de la región. En este preciso momento, en una bella mañana de sábado, se está desatando una batalla campal en la casa de los Durand, entre la madre y la hija, mientras que el padre solo se aprieta el puente de la nariz por completo frustrado.

—Sylvie, no me importa si quieres o no casarte, tienes que hacerlo y mientras antes lo hagas, será mucho mejor, así serás madre joven… —insiste su madre.

—¡Yo no quiero casarme ni mucho menos ser madre! ¡Por todos los dioses del Olimpo! —dice alzando los brazos dramáticamente y su padre quiere reír, pero sabe que hacerlo sería la muerte—. Solo tengo diecinueve años, estoy en el segundo año de mi carrera, no voy a dejar nada de lo que quiero para mi futuro por un matrimonio… ¡¡Y mucho menos arreglado!!

—Adrien, por favor, dile algo a tu hija —le pide desesperada a su esposo, pero el hombre se dirige a ella.

—Blanca, te dije que debías decirle las cosas con tacto, pero insistes en imponerte a tu hija, cuando tiene tu mismo carácter fuerte y decidido —se pone de pie y se acerca a su hija—. Sylvie, ve a tu cuarto, sé que esta semana tienes exámenes y que no podremos convencerte de hacer lo que te pedimos.

—Papá, los he complacido toda mi vida, siempre fui muy juiciosa, la mejor de mi clase, un ejemplo dentro de nuestro círculo social… no me pidas que lo siga haciendo, necesito tener mi propio camino, por favor.

—Lo sé, mi princesa, ve a lo tuyo —le da un beso en la frente a su hija y la deja irse, mientras que su mujer lo fulmina con la mirada.

—Siempre haces lo mismo, me dejas en ridículo frente a nuestra hija.

—El ridículo lo haces tú sola, la niña no es un títere —su voz sale firme y su esposa se escandaliza—. Es cierto que un matrimonio nos aseguraría un buen futuro para ella y una consolidación en el negocio para iniciar las exportaciones, pero desde ya te digo que no voy a obligarla si no quiere.

—Claro, porque no eres tú el que se está deslomando ahora mismo, ¿verdad?

—Me he disculpado contigo mil veces por estar enfermo y no estar al frente de la empresa, pero te recuerdo que yo lo hice durante veinte años, tú solo llevas uno y no dejas de sacarlo en cara —el hombre se deja caer en el sillón con los ojos cerrados y suspira con cansancio.

—No sé cómo lo harás, pero ella se tiene que casar, es demasiado complicada y yo ya no puedo manejarla, tal vez un marido le siente bien.

—Blanca, ¿a ti te sirvió un marido para calmar tu carácter difícil y libre? —la mujer lo mira algo molesta, se pone de pie y se va de allí dejando solo a su esposo con una sonrisa—. Ya lo sabes, esposa, esto será un desastre, pero no dejarás de insistir, así eres tú.

Se queda allí descansando un poco y pensando cómo puede lograr que su hija se case, pero lo más importante, ¿quién será la pobre alma desafortunada que tendrá que lidiar con su hija?

Mientras él se queda pensativo, muchas cosas siguen ocurriendo en la ciudad.

Por ejemplo, desde hace un par de décadas se estableció allí otra familia, de la cual Ilhan Moreau era su único hijo y esperaban que fuera digno de tomar las riendas de la empresa familiar, pero por el contrario, parecía estar más interesado en ir de fiesta en fiesta y de conocer chicas lindas que le dieran una buena experiencia.

Y eso es lo que hizo la noche anterior, solo que con demasiado público encima, entre ellos la prensa que no deja de seguirlo, porque su figura es bastante codiciada y a sus diecinueve años, promete ser uno de los hombres más escurridizos de Francia.

—¡¿Qué demonios significa esto?! —el grito estruendoso de su padre lo hace saltar en la cama, siente el diario en su cara y se despereza antes de ver lo que esta vez ponen allí.

—Padre, esto no es verdad.

—¡Pero si te fotografiaron! ¡¡Las pruebas están allí!!

—¿Les crees más a ellos que a mí? —le pregunta el chico con expresión dolida y su padre deja escapar un bufido.

—No puedo pasar por alto lo que la prensa dice de ti, tienen fotos, videos, testigos… Ilhan, esto ya me colmó la paciencia y me temo que tendré que tomar medidas más drásticas.

—¿A qué te refieres?

—Si no sientas cabeza por las buenas… tocará por las malas —abre las cortinas para que entre la luz de la mañana y el chico se coloca la almohada en el rostro—. Renée, llama a mi asistente, que prepare la reunión con Durand.

—Orson…

—No digas nada, que el comportamiento de tu hijo es tu responsabilidad, mujer. Siempre lo dejaste hacer lo que se le pega la gana, ahora tendrá que asumir las consecuencias y tú guardarás silencio, porque esta vez no respondo.

Sale del cuarto, dejando a madre e hijo con sus miradas enfrentadas, ella cierra la puerta y se acerca a Ilhan, mientras él se mira las manos.

—¿Me puedes decir qué pasó?

—Prefiero que no, sabes que en esos asuntos prefiero no inmiscuirte, para que mi padre no te ponga entre la espada y la pared.

—Ilhan, sea lo que sea, eso ha terminado de ponerte la soga al cuello… ahora tu padre está muy molesto y te digo, esa llamada a su asistente es grave.

—¿Qué es lo que quiere?

—Quiere casarte… y lo hará.

—¡Ah noooo! —salta el chico de la cama como si fuera lava ardiente—. Yo no me caso, tengo metas que estoy cumpliendo, puede que mi padre no lo sepa, pero soy un empresario exitoso gracias a la herencia de mi abuelo, así que no… no me caso, no le daré mis bienes a una bruja codiciosa.

—No sabes quién será tu esposa —trata de calmarlo su madre, pero no puede.

—No me interesa, seguro será una bruja, en nuestro círculo solo hay de ese tipo de chicas, ya ninguna es dulce como tú… y yo no me quiero casar con una mujer que no sea como tú.

—Puede que una mujer con más carácter que yo no sea malo… piénsalo.

—Sí, puede ser, pero no a la fuerza… mamá, no quiero.

—¡¡Renée, la llamada!! —la mujer da un salto con el grito de su marido y sale de allí para hacer la llamada.

Mientras que Ilhan se queda allí pensando en que esta vez está perdido. Ha logrado cabrear a su padre y lo peor de todo es que ni siquiera es su culpa, nunca lo es. Se deja caer en la cama, se cubre el rostro y se queda allí, sintiendo eso que ha crecido con los años en contra de su padre, mucho rencor.

La llamada que hace Orson es para concertar una cita con un potencial socio, en donde sus inversiones pueden estar aseguradas perfectamente, y que además tiene una linda hija, la que se considera sería la esposa perfecta, la nuera perfecta, en realidad la mujer perfecta dentro de las chicas de su edad.

La cita queda concertada para el día siguiente, como cosa curiosa con el mismo Adrien Durand, quien desde hace un tiempo no ha estado al frente de la empresa, porque está enfermo.

—Como sea, pero este muchacho entrará en cintura, así tenga que venderlo con Durand.

Del otro lado, Blanca sonríe satisfecha, porque su esposo ha decido escucharla y hacer que Sylvie se case con un joven de la alta sociedad.

Así es como al día siguiente, el hombre entra en las oficinas de Viñedos Durand con aire de suficiencia, mirando a todos por el hombro, sintiéndose importante solo por ser el futuro suegro de la heredera de los Durand.

Orson es anunciado por la asistente y Adrien permite que lo hagan pasar de inmediato, ambos se dan la mano, toman asiento y comienzan a tratar primero el acuerdo comercial. Con ese llegan a puerto enseguida, porque Orson quiere invertir y Adrien se quiere expandir, por lo que el trato le beneficia bastante para eso.

—Orson —le dice Adrien sirviéndole un vaso de jugo de uva—, para Viñedos Durand es un placer poder cerrar este trato con su empresa de inversiones, eso nos permitirá el poder iniciar una extensión en el proceso de exportación.

—El placer es mío y espero que podamos concretar mi ofrecimiento de matrimonio, en verdad me complacería que mi hijo sea el esposo de una jovencita tan carismática e inteligente como tu princesa.

—Sí, mi Sylvie es mi princesa, por eso mismo no puedo negarte que me causa temor casarla con tu hijo… todos conocemos la fama que tiene.

—Precisamente por eso ella es un buen partido, sé que pondrá en el camino correcto a mi hijo y él podrá darle un poco más de alegría a la vida de tu hija, que no es desconocido su falta de vida social. Estoy seguro que serán la pareja perfecta, llena de alegría y vida, pero ella pasará a la historia como la mujer que cambió a Ilhan Moreau.

Adrien Durand se queda pensativo un momento, porque el ofrecimiento de Orson Moreau no era descabellado para nada, pero había algo a lo que le temía más que casarla con el don Juan de Marco de Metz… y eso era la reacción de su princesa.

Sin embargo, se le ocurre una idea que su princesa no despreciará, así que decide arriesgarse.

—Está bien, pero primero nos reuniremos en una cena en mi casa y desde ya te digo que no será fácil.

—Con ninguno de los dos —admite Orson, se miran unos segundos y se echan a reír.

Eso, que se rían ahora, porque lo que se viene luego no será nada fácil.

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