La ciudad de Metz, un hermoso lugar en donde se producen los mejores vinos, donde se dice que la magia existe y está lleno de amor.
Pero no es lo que está ocurriendo en la casa de los Durand, la familia productora de vinos más importante de la región. En este preciso momento, en una bella mañana de sábado, se está desatando una batalla campal en la casa de los Durand, entre la madre y la hija, mientras que el padre solo se aprieta el puente de la nariz por completo frustrado.
—Sylvie, no me importa si quieres o no casarte, tienes que hacerlo y mientras antes lo hagas, será mucho mejor, así serás madre joven… —insiste su madre.
—¡Yo no quiero casarme ni mucho menos ser madre! ¡Por todos los dioses del Olimpo! —dice alzando los brazos dramáticamente y su padre quiere reír, pero sabe que hacerlo sería la muerte—. Solo tengo diecinueve años, estoy en el segundo año de mi carrera, no voy a dejar nada de lo que quiero para mi futuro por un matrimonio… ¡¡Y mucho menos arreglado!!
—Adrien, por favor, dile algo a tu hija —le pide desesperada a su esposo, pero el hombre se dirige a ella.
—Blanca, te dije que debías decirle las cosas con tacto, pero insistes en imponerte a tu hija, cuando tiene tu mismo carácter fuerte y decidido —se pone de pie y se acerca a su hija—. Sylvie, ve a tu cuarto, sé que esta semana tienes exámenes y que no podremos convencerte de hacer lo que te pedimos.
—Papá, los he complacido toda mi vida, siempre fui muy juiciosa, la mejor de mi clase, un ejemplo dentro de nuestro círculo social… no me pidas que lo siga haciendo, necesito tener mi propio camino, por favor.
—Lo sé, mi princesa, ve a lo tuyo —le da un beso en la frente a su hija y la deja irse, mientras que su mujer lo fulmina con la mirada.
—Siempre haces lo mismo, me dejas en ridículo frente a nuestra hija.
—El ridículo lo haces tú sola, la niña no es un títere —su voz sale firme y su esposa se escandaliza—. Es cierto que un matrimonio nos aseguraría un buen futuro para ella y una consolidación en el negocio para iniciar las exportaciones, pero desde ya te digo que no voy a obligarla si no quiere.
—Claro, porque no eres tú el que se está deslomando ahora mismo, ¿verdad?
—Me he disculpado contigo mil veces por estar enfermo y no estar al frente de la empresa, pero te recuerdo que yo lo hice durante veinte años, tú solo llevas uno y no dejas de sacarlo en cara —el hombre se deja caer en el sillón con los ojos cerrados y suspira con cansancio.
—No sé cómo lo harás, pero ella se tiene que casar, es demasiado complicada y yo ya no puedo manejarla, tal vez un marido le siente bien.
—Blanca, ¿a ti te sirvió un marido para calmar tu carácter difícil y libre? —la mujer lo mira algo molesta, se pone de pie y se va de allí dejando solo a su esposo con una sonrisa—. Ya lo sabes, esposa, esto será un desastre, pero no dejarás de insistir, así eres tú.
Se queda allí descansando un poco y pensando cómo puede lograr que su hija se case, pero lo más importante, ¿quién será la pobre alma desafortunada que tendrá que lidiar con su hija?
Mientras él se queda pensativo, muchas cosas siguen ocurriendo en la ciudad.
Por ejemplo, desde hace un par de décadas se estableció allí otra familia, de la cual Ilhan Moreau era su único hijo y esperaban que fuera digno de tomar las riendas de la empresa familiar, pero por el contrario, parecía estar más interesado en ir de fiesta en fiesta y de conocer chicas lindas que le dieran una buena experiencia.
Y eso es lo que hizo la noche anterior, solo que con demasiado público encima, entre ellos la prensa que no deja de seguirlo, porque su figura es bastante codiciada y a sus diecinueve años, promete ser uno de los hombres más escurridizos de Francia.
—¡¿Qué demonios significa esto?! —el grito estruendoso de su padre lo hace saltar en la cama, siente el diario en su cara y se despereza antes de ver lo que esta vez ponen allí.
—Padre, esto no es verdad.
—¡Pero si te fotografiaron! ¡¡Las pruebas están allí!!
—¿Les crees más a ellos que a mí? —le pregunta el chico con expresión dolida y su padre deja escapar un bufido.
—No puedo pasar por alto lo que la prensa dice de ti, tienen fotos, videos, testigos… Ilhan, esto ya me colmó la paciencia y me temo que tendré que tomar medidas más drásticas.
—¿A qué te refieres?
—Si no sientas cabeza por las buenas… tocará por las malas —abre las cortinas para que entre la luz de la mañana y el chico se coloca la almohada en el rostro—. Renée, llama a mi asistente, que prepare la reunión con Durand.
—Orson…
—No digas nada, que el comportamiento de tu hijo es tu responsabilidad, mujer. Siempre lo dejaste hacer lo que se le pega la gana, ahora tendrá que asumir las consecuencias y tú guardarás silencio, porque esta vez no respondo.
Sale del cuarto, dejando a madre e hijo con sus miradas enfrentadas, ella cierra la puerta y se acerca a Ilhan, mientras él se mira las manos.
—¿Me puedes decir qué pasó?
—Prefiero que no, sabes que en esos asuntos prefiero no inmiscuirte, para que mi padre no te ponga entre la espada y la pared.
—Ilhan, sea lo que sea, eso ha terminado de ponerte la soga al cuello… ahora tu padre está muy molesto y te digo, esa llamada a su asistente es grave.
—¿Qué es lo que quiere?
—Quiere casarte… y lo hará.
—¡Ah noooo! —salta el chico de la cama como si fuera lava ardiente—. Yo no me caso, tengo metas que estoy cumpliendo, puede que mi padre no lo sepa, pero soy un empresario exitoso gracias a la herencia de mi abuelo, así que no… no me caso, no le daré mis bienes a una bruja codiciosa.
—No sabes quién será tu esposa —trata de calmarlo su madre, pero no puede.
—No me interesa, seguro será una bruja, en nuestro círculo solo hay de ese tipo de chicas, ya ninguna es dulce como tú… y yo no me quiero casar con una mujer que no sea como tú.
—Puede que una mujer con más carácter que yo no sea malo… piénsalo.
—Sí, puede ser, pero no a la fuerza… mamá, no quiero.
—¡¡Renée, la llamada!! —la mujer da un salto con el grito de su marido y sale de allí para hacer la llamada.
Mientras que Ilhan se queda allí pensando en que esta vez está perdido. Ha logrado cabrear a su padre y lo peor de todo es que ni siquiera es su culpa, nunca lo es. Se deja caer en la cama, se cubre el rostro y se queda allí, sintiendo eso que ha crecido con los años en contra de su padre, mucho rencor.
La llamada que hace Orson es para concertar una cita con un potencial socio, en donde sus inversiones pueden estar aseguradas perfectamente, y que además tiene una linda hija, la que se considera sería la esposa perfecta, la nuera perfecta, en realidad la mujer perfecta dentro de las chicas de su edad.
La cita queda concertada para el día siguiente, como cosa curiosa con el mismo Adrien Durand, quien desde hace un tiempo no ha estado al frente de la empresa, porque está enfermo.
—Como sea, pero este muchacho entrará en cintura, así tenga que venderlo con Durand.
Del otro lado, Blanca sonríe satisfecha, porque su esposo ha decido escucharla y hacer que Sylvie se case con un joven de la alta sociedad.
Así es como al día siguiente, el hombre entra en las oficinas de Viñedos Durand con aire de suficiencia, mirando a todos por el hombro, sintiéndose importante solo por ser el futuro suegro de la heredera de los Durand.
Orson es anunciado por la asistente y Adrien permite que lo hagan pasar de inmediato, ambos se dan la mano, toman asiento y comienzan a tratar primero el acuerdo comercial. Con ese llegan a puerto enseguida, porque Orson quiere invertir y Adrien se quiere expandir, por lo que el trato le beneficia bastante para eso.
—Orson —le dice Adrien sirviéndole un vaso de jugo de uva—, para Viñedos Durand es un placer poder cerrar este trato con su empresa de inversiones, eso nos permitirá el poder iniciar una extensión en el proceso de exportación.
—El placer es mío y espero que podamos concretar mi ofrecimiento de matrimonio, en verdad me complacería que mi hijo sea el esposo de una jovencita tan carismática e inteligente como tu princesa.
—Sí, mi Sylvie es mi princesa, por eso mismo no puedo negarte que me causa temor casarla con tu hijo… todos conocemos la fama que tiene.
—Precisamente por eso ella es un buen partido, sé que pondrá en el camino correcto a mi hijo y él podrá darle un poco más de alegría a la vida de tu hija, que no es desconocido su falta de vida social. Estoy seguro que serán la pareja perfecta, llena de alegría y vida, pero ella pasará a la historia como la mujer que cambió a Ilhan Moreau.
Adrien Durand se queda pensativo un momento, porque el ofrecimiento de Orson Moreau no era descabellado para nada, pero había algo a lo que le temía más que casarla con el don Juan de Marco de Metz… y eso era la reacción de su princesa.
Sin embargo, se le ocurre una idea que su princesa no despreciará, así que decide arriesgarse.
—Está bien, pero primero nos reuniremos en una cena en mi casa y desde ya te digo que no será fácil.
—Con ninguno de los dos —admite Orson, se miran unos segundos y se echan a reír.
Eso, que se rían ahora, porque lo que se viene luego no será nada fácil.
Sylvie está inmersa en su estudio, con los audífonos puestos para evitar que cualquier ruido la interrumpa, es por eso por lo que no puede oír el ajetreo en la casa para preparar la cena con los Moreau. Mueve el lápiz al ritmo de aquella canción que le parece casi un himno de vida mientras lee los apuntes de la clase y trata de encajarlos en toda aquella información para el examen, es por eso por lo que no se da cuenta cuando su madre entra, solo se da cuenta de su presencia cuando se para a su lado.—Madre… —interrumpe su pregunta cuando ve que tiene un funda entre sus mano y una sonrisa que podría derretir cualquier hielo, se quita los audífonos y le pregunta—. ¿Y eso?—Es tu vestido para esta noche, tu padre quiere que te veas hermosa, porque ha cerrado un trato para comenzar las exportaciones y como futura CEO de la empresa, quiere que des una buena impresión.—Claro… déjalo sobre la cama —dice ella sin mayor emoción y regresa a sus estudios, pero su madre la detiene.—¿No quieres
Decir que se había desatado la tercera guerra en la casa de los Durand es quedarse corto, pero al menos Orson logró salir dignamente de aquella mansión, manteniendo un poco la compostura mientras Ilhan no dejó de decir que no iba a casarse con la princesita de los Durand.Por su parte, Sylvie no encontró nada mejor que, ante aquel apelativo tan sarcástico e impropio para una chica como ella, lanzarle un postre a Ilhan que lo dejó bañado desde la cabeza al hombro y salió de allí como la reina que era.Blanca se disculpó y los acompañó a la puerta, mientras que Adrien con un suspiro caminó hasta el jardín, lugar que Sylvie buscaba para respirar y así evitar el homicidio.Allí la encuentra, sentada en la banca, con las piernas recogidas y mirando el cielo despejado.—Sabía que algo así me iba a pasar, pero siempre esperé que viniera de mamá.—Lo siento, mi pequeña, pero no tuve otra alternativa.—¿Tan mal negociador te has vuelto que tuviste que venderme? —ella lo mira al tiempo que se l
Sylvie se prepara para salir a la universidad, pero su madre la detiene antes de que se vaya sin desayunar.—Hija, ¿no comerás?—Desde anoche no tengo apetito, así que no, no comeré.—Pero mi amor, no puedes irte así, son tus exámenes y…—Madre, no lo hagas —levanta una mano en señal de advertencia para que no siga hablando—, no me vas a contentar con panqueques con chocolate y crema ni malteada de frutilla —Sylvie toma las llaves de su coche y le da una última mirada a su madre—. Ahora me voy, quiero llegar temprano.—Si no te quedarás, al menos deja contarte algo —Sylvie rueda los ojos y se voltea a ver a su madre—, Orson Moreau llamó y me pidió que te avisara que su hijo te quiere ver, hoy.—Dile que estaré libre para las seis de la tarde —la voz le sale sin emoción, como si se tratara de una transacción para ella—, si es que está despierto a esa hora, que me vea en el café cerca de la oficina de papá y dile que me gusta la puntualidad, si a las seis y cinco no llega, me voy.—Sylv
Ilhan se queda mirando a Sylvie, sonríe y asiente satisfecho. Definitivamente a cada segundo que pasa, esa chica lo sorprende mucho más.—¿Es por eso que quisiste reunirte conmigo hoy, en lugar de en tres días más?—No entiendo, mi madre me dijo que tú querías verme hoy, eso fue lo que dijo tu padre.—No, yo quería que fuera en tres días, al parecer a toda costa quieren que nos pongamos de acuerdo para casarnos.—Créeme, te lo habría agradecido, en tres días estaré libre, pero vamos, a lo que vinimos, te escucho.—Ni tú ni yo estamos de acuerdo con este matrimonio, pero estoy dispuesto a hacerlo, siempre que me ayudes con algunas cosas y que me garantices un divorcio limpio, rápido y fácil dentro de uno, máximo dos años.—En tres —dice Sylvie sin poner objeciones a lo demás, el mesero se acerca con sus pedidos y ella le hace espacio al chocolate.—¿Tanto quieres estar casada con un extraño?—En tres años terminaré mis estudios, luego de eso puedo irme a donde quiera, con quien quiera
Sylvie va conduciendo tras el Audi de Ilhan sonriendo por la ocurrencia del chico, después de todo no le parece tan cínico, le dijo todo de frente y ya sabe que él seguirá viéndose con algunas amantes, solo que ya no de manera abierta, como estaba acostumbrado.Se detienen en un semáforo, se queda mirando el anillo y lo ve de otra manera, ya no con esa sonrisa burlona, sino con una llena de esperanza.—¿Será que alguna vez alguien quiera casarse conmigo por mí y no por un trato? —mira unos segundos más el anillo y luego suelta una carcajada sonora.Es obvio que no dentro de su círculo, porque esos hombres lo que quieren son mujeres modelos, calladas, sumisas, sin pensamiento propio y la inteligencia suficiente para encender la estufa y cortar vegetales. Y ella era todo lo contrario.Para cuando el semáforo les ordena avanzar, Sylvie recupera su actitud de siempre, es mejor que no se le ocurra sacar esa parte oculta, porque puede salir muy dañada.Ve que Ilhan se detiene frente a un ed
Por los ojos de Sylvie pasaron unos veinte vestidos de novia, pero ninguno le gustó, hasta que dio con uno que su madre odió, por supuesto, en especial porque la pedrería era de color gris mate y eso a ella no le gustó.Para zanjar el asunto, Sylvie llamó a Ilhan y lo citó en la tienda, este por supuesto que llegó de inmediato, porque dentro de su trato estaba el volver locos a sus padres con todo lo relacionado a la boda.Po supuesto que Blanca se espantó cuando lo vio llegar en medio de la prueba del vestido, el mismo que Sylvie se había puesto para asegurarse que sí era lo que quería. Los ojos de Ilhan se dedicaron a ver cada detalle del vestido, que era de tipo corsé, con una falda amplia y de un bordado precioso.Solo se paró frente a ella, le tomó la mano, le dio un beso en la mano y le dijo frente a todas las mujeres espantadas por aquel novio viendo a la novia antes de la boda.«—Sencillamente hermoso, es el mismo tono de nuestro sofá… si entras con ese vestido en unos días, p
La limusina se da un par de vueltas para dar tiempo a que todos los invitados se trasladen al centro de eventos en donde se ha organizado la fiesta.—¿Le entregaste la canción al DJ para nuestro primer baile? —pregunta Ilhan.—No, corría el riesgo de que mi madre se diera cuenta y no quise que nos arruinara el momento.—Chica precavida —le dice él, ofreciéndole el puño para que ella lo choque.El chofer del vehículo recibe un llamado y luego toma el camino para ir al centro de la fiesta. Por supuesto, el primero en bajar es Ilhan, quien de inmediato le ayuda a Sylvie a salir, le ofrece el brazo y los dos caminan por el arco de flores que han dispuesto en la entrada.Los primeros en saludarlos y felicitarlos son sus padres, luego se acercan demasiadas personas que ellos no tienen idea quiénes son. Sylvie camina con soltura gracias a que no lleva zapatos y agradece que el piso sea de madera, así no sentirá frío. Se va con el DJ, le entrega una memoria USB en donde solo hay un archivo, m
Los dos se apoyan en la pared del elevador, suspiran cansados al mismo tiempo, lo que a Ilhan le provoca una risita. Sylvie lleva las manos a su cabello, arrancándose la famosa tiara que su madre insistió que usara. —Solo quiero… —Sylvie se quita las horquillas del cabello y este comienza a caer por su espalda—. Libertad al fin. —Creo que te falta un poco más para eso, ese vestido se ve apretado. —Demasiado, no pude comer nada y había cosas que se veían exquisitas —hace un puchero que le provoca una carcajada a Ilhan. —Si te consuela, yo tampoco probé nada —las puertas se abren, ellos se meten al departamento y Sylvie se va a la cocina. —Me haré un sándwich y un té, ¿tú quieres? —No, gracias… prefiero ir a descansar —Ilhan camina directo a su cuarto, pero Sylvie lo detiene. —Oye, si no es molestia… ¿podrías ayudarme con el cierre de esta cosa? Ella se da la vuelta, coloca todo su cabello delante, dejando su espalda libre y la cremallera expuesta. Ilhan traga grueso, se acerca