ANDY DAVIS
—¡¿Embarazada?! —exclamé emocionada e inquieta. No podía sonreír más de lo que ya lo hacía. Mi corazón golpeaba tan fuerte como un tambor y de pronto no sabía si reír o llorar por la emoción.
—Así es… —contestó el doctor mientras revisaba mis estudios—. Me alegra que la inseminación artificial haya dado resultados tan satisfactorios. Al parecer tienes tres semanas de gestación. El producto está bien implantado. Ahora solo falta revisar si es uno solo o gemelos.
Hizo a un lado el folder con los resultados de sangre y sacó los de ultrasonido mientras sus palabras aumentaban mi sorpresa.
—¿Gemelos? —pregunté ansiosa. Me faltaba la respiración. Mi esposo y yo nos habíamos esforzado tanto por tener un hijo, si eran dos, sería una bendición.
—En la fertilización in vitro suele haber gestaciones múltiples, pues inoculamos varios óvulos fecundados para aumentar el porcentaje de éxito —dijo el doctor con una sonrisa mientras revisaba el estudio—, y como decía, hay dos productos que lograron implantarse. Tendrá mellizos.
Abrí los ojos y de pronto tuve tantas ganas de llorar de alegría. Apreté los dientes y me incliné hacia el estudio mientras el doctor me lo mostraba. En realidad, no entendía mucho, pero las palabras del doctor se me quedaron grabadas: «Tendrá mellizos».
—Mellizos… —susurré con el poco aliento que me quedaba y acaricié mi vientre. Aún no los sentía, pero de saber que estaban ahí, creciendo dentro de mí, estaba llena de dicha. No había otra cosa en el mundo que me pudiera hacer más feliz, ni siquiera había algo que pudiera arrebatarme esa felicidad.
Salí de la clínica con los papeles en la mano y mi corazón saltando del pecho, ansiosa por llegar a casa y dar la noticia. Habían pasado cinco años desde que me había casado con John. Cinco años intentando concebir un bebé. Cinco años de fallar y terminar llorando entre sus brazos, sintiéndome insuficiente como mujer. El dolor y la decepción hacia mí misma aumentaba con cada prueba de embarazo negativa, así que decidimos que lo mejor sería recurrir a la reproducción asistida. No había sido más fácil, pero sí más efectivo.
Al llegar a casa la alegría aumentó con creces. Cada paso que daba hacia la entrada mi euforia aumentaba, quería entrar dando brinquitos como una niña pequeña y las palabras se peleaban en mi boca por salir. Abrí la puerta y mi estómago se retorció de la emoción. Corrí hasta que la silueta de mi esposo me confirmó que estaba en la sala. Se encontraba de pie delante de la ventana, con la mirada perdida y una seriedad que no reconocía.
—¿Johnny? —pregunté con la alegría apagada, pero aún latiendo en mi garganta.
—Por fin llegaste —quien respondió fue mi suegra. Estaba sentada en el sofá con aires de ser la reina de todo. Cabía mencionar que nuestra relación no era la mejor y empeoró cuando los años pasaban y no le daba ningún nieto.
Antes de poder decir algo, una chica hermosa y más joven que yo se acercó con actitud tímida pero la mirada fija en mí, retadora, antes de colgarse del brazo de John, quien me vio de pies a cabeza con lástima y resopló.
—¿Qué ocurre? —pregunté sintiendo un hueco en el pecho que se hacía cada vez más grande. En ese punto la emoción de mi embarazo ya no era tanta.
Mi suegra se levantó del sofá y tomó unos papeles que descansaban sobre la pequeña mesa de centro. Su taconeo me erizó la piel antes de que me mostrara el documento, agitándolo frente a mí con desprecio.
—Fírmalo cuanto antes para que puedas empacar e irte —sus palabras eran filosas y cargadas de rencor.
Empecé a leer, pero no podía concentrarme. La mujer desconocida se refugiaba con mi esposo y la palabra divorcio empezó a resaltar en el documento. El aire se volvió denso y me dieron ganas de vomitar.
—¿De qué se trata esto? —Levanté la mirada hacia ellos, buscando una explicación—. ¿John? ¿Quién es ella?
Con el ceño fruncido y desviando la mirada, posó su mano sobre las de la chica, pequeñas y delgadas, que se aferraban a su brazo como alguna vez las mías lo hicieron. Compartieron una mirada de complicidad antes de que por fin mi esposo rompiera el silencio.
—Andy, Lynnet está embarazada —soltó volteando hacia la chica a su lado y posó su mano sobre su vientre de manera protectora, haciéndola sonreír con suficiencia, como si este fuera un juego y ella me hubiera ganado—. Necesito un hijo, lo sabes, y ella me lo está dando.
Sus palabras fueron como un golpe directo al corazón, tan fuerte que me hizo retroceder un par de pasos, tan duro que me dolió el pecho.
—¿Cuándo…? ¿Por qué…? —no pude terminar ninguna pregunta, me estaba quedando sin aire.
—¡Y quedó embarazada de forma natural! —exclamó mi suegra con orgullo, acercándose a la feliz pareja y posando su mano sobre el hombro de ella—. Entenderás, Andy, que no quiero que mi nieto venga de una madre enferma e inútil. ¡Eres una buena para nada! Ni siquiera como mujer sirves. Tu útero no funciona y ¿así esperabas que mi hijo se quedara a tu lado para siempre?
—Un momento… —pedí mientras recapitulaba cada palabra que había dicho—. ¿Embarazada de forma natural?
Levanté mi atención hacia John, buscando una explicación. Su rostro era una máscara de seriedad, pero contrario a lo que esperaba, no desvió la mirada ni se avergonzó, por el contrario, alzó la frente mientras tensaba las mandíbulas.
—Me fuiste infiel… —No fue pregunta, no tenía sentido dudarlo. Ni siquiera hizo el intento de disculparse o decir: no es lo que parece, como cualquier infiel con un mísero gramo de arrepentimiento—. ¿Desde cuándo están juntos? ¿Cuánto tiempo llevan burlándose a mis espaldas?
»Dime, John, ¿cuánto tiempo llevas jugando a ser el esposo perfecto mientras te veías a mis espaldas con esa mujer? ¿Por lo menos tienes el valor de decírmelo? —Apreté mi corazón con todas mis fuerzas mientras luchaba por mantener el tono de mi voz firme y decidido.
ANDY DAVIS—No tiene sentido hablar de eso en este momento —dijo John mientras acariciaba la mejilla de su amante y esta levantaba su mirada hacia él. Había chispas entre ellos. Derramaban miel, pero para mí era veneno puro. Cuando la chica se alzó en las puntas de sus pies para alcanzar los labios de mi esposo decidí que yo también podía jugar en este juego y salir victoriosa. En cuanto sus labios se tocaron, saqué mi teléfono y tomé un par de fotografías, tomándolos por sorpresa antes de guardar mi celular en el bolsillo. —¿Qué se supone que…? —No dejé que mi suegra indignada terminara su pregunta cuando les ofrecí a los tres una amplia sonrisa.—Se llama evidencia… —contesté mientras volvía a revisar el contrato de divorcio, esta vez con más atención y el corazón frío. Como me lo esperaba, yo no sacaría nada de este matrimonio. No me darían ni las gracias por haber desperdiciado cinco años de mi vida amando a un ingrato y soportando a una bruja como suegra. —¿Evidencia? —pregunt
ANDY DAVIS—¿Cómo que no…? —ni siquiera terminé de preguntar cuando ya me sentía mareada y con náuseas. —Lo siento tanto, créame que fue un accidente —contestó el doctor verdaderamente apenado.—¡¿Un accidente?! ¡Me acaba de decir que mis hijos no son de mi esposo! ¡¿Cómo pudieron equivocarse?! ¡No concibo que una clínica de su categoría…!—Señora, le juro que la pasante que confundió las muestras ya fue despedida —insistió el médico cada vez más avergonzado del error.Por un momento caminé en círculos dentro del consultorio. Lo que parecía un día en el que nada podría salir mal, en realidad era un día en el que todo estaba saliendo mal. Primero la traición de John y ahora eso. La encargada de fecundar mis óvulos con el esperma de John se había equivocado y ahora estaba embarazada de… ¡quién sabe quién! ¿Cómo habían dejado algo tan importante en manos de una novata? ¡¿Qué, nadie la estaba supervisando?! Bueno, era obvio que no. —Si mi esposo no es el padre de mis hijos… entonces, ¿
DAMIÁN ASHFORD—¡Estás loco! ¡No tienes corazón! —exclamó la mujer con la mirada llena de ira y sus manos en su vientre, protegiendo a mi hijo de mis palabras—. ¿Cómo puedes hablar así? No es un juguete que puedas tirar a la basura. Eres un demonio. Me quedé en completo silencio, viéndola una vez más. No estaba acostumbrado a esa clase de respuestas y era sorprendente que esa mujer se comportara como una fiera conmigo. ¡¿Quién carajos se creía que era?! —Es mi esperma —dije entre dientes tomándola del brazo y acercándola de un tirón, creí que sería suficiente para que, como otras solían hacer, pidiera disculpas y llorara, pero, por el contrario, lo primero que hizo fue lanzarme una bofetada que pude atrapar sin separar mi atención de su rostro iracundo. —Son mis óvulos —respondió sosteniendo mi mirada. Fascinante, no planeaba ceder. Era feroz y no tenía consciencia del peligro que significaba hablarme así. No era la clase de mujer aburrida con la que siempre me encontraba y… aunqu
ANDY DAVISMe quedé por un largo rato tirada en la cama, repasando lo lujosa de la habitación. Era el secuestro más costoso que alguna vez me habría imaginado que sufriría. Y sí, no había otra manera de describirlo, era imposible escapar de la habitación. Los guardaespaldas no se separaban de la puerta y afuera de mi ventana también había hombres vigilando. Empecé a sentirme claustrofóbica y esperaba que mi respuesta fuera suficiente para que ese hombre me dejara en paz. Ya estaba harta de los hombres poderosos y su necesidad imperiosa de tener hijos a costa del corazón de una mujer.Cuando la noche estaba a punto de caer, la puerta se abrió, tomándome por sorpresa. De un saltó me bajé de la cama y esperé. Temía lo peor, pero solo era el ayudante, acomodándose las gafas y ofreciéndome una sonrisa tímida. —Señora Andy, el día de mañana se le realizará el procedimiento de legrado —dijo con una sonrisa que no compartía—. Será en la clínica por la mañana. El doctor me pidió que le diera
DAMIÁN ASHFORDEl tic tac del reloj era suficiente para desconcentrarme. No podía enfocarme en mi trabajo pensando que mis hijos estaban siendo extraídos como si fueran un tumor del vientre de esa irritable, pero atractiva mujer. Era una cuestión que me causaba rabia conforme más lo pensaba. Tenía la incertidumbre del arrepentimiento, pero también el consuelo de que algo dentro de mí me decía que estaba haciendo lo correcto. Lamentablemente no era suficiente para que mi mente se enfocara. —¿Señor? —preguntó mi ayudante asomando apenas la cabeza por la puerta. Revisé mi reloj de pulso y me pregunté qué carajos hacía aquí, ¿no debería de estar aún en la clínica, supervisando que todo estuviera saliendo según lo planeado? —¿Qué haces aquí? —contesté de mala gana y levanté la mirada hacia él—. ¿Ya acabó el procedimiento?—Ah… no —respondió tragando saliva de manera sonora. —¿Entonces? —pregunté con más firmeza y demanda en la voz. Entró con paso tembloroso y se plantó frente a mi escri
DAMIÁN ASHFORDLlegué a primera hora a la sede de mi empresa donde Andy estaba intentando conseguir trabajo. Había viajado toda la noche para poder estar ahí a tiempo, tal vez fue innecesario, no era que no pudiera enviar órdenes desde mi oficina, en la sede principal, pero aquí estaba, movido no solo por la curiosidad sino también por las ansias de volver a verla. Caminé con determinación, avanzando entre miradas y susurros. Cada trabajador volteaba a verme admirado de que estuviera ahí sin un motivo aparente o previo anuncio de mi llegada. Mi presencia infundía miedo y respeto, ¿por qué solo conformarme con uno si podía obtener los dos?De pronto mi cuerpo se congeló, mis pies no pudieron seguir andando, era como si una clase de magnetismo me hubiera atrapado. Cuando volteé, la vi. Se encontraba en la pequeña sala de espera afuera del departamento de recursos humanos. Tenía el cabello recogido en un chongo algo desarreglado que dejaba caer mechones a ambos lados de su rostro. Usaba
ANDY DAVISLlegué con toda la actitud a mi primer día de trabajo, con la idea de que nada podría salir mal. El de R.R. H.H. me llevó a la que sería mi nueva oficina y no pude ocultar mi sonrisa al imaginarme cómo podría comenzar a decorarla y poner fotos de mis pequeños cuando nacieran. Este trabajo me causaba mucha ilusión. Entonces, mientras mi mente estaba distraída escuché un suave chiflido que me hizo sentir como si estuviera pasando frente a una construcción llena de albañiles. Volteé lentamente, aún abrazando mi bolso contra el pecho. —Mira nada más lo que tenemos aquí… —dijo un hombre joven y bien vestido. Debía de admitir que era bien parecido, pero tenía un enorme letrero en la frente que gritaba: Patán.—Señor Smith, es un gusto presentarle a la nueva integrante de su equipo —dijo el de R.R. H.H. con una gran sonrisa. El hombre entró a mi oficina, paseando su mirada por mi cuerpo y deteniéndose en mis piernas. Por un momento me arrepentí de haberme puesto la falda y no l
ANDY DAVISDe esa manera me dejó con el corazón congelado y las miradas de todos los trabajadores sobre mí. ¿Qué hacía? ¿Iba por su café o…? —El de R.R. H.H. sabrá de esto —siseé molesta y di media vuelta, directo hacia la oficina para poner mi queja, hasta que la misma chica de lentes grandes me atajó. —No te lo recomiendo… —susurró caminando a mi lado, como si la plática fuera confidencial y secreta—. Smith lleva años en la compañía, es un elemento muy importante. Será un patán, pero es bueno en su trabajo. Eso ha hecho que nadie se meta con él. Cerré los ojos y me rasqué la frente mientras intentaba comprender sus palabras. —¿Me estás diciendo que no lo acuse con R.R. H.H.? —pregunté con fastidio.—Solo te digo que no eres la primera que lo acusa por abuso y acoso, y velo, sigue aquí y todas las que se han levantado en su contra ya no. Saca tus propias conclusiones —agregó con media sonrisa y encogiéndose de hombros—. No sé qué te importa más, si tu trabajo o el orgullo. —El o