ANDY DAVISDe esa manera me dejó con el corazón congelado y las miradas de todos los trabajadores sobre mí. ¿Qué hacía? ¿Iba por su café o…? —El de R.R. H.H. sabrá de esto —siseé molesta y di media vuelta, directo hacia la oficina para poner mi queja, hasta que la misma chica de lentes grandes me atajó. —No te lo recomiendo… —susurró caminando a mi lado, como si la plática fuera confidencial y secreta—. Smith lleva años en la compañía, es un elemento muy importante. Será un patán, pero es bueno en su trabajo. Eso ha hecho que nadie se meta con él. Cerré los ojos y me rasqué la frente mientras intentaba comprender sus palabras. —¿Me estás diciendo que no lo acuse con R.R. H.H.? —pregunté con fastidio.—Solo te digo que no eres la primera que lo acusa por abuso y acoso, y velo, sigue aquí y todas las que se han levantado en su contra ya no. Saca tus propias conclusiones —agregó con media sonrisa y encogiéndose de hombros—. No sé qué te importa más, si tu trabajo o el orgullo. —El o
ANDY DAVISEl señor Smith había sido despedido delante de todos los empleados, de manera humillante, justo cuando se disponían a salir a almorzar. Los gritos que le dio a Nick, el de recursos humanos, inundaron toda la oficina, pero Nick no parecía perder la calma. Las voces resonaban en las paredes, mezclándose con el crujido de las sillas y el murmullo contenido de quienes presenciaban el espectáculo.Echando humo por la boca, Smith salió de ahí hecho un caos, pareciendo un toro de lidia, iracundo y buscando con la mirada a quién se la iba a pagar. Sus pasos resonaban en el piso de baldosas como martillazos, y su sombra se alargaba grotescamente bajo la luz.En ese momento la chica de los lentes gruesos que había encontrado en la copiadora se me acercó sin apartar la mirada de Smith. —Bien hecho, nueva. Nadie había logrado enfrentarlo y salir victoriosa. Has vengado a muchas que hemos sido víctimas de ese bastardo. —Me dio un par de palmadas en la espalda con una sonrisa cómplice.
ANDY DAVIS—Lo haces por ellos...—susurré, apenas capaz de sostener su mirada. Sus ojos eran los de un hombre que no veía fallas en sus argumentos, como si todo tuviera perfecto sentido y lógica.Apreté los labios y negué con la cabeza. ¿Eso era? ¿Un vientre para dar herederos? ¿No veían nada más en mí? ¿Mi valor se reducía a mi capacidad de dar hijos?Me sentí miserable. Parecía que cada hombre que cruzaba mi camino solo veía lo que mi útero podía brindarles, pero, al mismo tiempo, la rabia comenzó a acumularse bajo mi piel, latiendo al ritmo de mi corazón herido.—¿Por qué más lo haría? —preguntó Ashford desconcertado y entornando los ojos. —¡Suficiente! ¡No necesito esto! —exclamé furiosa, decidiendo salir del edificio con lo poco que me quedaba de dignidad—. Quédate con tu trabajo, quédate con tus prestaciones y todo lo que creíste que querría. —¿Vas a abandonar una oportunidad así de esa manera tan infantil? —preguntó divertido, cruzándose de brazos y esbozando una sonrisa odio
DAMIÁN ASHFORD—¿Señor? —preguntó mi ayudante después de tocar insistentemente a mi puerta. —¿Ahora qué? —Torcí los ojos, molesto, odiaba que me interrumpieran cuando más ocupado me encontraba. En verdad cumpliría mi amenaza, estaba acomodando mis asuntos a modo de que pudiera pasar más tiempo con Andy. Lo hacía con el fin de poder estar al tanto de mis hijos, cerciorarme de que ella estuviera comiendo bien y fuera a sus chequeos con el doctor, eso era lo único que me interesaba, estar pendiente de mis hijos… o eso era a lo que me aferraba.—Se fue… —susurró y entonces cada vello de mi cuerpo se erizó. Levanté la mirada hacia mi ayudante y este retrocedió intimidado. —¿Perdón? ¿Qué acabas de decir? —pregunté en un tono bajo, pero con la suficiente potencia para que entendiera que no estaba para bromas y que dependiendo de lo que dijera su cabeza podría terminar separada de su cuello. —La señorita Andy no se presentó a trabajar. Llamó el de recursos humanos y dijo que intentó comuni
ANDY DAVISAunque lo consideré, supe que quedarme en el país era riesgoso. No podía asegurarme de que Ashford no se mantendría vigilándome como lo había hecho últimamente y presentar mi «curriculum» ante cualquier empresa era un riesgo para que me encontrara, si ya no por los niños, tal vez como venganza. Se notaba que era un hombre que no solía aceptar la derrota.Con el corazón en la mano y el miedo en la maleta, decidí que lo único que podía hacer era escapar del país, escapar de John, mi exesposo quien ya había anunciado su compromiso con Lynnet, hablando de ella como si fuera el amor de su vida y actuando como si yo jamás hubiera existido. Ya no tenía nada en este lugar, solo dolor. Necesitaba empezar de nuevo y París parecía un buen lugar.Dentro de un hermoso café con vista al museo del Louvre, revisaba en mi teléfono de algún departamento confortable donde poder vivir, y no podía evitar acariciar mi vientre. Imaginaba a mis pequeños creciendo mientras mi sonrisa se hacía cada
DAMIÁN ASHFORDEl humo del cigarro se disipaba lentamente en la habitación mientras observaba la copa de whisky entre mis dedos. La luz tenue del despacho apenas iluminaba los bordes del cristal, reflejando la oscuridad que sentía dentro. Andy se había ido. No solo se había escapado… sino que ya no había motivo alguno para traerla de vuelta.Había perdido a los mellizos y tenía que ver una y otra vez el dictamen médico para poder creerlo.Esa noticia me había golpeado con más fuerza de la que quería admitir. Nunca imaginé que un día me importaría algo más que mi propio control sobre las cosas, pero cuando escuché sus palabras, cuando con esa frialdad me dijo que los había perdido, algo dentro de mí se quebró. No tuve más opción que dejarla ir. Ya no tenía derecho a retenerla a mi lado, a obligarla a quedarse cuando todo lo que le quedaba de mí era un vacío.Sin embargo, no podía dejar de pensar en ella. Era una tortura. Cada lugar al que iba, cada vez que me perdía en mis pensamiento
ANDY DAVIS—¡¿Embarazada?! —exclamé emocionada e inquieta. No podía sonreír más de lo que ya lo hacía. Mi corazón golpeaba tan fuerte como un tambor y de pronto no sabía si reír o llorar por la emoción. —Así es… —contestó el doctor mientras revisaba mis estudios—. Me alegra que la inseminación artificial haya dado resultados tan satisfactorios. Al parecer tienes tres semanas de gestación. El producto está bien implantado. Ahora solo falta revisar si es uno solo o gemelos.Hizo a un lado el folder con los resultados de sangre y sacó los de ultrasonido mientras sus palabras aumentaban mi sorpresa.—¿Gemelos? —pregunté ansiosa. Me faltaba la respiración. Mi esposo y yo nos habíamos esforzado tanto por tener un hijo, si eran dos, sería una bendición. —En la fertilización in vitro suele haber gestaciones múltiples, pues inoculamos varios óvulos fecundados para aumentar el porcentaje de éxito —dijo el doctor con una sonrisa mientras revisaba el estudio—, y como decía, hay dos productos qu
ANDY DAVIS—No tiene sentido hablar de eso en este momento —dijo John mientras acariciaba la mejilla de su amante y esta levantaba su mirada hacia él. Había chispas entre ellos. Derramaban miel, pero para mí era veneno puro. Cuando la chica se alzó en las puntas de sus pies para alcanzar los labios de mi esposo decidí que yo también podía jugar en este juego y salir victoriosa. En cuanto sus labios se tocaron, saqué mi teléfono y tomé un par de fotografías, tomándolos por sorpresa antes de guardar mi celular en el bolsillo. —¿Qué se supone que…? —No dejé que mi suegra indignada terminara su pregunta cuando les ofrecí a los tres una amplia sonrisa.—Se llama evidencia… —contesté mientras volvía a revisar el contrato de divorcio, esta vez con más atención y el corazón frío. Como me lo esperaba, yo no sacaría nada de este matrimonio. No me darían ni las gracias por haber desperdiciado cinco años de mi vida amando a un ingrato y soportando a una bruja como suegra. —¿Evidencia? —pregunt