DAMIÁN ASHFORD—¿Señor? —preguntó mi ayudante después de tocar insistentemente a mi puerta. —¿Ahora qué? —Torcí los ojos, molesto, odiaba que me interrumpieran cuando más ocupado me encontraba. En verdad cumpliría mi amenaza, estaba acomodando mis asuntos a modo de que pudiera pasar más tiempo con Andy. Lo hacía con el fin de poder estar al tanto de mis hijos, cerciorarme de que ella estuviera comiendo bien y fuera a sus chequeos con el doctor, eso era lo único que me interesaba, estar pendiente de mis hijos… o eso era a lo que me aferraba.—Se fue… —susurró y entonces cada vello de mi cuerpo se erizó. Levanté la mirada hacia mi ayudante y este retrocedió intimidado. —¿Perdón? ¿Qué acabas de decir? —pregunté en un tono bajo, pero con la suficiente potencia para que entendiera que no estaba para bromas y que dependiendo de lo que dijera su cabeza podría terminar separada de su cuello. —La señorita Andy no se presentó a trabajar. Llamó el de recursos humanos y dijo que intentó comuni
ANDY DAVISAunque lo consideré, supe que quedarme en el país era riesgoso. No podía asegurarme de que Ashford no se mantendría vigilándome como lo había hecho últimamente y presentar mi «curriculum» ante cualquier empresa era un riesgo para que me encontrara, si ya no por los niños, tal vez como venganza. Se notaba que era un hombre que no solía aceptar la derrota.Con el corazón en la mano y el miedo en la maleta, decidí que lo único que podía hacer era escapar del país, escapar de John, mi exesposo quien ya había anunciado su compromiso con Lynnet, hablando de ella como si fuera el amor de su vida y actuando como si yo jamás hubiera existido. Ya no tenía nada en este lugar, solo dolor. Necesitaba empezar de nuevo y París parecía un buen lugar.Dentro de un hermoso café con vista al museo del Louvre, revisaba en mi teléfono de algún departamento confortable donde poder vivir, y no podía evitar acariciar mi vientre. Imaginaba a mis pequeños creciendo mientras mi sonrisa se hacía cada
DAMIÁN ASHFORDEl humo del cigarro se disipaba lentamente en la habitación mientras observaba la copa de whisky entre mis dedos. La luz tenue del despacho apenas iluminaba los bordes del cristal, reflejando la oscuridad que sentía dentro. Andy se había ido. No solo se había escapado… sino que ya no había motivo alguno para traerla de vuelta.Había perdido a los mellizos y tenía que ver una y otra vez el dictamen médico para poder creerlo.Esa noticia me había golpeado con más fuerza de la que quería admitir. Nunca imaginé que un día me importaría algo más que mi propio control sobre las cosas, pero cuando escuché sus palabras, cuando con esa frialdad me dijo que los había perdido, algo dentro de mí se quebró. No tuve más opción que dejarla ir. Ya no tenía derecho a retenerla a mi lado, a obligarla a quedarse cuando todo lo que le quedaba de mí era un vacío.Sin embargo, no podía dejar de pensar en ella. Era una tortura. Cada lugar al que iba, cada vez que me perdía en mis pensamiento
ANDY DAVISDe pronto mi cabeza se convirtió en un enjambre de avispas, zumbando insistentes. Miles de pensamientos al mismo tiempo sin un inicio ni un fin. ¿Bastián hablaba de mí? Algo me decía que era demasiado obvio, pero… también tenía miedo de tomarme un papel que no me correspondía. ¿Y si me equivocaba y se refería a otra mujer? ¿Era demasiado egoísta o vanidosa para creer que yo era la dueña de su corazón o demasiado inocente y tonta para pensar que no lo era?—¿Piensas quedarte aquí o solo estás de vacaciones? —preguntó intentando suavizar la tensión del momento. —Pienso mudarme aquí. Estoy alojándome en una habitación de hotel mientras busco donde quedarme —respondí apenada y desbloqueé mi teléfono para que viera el último departamento que estaba considerando.—Me alegra saber que te quedarás —agregó haciendo más grande su sonrisa e ignoró mi teléfono—. Puedes quedarte en mi departamento. Tengo un cuarto libre que no uso. —No lo sé… no quisiera molestar o… —Quería aceptar su
DAMIÁN ASHFORD—Estudié en Oxford la carrera de leyes, graduándome con honores… —dijo la mujer delante de mí, con la mirada distraída en el techo porque no tenía el valor de verme a los ojos—. También participo cada año, en navidad, en el comedor comunitario para los vagabundos y gente sin hogar…—¿Eres estúpida? Eso es un vagabundo… una persona sin hogar —refunfuñé mientras veía su «curriculum» sin darle mucha importancia a su rostro cargado de miedo. Habían pasado cinco años desde que Andy se marchó, desde que supe que había perdido a mis hijos, desde que sentí por primera vez un vacío que ni todo el dinero, el poder o las mujeres dispuestas a lanzarse a mis pies podían llenar. Había construido mi vida con la certeza de que jamás sentiría una pérdida real, de que nada ni nadie podría hacerme tambalear, pero entonces llegó ella… y luego se fue.Al principio pensé que era mejor así. Andy no tenía razones para quedarse, y yo no tenía razones para detenerla, pero con el tiempo, esa exc
ANDY DAVISLa brisa nocturna de París acariciaba mi piel mientras caminábamos hacia el restaurante que Bastián había elegido para celebrar nuestro éxito. Cinco años de esfuerzo, sacrificio y largas noches de trabajo habían dado frutos: éramos los mejores abogados de la ciudad y nuestro bufete era todo un éxito. Tal vez era tirar muy alto, pero tenía la esperanza de que algún día se convirtiera en una firma respetable. En esos cinco años Bastián se había convertido en algo… especial, era prácticamente mi compañero de vida. No solo me había dado un techo, una cama y la seguridad de que no me faltaría nada, sino que había estado a mi lado en los momentos más difíciles, incluyendo mi embarazo y la crianza de los mellizos. Pese a que no eran sus hijos, era imposible no notar la alegría con la que tocaba mi vientre y hablaba con los niños.Éramos todo para el otro, y al mismo tiempo… no éramos nada. Solo un conjunto de miradas cargadas de electricidad, de caricias furtivas, roces de manos,
ANDY DAVISSe me heló la sangre por decir lo menos. Sentí que el teléfono se me caería de la mano mientras Bastián me veía confundido, esperando una explicación. Entonces noté que mi boca se movía, pero ninguna palabra había salido de ella. Parecía un pez fuera del agua.—Pero… ¡¿Qué le pasó?! ¡¿Se cayó?! ¡¿Qué ocurrió?! —pregunté con más desesperación en la voz de la que deseaba.—¡No lo sé!… solo dijo que le dolía el cuerpo y no quería comer nada. De pronto le empezó a salir sangre de la nariz y cuando lo toqué tenía fiebre —soltó la niñera esforzándose por no balbucear, parecía presa del pánico y al borde del llanto. —Voy para allá —logré decir antes de cortar la llamada, no quería seguir lidiando con su histeria mientras yo misma entraba en ella, entonces miré a Bastián con los ojos empañados de terror—. Es León… está en el hospital, está muy mal.Sin hacer más preguntas, Bastian pagó la cuenta apresuradamente y salimos del restaurante a toda prisa. Durante el trayecto, mi mente
DAMIÁN ASHFORDLa puerta del salón privado se abrió con suavidad y entró Mindy Miller, la mujer que mi madre había escogido como madre subrogada. Alta, de rasgos delicados, con una cabellera rubia que caía en ondas perfectas y unos ojos color ámbar que destilaban seguridad.Parecía una modelo en pasarela, segura de su figura y su belleza. No era el tipo de mujer que se amedrentaba fácilmente y su porte dejaba claro que estaba acostumbrada a moverse entre la élite. Pero por más que tratara, no podía ver en ella lo que aún me atormentaba cada noche: a Andy.Se sentó con gracia en el sofá frente a mí, cruzando las piernas de manera calculada. Podía apostar que había tardado horas en encontrar el vestido correct