VIII. unus missing
Las ratas salían del pozo como si huyeran del infierno.

Una tras otra, trepaban por las paredes de piedra húmeda, cruzaban la cripta a oscuras y se perdían en las alcantarillas de la ciudad. Algo las espantaba. Algo que acababa de despertar.

El hombre de la túnica roja lo sabía. Observaba en silencio, rodeado de símbolos hechos con sangre seca y cabellos humanos.

—Falta uno… uno más —susurró, acariciando el suelo con los dedos—. Luego, la llave.

A lo lejos, las campanas de una iglesia repicaron de forma disonante, como si un niño las hubiera tocado al azar. En ese instante, alguien gritó.

—¿Una iglesia? —repitió Salem, recostado en el asiento trasero del coche de Caín, bebiendo directamente de su botella—. Cada vez que una iglesia me llama, muere alguien o me acusan de hereje.

Eva, sentada adelante, lo fulminó con la mirada.

—¿No crees que deberías estar sobrio para esto?

—Cariño… si hiciera esto sobrio, terminaría loco. —Le guiñó un ojo mientras se incorporaba.

Caín detuvo el
Engelberth Serpa

Cuando el hombre de la túnica roja dice que "falta uno", se refiere a que aún falta uno por localizar.

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