Capítulo3
Elowen suspiró para calmar el dolor que sentía en su pecho y, al levantarse para irse a su casa, alguien la detuvo.

—Elo, ¿por qué no te esperaste? ¿No estás de buen ánimo hoy? ¿Qué tal vamos a ver el vestido de novia? Ya llegó el que pedimos a medida, vamos a ver si te gusta, y si no te gusta, lo podemos modificar —dijo Joseph mientras la abrazaba y acariciaba su cabello con cariño.

—No quiero ir, tú eliges el vestido de novia —respondió Elowen.

El día de la boda ella se escaparía y lo dejaría viendo un chispero, así que no pensaba usar el vestido en la ceremonia. Tampoco le importaba cómo era ese tal vestido.

Joseph, notando su indiferencia, comenzó a gesticular con las manos, preguntando con cautela.

—Elo, ¿por qué siento que no estás emocionada por nuestra boda? ¿Acaso ya no quieres casarte conmigo?

Elowen lo miró, sus ojos estaban llenos de miedo, y quería decirle:

—Sí, de hecho ya no quiero casarme.

—Y la razón es obvia, tú me engañaste, pisoteaste nuestra relación, y tú fuiste el que me hizo perder toda esperanza en este matrimonio.

—Ahora, ¿qué derecho tienes para preguntarme esto?

Pero ella no pensaba decirle la verdad en ese momento.

En la tienda de vestidos, cuando Elowen y Joseph entraron, el empleado levantó las cortinas y mostró el vestido de novia que ya estaba listo.

—Señora Benoit, el vestido de novia que el señor Viveiros pidió especialmente para usted desde Francia ya llegó, ¿desea ver si necesita algún cambio? —dijo el empleado.

Tan pronto como terminó de hablar, otra persona que estaba cerca se acercó y tradujo sus palabras al lenguaje de señas.

Al ver esto, los empleados murmuraron sorprendidos.

—El señor Viveiros es tan detallista que incluso contrató a un traductor de lenguaje de señas.

—¡Y no solo eso! Mira ese diamante en el centro, ni más ni menos lo compró el señor Viveiros en Londres, y le pidió al diseñador que lo pusiera en el vestido.

—Él también pagó el sueldo entero del diseñador para este año, asegurándose de que solo trabajara en este vestido de novia.

Las palabras llenas de envidia de los empleados hicieron sonreír a Joseph, que agarró a Elowen por la cintura.

—¿Te gusta? —le preguntó él.

El vestido tenía un diamante rosa del tamaño de un huevo de paloma en el centro, y la falda medía cinco metros de largo, con diamantes pequeños incrustados que brillaban intensamente bajo las luces.

Sus dedos rozaron el vestido.

Ella no podía negar que el vestido era exactamente como le gustaba.

Durante su relación, ella había dicho varias veces que su color favorito era el rosa y que le gustaban los vestidos de novia con cola muy larga.

Joseph había prestado atención a esos detalles, por eso ahora tenía ese vestido tan perfecto.

Sin embargo, por muy lindo que fuese el vestido y por muy brillantes que fueran los diamantes, nada podía arreglar la grieta en su corazón.

—Mira bien, en el centro del diamante están grabados nuestros nombres.

—El diamante es eterno, una joya que siempre perdurará. Por eso he grabado nuestros nombres ahí para que representen mi amor por ti, un amor que será eterno —dijo Joseph.

Elowen miró el diamante, y efectivamente, en el centro estaban grabados los dos nombres.

Giró y vio los ojos llenos de amor de Joseph. Con su corazón lleno de nostalgia le preguntó suavemente:

—¿Tu amor por mí será así de eterno?

Joseph, ansioso, comenzó a gesticular rápidamente, como si temiera que su respuesta llegara tarde y Elowen lo malinterpretara.

—Yo, Joseph, amaré a Elowen por siempre, no solo me bastara una vida, toda la eternidad será suficiente, nunca jamás le traicionaré, y si rompo este juramento, que me parta un rayo en dos por mentiroso —dijo con emoción.

Esas palabras tan apasionadas no lograron calentar un corazón que ya estaba desprovisto de amor.

Sabía que ya había roto su juramento, pero, aun así, seguía actuando frente a ella. ¿No le daba vergüenza?

Elowen apartó la mirada, no quería ver al descarado.

Joseph intentó seguir hablando, pero de repente sonó su celular

Su expresión cambió un poco, y apurado, se alejó para contestar en privado.

Cuando regresó, su expresión mostraba algo de pena.

—Elo, salió un asunto urgente, debo regresar a la oficina. Tú sigue probándote el vestido, y si hay algo que necesite modificarse, avísale al empleado. Cuando termines, el chofer te llevará a casa.

Después de despedirse con un gesto, ni siquiera tuvo tiempo de abrazarla como solía hacer antes de irse rápidamente.

Cuando se fue, los empleados no pudieron evitar emocionarse.

—¡Madre mía, la declaración del señor Viveiros fue tan conmovedora que hasta casi que lloro!

—Aun cuando estaba super apurado por el trabajo, no olvidó darle a la señorita Elowen todas las indicaciones, ¡es un buen hombre!

Elowen sintió solo sarcasmo en su interior.

Joseph nunca la habría dejado sola por trabajo.

Y después de la llamada, cuando regresó, sus ojos claramente mostraban un toque de deseo.

¿Cómo podía ser un asunto de trabajo?

Probablemente iba a ver a su amante, Galilea Caruso, ¿no era así?

Elowen sonrió de la ironía y se dio la vuelta, lista para irse.

Los empleados la detuvieron rápidamente.

—Señora Benoit, usted aún no ha probado el vestido.

Elowen se negó tranquilamente.

—No lo necesito.

Después de todo, el día de la boda solo habrá un "cadáver" de la novia, así que el vestido de novia no servirá para nada.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP