Probablemente por la culpa que sentía, los siguientes días Joseph estuvo todo el tiempo con Elowen, trabajando desde casa mientras revisaba los detalles de la boda.

Hasta que llegó el día de un evento de trabajo, una fiesta de negocios a la que Joseph no podía faltar.

Él insistió en que Elowen lo acompañara, y antes de que ella pudiera rechazarlo, ya había contratado a un estilista para que fuera a su casa.

Cuando llegaron al evento, Elowen vio que Galilea también estaba allí.

Llevaba un vestido de gala ajustado con escote, que resaltaba perfectamente su cuerpo esbelto. Sonrió y se acercó a saludarlos.

—Señora Benoit y usted señor Viveiros —dijo.

Elowen la miró y notó que era completamente diferente a la mujer desafiante de la noche anterior. Ahora, su actitud era tranquila, con una expresión serena, y no parecía para nada incómoda.

Era claro que Galilea actuaba tan bien como Joseph.

En ese momento, Elowen notó cómo la expresión de Joseph cambió al ver a Galilea. Tragó saliva, pero aun así tomó la mano de Elowen y fingió indiferencia, asintiendo.

Cuando las personas en la fiesta vieron a Joseph, se acercaron a él con copas de vino para empezar a conversar.

Algunas de las esposas intentaron hablar con Elowen, pero ella continuó actuando como si no pudiera escuchar, haciéndose la desentendida.

Joseph, sonriendo, les explicó a todos y, preocupado de que ella se sintiera aburrida, fue a buscar pasabocas que sabía que le gustaban y le puso un vaso de jugo cerca, lo que hizo que todos lo felicitaran.

—El señor Viveiros es un hombre tan bueno con ella.

—Ya habíamos oído lo mucho que mima a su prometida, y al verlo hoy, es obvio que es cierto.

Elowen bajó la mirada, mientras sus largas pestañas cubrían la ironía que reflejaba en sus ojos.

Mientras los demás seguían conversando, el celular de Joseph sonó.

Miró la pantalla, su expresión cambió un poco y, algo avergonzado, dijo:

—Disculpen, tengo que atender un asunto de trabajo.

Luego, se acercó a Elowen y le hizo señas.

—Elo, tengo algo que hacer, quédate aquí, pronto regreso.

Elowen miró a su alrededor y vio que Galilea ya no estaba.

Poco después, su celular vibró, era un mensaje de Galilea.

Era una captura de pantalla de una conversación.

La imagen mostraba a Galilea con la espalda desnuda, la cremallera de su vestido bajada hasta un punto que dejaba entrever demasiada piel, con un mensaje debajo:

—Joseph, no puedo subir la cremallera, ¿puedes venir a ayudarme?

Joseph había respondido con:

—Ubicación.

—Estaba en el baño y no podía esperar a darme placer, había gente pasando afuera, ¡bastante excitante! Follamos dos veces seguidas, yo casi que no podía caminar después, ¡y eso es algo que tú nunca podrás darme!

—Ni siquiera usamos condón, y ya ni sé cuántas veces lo hemos hecho sin protección. Me dijo que si me quedo embarazada, debo tener al bebé. Quizá ahora ya haya un bebé suyo floreciendo dentro de mí.

Elowen cerró los ojos, presionando con fuerza el área de su pecho, tratando de aliviar el dolor.

¿En serio estaba tan desesperado que no podía esperar unas horas?

En ese momento, su celular vibró otra vez.

Pensó que era otro mensaje provocador de Galilea, pero al abrirlo, se dio cuenta de que era un mensaje de una agencia de "fingir la muerte".

—Señora Benoit, su nueva identidad ya está lista. Hemos reservado un vuelo para usted para dentro de cinco días a las 6 p.m., con destino a Inglaterra. Necesitamos su confirmación para asegurarnos de que desea irse.

Elowen abrió la cámara de su teléfono y grabó un breve video, mirando directamente a la cámara.

—Confirmo que me voy.

Justo después de terminar de grabar, escuchó una voz apurada detrás de ella.

—¿Qué te vas? ¿Cómo que te vas, Elo?