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El universo que inventamos
El universo que inventamos
Por: Katta T.M.
CAPÍTULO 1: Un sueño muy real

La lluvia torrencial golpea con fuerza mi tejado mientras duermo plácidamente, pero el ruido de la manija de la puerta me despierta; alguien ha entrado en mi habitación…

Todo está muy oscuro y; sin embargo, la luz de los relámpagos que atraviesan la ventana, me permite ver perfectamente su silueta masculina acercándose lentamente; sus pasos son precisos, pero silenciosos y pesar de que no logro ver su rostro, lo reconozco, es él de nuevo…

Mi cuerpo no reacciona de ninguna manera ante su presencia, solamente me quedo quieta mientras camina hacia mí y distingo con cada paso suyo una vez más la galanura masculina que lo caracteriza.

Los latidos de mi corazón se vuelven desenfrenados cuando se sienta en el borde de la cama y aspiro su olor, mientras acaricia mi mejilla suavemente con el dorso de su mano.

—Te extrañé —susurro.

—Silencio. —Se acerca un poco más y retrocedo para darle espacio en la cama.

—Bésame. —Su dedo índice puesto en mi boca interrumpe mi súplica, como suele hacer cada vez que hablo.

Con su mano izquierda acaricia las ondas de mi cabello, mientras que su mano dominante viaja por mi barbilla y resbala por mi cuello, para terminar erizando la piel de mi hombro izquierdo; el toque de su piel caliente y ligeramente áspera, me obliga a dejar escapar un suspiro silencioso.

Cuando su boca se acerca a la mía y su aliento golpea suavemente mis labios, cierro los ojos, esperando ansiosamente que calme mi sed por sus besos; sin embargo, el calor de su respiración se desplaza hasta mi sien y empieza a descender despacio por mi cuello, consiguiendo erizar cada poro que acaricia su aliento. Mi cabeza pierde fuerza y expongo el cuello, dejándome llevar por esa sensación relajante que me produce.

Mis manos son un poco impacientes, no aguantan la tentación de tocarlo y se deslizan desde sus antebrazos, hasta sus hombros y, finalmente, se envuelven alrededor de su cuello. Mis labios suplican por los suyos cuando su aliento los golpea de nuevo, así que no pregunto y simplemente lo beso… me apodero de su boca con los ojos cerrados, disfrutando de ella milímetro a milímetro, mientras él hace lo mismo con la mía.

Esta vez no hay prisa; los dos lo sabemos, mientras dejamos que nuestros labios se exploren y disfrutamos de la cercanía del otro. Su presencia me produce tanta paz, que me dejo llevar por la sensación de estar flotando y mi cuerpo cae lentamente sobre la cama, arrastrando el suyo…

Nos quedamos acostados uno frente al otro, abrazados en la cama, mientras nuestras respiraciones se mezclan y el latido de los dos corazones acompaña el sonido de la lluvia, que se volvió melodioso y tranquilo. 

Trato de descifrar esos rasgos faciales perfectos en medio de la oscuridad y no lo consigo; sin embargo, el deseo de mantenerlo siempre cerca sigue intacto, aunque sé que una vez más no obtendré una respuesta a esa pregunta…

—¿Quién eres?

✍(◔◡◔)

¡Tilín, tilín!; ¡plaf!

Suena el despertador, seguido del ruido que hace en el suelo al caer por el golpe de mi mano, la cual estiré por la molesta y repentina interrupción del aparato; ese pequeño instante de sonido, hizo que el hombre del que estoy completamente enamorada se esfumara.

«Ya no me agradan tanto tus regalos, abuela»…

La luz del sol que golpea mi rostro me obliga a luchar por desprenderme de la cobija para levantarme.

Conseguir sentarme en la cama ya es un logro enorme, después de que hubiera preferido quedarme soñando, pero como siempre, debo aceptar que el hombre que me lleva a conocer el cielo algunas noches, es solo eso, un sueño…

Después de refregar mis ojos, agarro el celular que reposa sobre la mesita de noche y echo un vistazo a mi correo electrónico, como suelo hacer siempre. No hay nada nuevo; sin embargo, aun con los ojos achinados, reconozco el último mensaje que recibí; es del director del instituto de psicología, al cual me matriculé hace un mes.

Decido abrirlo para echarle un vistazo y alcanzo a leer a medias el largo mensaje que ignoré ayer, en el cual nos está dando la bienvenida a los nuevos estudiantes que entraremos este semestre. Un largo párrafo lleno de palabras cálidas y cariñosas me produce sueño de nuevo; nos está felicitando por haber tomado la decisión de matricularnos en el instituto psicológico más prestigioso del país y resalta el hecho de que tiene los mejores maestros que fueron estudiantes del mismo, entre otras cosas que leo mientras me voy cayendo hacia atrás, hasta que…

—¡Mierda!

Debajo del largo mensaje está mi horario de clases, y sí…, hoy es mi primer día.

Doy un salto de la cama, quedándome de pie mientras la hora del teléfono me avisa que voy tarde.

Resulta que mi despertador sonó hace una hora y al parecer me volví a quedar dormida hasta que los rayos del sol me despertaron. Ni siquiera recuerdo haber puesto la alarma anoche, pero sí, ahí está el despertador tirado en el suelo, abierto por la mitad y sin pilas.

Omito reunir las piezas y corro a la ducha. Mientras el agua fría cae, empiezo a desnudarme rápidamente. 

Mi ducha es modesta y hay que esperar unos segundos para que el agua se caliente; sin embargo, meto una mano para tantear la temperatura y cuando creo que no voy a morir congelada, dejo que el agua moje el resto de mi cuerpo; por suerte, se calienta rápido y salgo de la ducha envuelta en una nube de vapor y una sensación reconfortante.

Esta vez rompí el récord, me tomó ocho minutos ducharme, por fortuna; la otra vez, cuando destruí la preciosa lámpara de mesa que también me regaló mi abuela (que en paz descanse), justo el día que debía ir a matricularme, fueron doce minutos de baño.

Con la toalla puesta, empiezo a revolcar todo en mi closet buscando unas bragas cómodas. Anoche alisté un precioso overol de short corto color beige, y una blusa blanca de mangas largas y cuello ancho con la que puedo enseñar mis hombros; sin embargo, como siempre, olvidé dejar lista la ropa interior y ahora tendré que ponerme un sostén color rojo pasión junto con un panti color azul cielo, aunque, teniendo en cuenta que nadie va a ver lo que traigo debajo, no me importa que no combine en absoluto.

Tengo que vestirme rápido y poner toda mi concentración en ello, ya que cuando debo verme presentable y tengo tiempo de sobra, siempre me pasan cosas de las que yo misma me avergüenzo. El otro día estaba maquillándome frente al espejo, vi una mancha en él y comencé a limpiarlo con una toalla húmeda; al final terminé limpiando toda la casa y adivinen qué… sí, salí de casa con la mitad del rostro maquillado y solo me di cuenta cuando volví.

«Todo por distraída».

Termino de sujetar los cordones de mis tenis blancos y me doy un último vistazo en el espejo; por lo menos del cuello para abajo estoy grandiosa, ya que no alcancé a maquillarme ni un poquito y mucho menos a peinarme, pero qué más da…, no tengo tiempo suficiente, así que guardo mi labial rosa en el bolsillo para aplicármelo en el camino y corro a la puerta mientras voy desenredando mi cabello con los dedos.

No sé por qué me emociona tanto entrar a ese instituto; de repente me dio el ataque de ser psicóloga, cuando siempre he querido ser una artista; supongo que se debe a que me gusta ayudar emocionalmente a las personas, además de que sufro viendo novelas y películas, donde los protagonistas no son capaces de comunicarse asertivamente y terminan arruinando sus hermosas relaciones con peleas absurdas.

✍(◔◡◔)

El sol golpea mi rostro cuando bajo las escaleras del porche y el hermoso cielo azul despejado me saca una sonrisa. No dormí lo suficiente y esperaba que lloviera, ya que estamos en invierno, pero por lo menos es un lindo día para salir de casa y empezar una nueva etapa, aunque seguiré enojada con mi despertador por haber arruinado mi grandioso sueño.

«Por lo menos no me mojaré una tercera vez el día de hoy».

Mi reloj marca las siete en punto, justo la hora en la que empieza la primera clase según el horario, así que llegaré unos veinte minutos tarde; sin embargo, no me preocupo porque seguramente, al ser el primer día del semestre, todo estará revuelto al menos la primera hora, o eso es lo que espero…

El instituto queda a más o menos quince cuadras de mi casa; podría parecer lejos, pero para alguien que le gusta caminar, como yo, no lo es. En realidad, no me agrada tomar algún autobús lleno de personas malhumoradas que odian el trabajo al que se dirigen. Soy una chica muy sonriente y aunque tenga un día de m****a, siempre trato de verle el lado bueno a todo, por muy malo que parezca; por eso las personas me miran como si fuera un bicho raro, creen que mi vida es fácil y perfecta, cuando en realidad está muy lejos de poderle llamar así.

La segunda opción sería tomar un taxi, pero, ¡ni hablar!; aunque eso me ahorraría varios minutos, prefiero no hacerlo. Tengo muy mala suerte para encontrarme con pervertidos que no quitan el ojo del espejo retrovisor para comerme con la mirada; siempre me pasa y eso me incomoda mucho, además de que he visto muchas películas de secuestros de ese tipo y conociendo mi capacidad para quedarme paralizada ante el peligro, prefiero no arriesgarme.

Saco los auriculares de mi mochila de pingüino y enciendo mi MP3 mientras camino. La música pop empieza a sonar y mis pasos siguen el ritmo mientras tarareo.

Me encantan las canciones románticas, sin importar el género musical; voy coleccionando todas las canciones cuya combinación melódica me atrape y la letra se refiera al amor, aunque en realidad no conozco mucho del tema. Solo he tenido dos relaciones amorosas en toda mi vida; la primera con un chico de cinco años en el kínder que a duras penas me tomaba de la mano y me daba picos en el cachete, y la segunda con el amor de mi vida…; ese chico maravilloso que visita mis sueños en las noches, aunque supongo que esa es una relación un poco extraña, así que tampoco cuenta y el resultado quedaría en cero de nuevo. Por otra parte, no estoy interesada por ahora en una relación; ni siquiera ha existido el primer hombre que me llame la atención, ya que pienso que todos son demasiado populares, perros o comunes para mi gusto; supongo que me atraen los enigmas.

La música me relaja y empiezo a caminar más lento cuando la canción cambia, siguiendo su ritmo. La libertad que siento al tener unos audífonos puestos o el equipo de sonido a todo volumen, es incomparable…, además de que disfruto cantar tanto como pueda y por eso soy una coleccionista de canciones obsesiva.

Según mi madre, heredé el talento de mi padre para cantar y estoy muy agradecida por ello. 

La música para mí es como ese chico…, ambas cosas me llevan a un estado muy parecido dónde todo es amor, alegría y paz; es como si me transportara a otro universo donde solo puedo ser feliz… Maravilloso, extraordinario e increíble… Así es la música…, así es mi chico fantasma…

✍(◔◡◔)

La fachada del instituto aparece enfrente y algunos estudiantes corren para entrar, pero yo decido seguir caminando; ¿para qué correr si ya estoy aquí?

Tomo aire y cruzo la calle hacia las enormes puertas que siguen abiertas. 

Es lunes, pero no un lunes cualquiera… Algo me dice que este día tiene pinta de que será un lunes muy especial…

Nota de la autora: Si quieren ver el booktrailer de esta historia, vayan a youtube y pongan: El universo que inventamos (Trailer) Mi cuenta es Katta Tocóra ❤ Disfrútenla... 🥰

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