Me muevo despacio dándome la vuelta y me encuentro con sus ojos más cerca que nunca (o por lo menos en la realidad); detrás de él, el director me mira con la misma seriedad en el rostro.
—Sí, disculpen.
Me doy la vuelta nuevamente y…
¡PUM!
Mi frente choca contra la puerta.
«¡Ya trágame tierra!»
No soy capaz de mirar atrás. Achico los ojos reprimiendo mis ganas de maldecir por lo alto mientras tomo aire y abro la puerta del aula.
El docente ni siquiera se percata de mi llegada, o no le importa en absoluto cuando ve entrar al alumno nuevo seguido del director. Aprovecho la oportunidad para moverme rápidamente hacia mi lugar y sentarme como si no hubiera pasado nada.
Miro al maestro mientras saluda amablemente al par de hombres que entraron tras de mí y me entran las ganas de volver a salir (así, con redundancia y todo); es el mismo maestro guapo que me topé en el pasillo y me hizo ese comentario machista; sin embargo, el deseo de abandonar el salón se esfuma en un parpadeo, cuando mi chico fantasma atraviesa el salón y se sienta justo en la siguiente fila, en un pupitre vacío un metro adelante del mío.
Gracias al cielo, mis compañeros tampoco se fijan en mí porque están inmersos en sus asuntos, y para mi suerte, Cristóbal Colón, el conquistador y su cuadrilla no están aquí; se habrán ido detrás de la maestra voluptuosa.
Saco mi espejo para echar un vistazo a mi cara y…
«Oh, no»
Mi frente tiene una mancha roja en todo el centro…
Lo que me faltaba… Resulta que me quedó un recuerdito de la vergüenza que acabo de pasar.
Por suerte soy mujer y cargo un poco de maquillaje en mi mochila, así que inmediatamente busco en mi cosmetiquera y saco una base en polvo para cubrir la mancha.
Mientras me aplico el producto vuelvo a sentir esa mirada sobre mí y descubro a ese hombre encantador observando lo que hago con interés.
No me gusta que me observen cuando me maquillo, pero puedo ignorar eso si se trata de él; sin embargo, su interés en mí no dura mucho, y cuando le dedico mi sonrisa, aparta enseguida la mirada.
El director se disculpa amablemente con el maestro por haber tomado prestado al alumno unos minutos, y deseándonos suerte en las clases, abandona el aula.
Saco mi libro de apuntes para marcar la portada con mis plumones de colores y me entretengo en ello por un rato.
Aquel hombre maravilloso que acelera mi ritmo cardiaco está muy cerca de mí, pero por su posición un poco más adelante, puedo observarlo sin que se dé cuenta. Él no vuelve a mirarme y siento más que nunca la necesidad de que ponga sus ojos sobre mí, al menos una vez más, como lo hizo en la biblioteca.
No quiero que piense que no lo quise ayudar a encontrar el aula, porque en cuanto lo vi, mi cerebro pareció reprogramarse y olvidé todo lo que había hecho antes; creo que me engolosiné a primera vista (como en sueños), pero su presencia me intimida tanto que no me atrevo a llamar su atención.
≧◠‿◠≦✌
El Maestro empieza la clase y todos permanecen silencio; mis compañeros le prestan tanta atención que me siento como si aún estuviera en la biblioteca. Debe ser porque el docente está muy guapo y los alumnos en su mayoría son chicas que lo miran como encantadas; el profesor está tan bueno que se roba toda la atención femenina, y aquellas chicas cuando lo vieron quedaron tan embelesadas que ni siquiera se fijaron en el bombón que entró después y ahora está dándoles la espalda (como a mí).
Yo mientras tanto estoy idiotizada por él y no lo disimulo; casi no consigo apartarle la mirada, pero él permanece ensimismado en la clase y solamente desvía el rostro cuando debe tomar algunos apuntes.
Me fijo en sus pestañas largas, curvas y tupidas, sus cejas bien definidas, su perfecta nariz respingada, y su cabello castaño claro, aproximándose a rubio brillante. Le busco algún defecto, pero no encuentro ninguno; ni siquiera usa piercings ni aretes y al parecer tampoco tiene tatuajes.
No puedo creer que sea tan perfecto… Algún defecto debe tener y tengo que encontrarlo a ver si aterrizo de la nube voladora en la que me tiene montada.
—¡Dios!, ¿estaré loca?
Me llevo la mano a la frente mientras espío su perfil perfecto y enseguida siento unos ojos verdes clavados en mí.
—Señorita Abril, ¿quiere aportar algo a la clase?
«¡Santa cachucha!, ¿cómo pude pensar en voz alta, justo ahora?»
Al parecer el maestro estuvo revisando los expedientes de los alumnos nuevos antes de la clase, porque tampoco me esperaba que supiera mi nombre.
—Lo siento, estaba reflexionando en voz alta; le pido disculpas.
—No estaba mencionando algo referente a los problemas psicológicos, señorita.
—No es sobre la clase, es que tengo un asunto que desde hace una media hora no me puedo sacar de la mente. —Con el rabillo del ojo noto que aquel chico trata de mirarme por encima de su hombro—, pero no volverá a pasar.
—Eso espero. —Abandona el escritorio y camina hacia nosotros paseando sus ojos por cada uno de los presentes—. Bien, quiero escuchar sus puntos de vista.
Casi todos mis compañeros voltean a verme, excepto él.
«¡Changos!, ahora todos me odiarán por lo que acabo de provocar»…
—Señor Allen, ¿podría por favor enseñarles a todos los fundamentos de la empatía? —El maestro enfoca su atención en el causante de mis, ya dos, metidas de pata, y retrocede volviendo a su escritorio.
El hombre de mis sueños no duda ni un segundo en ponerse de pie frente a todos y empezar a hablar como todo un experto en el tema:
—La empatía es una forma de identidad que surge en el siglo XXI. El término se ha utilizado en la literatura y en el cine, pero lo cierto es que hay cada vez más personas que se identifican con el concepto de la empatía. Un “empático” es una persona que ha nacido con variaciones únicas del sistema nervioso central; ello significa, que su cerebro está configurado de manera diferente y que el sistema nervioso funciona de distinto modo en el cuerpo. Un alto grado de sensibilidad general suele ser el principal indicador de este tipo de persona. Todos los órganos sensoriales de un empático tienen bajo umbral de tolerancia, por lo que suelen tener inusual sensibilidad a la luz, a los aromas y a los sonidos (así como a otras sensaciones más sutiles). Un empático también posee una naturaleza emocional muy sensible, que suele ser muy difícil de manejar para la propia persona…
«Vaya, qué interesante»…
Escucho su discurso, ensimismada, prestando atención a cada una de sus palabras, mientras me voy identificando con esa descripción:
—Se han escrito muchos libros sobre las personas “extremadamente sensibles” y ese tipo de material se relaciona en gran medida con el tema que está tratando el maestro el día de hoy. Sin embargo, el hecho de ser extremadamente sensible es solo una parte de lo que hace que una persona sea empática. Debido a la interacción que se da entre la red neurológica extremadamente sensible y la naturaleza emocional de las personas con este perfil, los empáticos son muy intuitivos, lo que significa que tienden a hacer las cosas guiándose por sus sentimientos, por sus sentidos, por sus impulsos propioceptivos, así como siguiendo sus “corazonadas”, etc. En pocas palabras, la empatía es la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo.
«¡Oh, Dios! ¡Así soy yo!»
—La palabra empatía es de origen griego “empátheia” que significa “emocionado”. Por ello decimos que una persona empática es quien tiene las emociones más grandes. Según la psicología, la empatía es la capacidad psicológica o cognitiva de sentir o percibir lo que otra persona sentiría si estuviera en la misma situación vivida por esa persona. La empatía hace que las personas se ayuden entre sí; está estrechamente relacionada con el altruismo, el amor y preocupación por los demás, además de la capacidad de ayudar —finaliza, posando de nuevo sus ojos sobre los míos cuando pronuncia esta última frase.
Me quedo mirando sus ojos sin saber cómo tomarlo… Por un lado, puede ser que piense que no fui empática con él, pero esto también es una señal de que le intereso y quiere hacerme saber lo que piensa.
—Muy bien Alex, excelente forma de exponer el tema. —Lo adula el maestro—. Felicitaciones, tienes tu primer diez.
Él asiente dándole las gracias y vuelve a su pupitre.
«“Alex”, ¡qué nombre tan hermoso!»
De hecho, es mi nombre masculino favorito.
—Para concluir el impecable discurso del señor Allen —añade el maestro—. Los empáticos viven dominados por su propia naturaleza intuitiva. Esto es totalmente cierto, pero a pesar de ser algo bueno, también tiene su lado malo. Después de haber estudiado a personas empáticas durante nueve años, puedo decir que la mayoría de aquellas que se han dado a conocer como empáticas sufren de algún tipo de desorden o trastorno mental. Lo cual en este tipo de personas es inofensivo hacia los demás, pero para ellos resulta algo difícil de llevar en algunas ocasiones, pues muchas veces prefieren cargar con el peso y los problemas de las demás personas con tal de que no sufran.
«De nuevo es como si me describiera»…
—Dada mi formación como docente en salud mental, este tema me resulta fascinante y se ha convertido en un área especial de mi trabajo de investigación —continúa—. La empatía es una reacción inmediata e inconsciente, que no pasa por la razón y el intelecto, y que lleva a una persona a participar afectivamente en la situación de otra, por lo que se habla de la empatía como una cualidad innata del ser humano; sin embargo, la empatía puede estar más o menos desarrollada en una persona y se puede trabajar para ponerla en función de los vínculos sociales y convertirla en hábito, sin permitir que esto afecte a la persona misma —concluye—. Espero que les haya quedado clara la definición de este valor, porque sí; la empatía es uno de los valores más importantes que posee el ser humano.
En definitiva, yo soy extremadamente empática, así que…
«¿tendré un trastorno mental?»
Según lo que dice mi chico fantasma y el docente experto en el tema, podría afirmar que es cierto.
No me agrada mucho la idea de tener un trastorno, aunque eso lo sospeché desde un principio y; sin embargo, me gusta.
¡Si soy empática!, y estoy orgullosa de ello, aunque tal vez él ahora piense lo contrario…
Lo miro y presiento que me voy a volver loca, o tarde o temprano va a causarme un paro cardíaco.
Necesito explicarle lo que pasó, pero, ¿cómo? Es la única persona que ha revuelto mis emociones en toda mi vida, y las ha hecho dispararse como nunca en tan solo unos segundos; no puedo permitir que opine mal de mí.
«¡Cielos! ¿Desde cuándo me importa tanto la opinión de alguien sobre mí?»
Sin embargo, él no es simplemente “alguien”. El mundo entero que se joda, pero él no puede considerar que sea una antipática.
≧◠‿◠≦✌
La clase transcurre muy normal a partir de ese momento hasta que suena el timbre y es hora del receso.
«¡Gracias al cielo!»
Necesito este descanso; quiero salir a despejar mi mente y encontrarme con Rachel. Tal vez ella pueda devolverme a mi planeta, o desmayarse cuando le cuente que “Sexi Ghost” (como ella lo llama), es real, y apareció…
Hola mis bellezas, espero que les esté gustando la historia. Estaré subiendo un capítulo por día. No olviden seguirme y dejarme sus votos y comentarios. :3
El silencio reina en el salón luego de que todos ya se fueron.Alex fue uno de los últimos en abandonar el aula, y efectivamente cuando el maestro se marchó todas las mujeres de la clase empezaron a mirarlo con interés, y no las culpo, es el hombre más guapo del instituto, incluso más que el maestro de neurociencia por el que babeaban hace un momento.Dos de ellas tuvieron el descaro de coquetearle, parándose en la puerta y pasándose la mano por el pelo, riendo tontamente como un par de estúpidas, aunque él ni las miró; pidió permiso y atravesó la puerta cruzando frente a ellas sin siquiera notarlas. No pude evitar sonreír mientras ellas ponían cara de decepción y se apartaban de la puerta para mirar cómo él se iba caminando por el pasillo.«¡Malditas lagartas!»Me hubiese acercado a él si nos hubiéramos quedado a solas, aunque temo que tal vez quiera plantearme que aprenda algo de la clase…¡No puedo seguir así!, tengo que salir a despejar mi mente. Él ya se fue de todos modos y ya m
Decir que estoy nerviosa sería mentir; la realidad es que me tiemblan las piernas a medida que me voy acercando a él y a diferencia suya cuando él lo hizo en la biblioteca hace un rato, yo no me siento poderosa, sino más bien atemorizada… ¡Qué digo atemorizada!, ¡aterrada! Su mirada se eleva al escuchar mis pasos y me mira con… ¿Sorpresa?; sin embargo, su rostro esquiva mis ojos de inmediato y vuelve al libro que reposa sobre sus manos. —¡Hola!, mucho gusto. —Consigo sentarme en el pupitre justo delante del suyo y le tiendo la mano—. Soy Abril Harrison. Su mirada vuelve a elevarse a mis ojos y parece pensar por un par de segundos si debería estrechar mi mano, pero lo hace. —Alexander Allen. Durante ese pequeño instante parezco congelarme con su mano apretando la mía y sus ojos clavados en mis iris. El contacto de su piel me deja tiesa, aunque por suerte no dura mucho y reacciono luego de aclararme la garganta: —Lamento lo de hace rato, en realidad no recordaba el número del aula,
Me llevo la mano al pecho tratando de calmar los latidos de mi corazón mientras le dedico mi mejor mirada de agradecimiento y sus ojos me dicen que no hay nada que temer. Ahora sé que estoy a salvo, aunque el lío aún no ha terminado.Los dos sujetos que quedan de pie dejan de prestarme atención para fijarse en Alexander y se precipitan hacia él, uno por cada lado. Casi puedo percibir sus intenciones de acorralarlo como a mí; sin embargo, antes de que pueda preocuparme, Alex reacciona tan rápido que terminan chocando entre ellos y cayendo de culo en el suelo.Aprovechando la oportunidad, Alexander agarra a uno de ellos por el cuello de la camisa y le propina un puñetazo tan fuerte, que lo hace estampar contra el suelo. El último ni siquiera se atreve a desafiarlo y tomando a su compinche por el brazo, lo arrastra hacia el otro lado del callejón, mientras que el primero, apenas empieza a levantarse del suelo y algo atontado por el golpe, empieza a correr junto a los otros dos.Los dos n
Me despierto con el canto de un gallo que no había escuchado antes y la hora en el reloj me muestra que todavía faltan treinta minutos para que suene la alarma.Me paso las manos por los ojos, fastidiada y decido levantarme de una vez.Anoche no soñé con Alexander y eso me hace sentir aún más desalentada.Deseo tanto que pase… Estoy tan impaciente por verlo en mis sueños de nuevo y decirle tantas cosas, que no he pensado en el hecho de que pueda volver a arruinarlo, pero solo quiero que lo sepa; nunca le he confesado mis sentimientos en sueños y creo que es el momento.Jamás había sentido tanto que soy de él y él es mío, como ahora que apareció, y aunque en esta realidad apenas esté empezando a conocerlo, el Alexander de mis sueños debe saber cuán importante es para mí; quizás de esa forma me pueda reconocer un poco.Esta vez puedo disfrutar de una ducha un poco más larga y puedo tomarme mi tiempo para acicalarme. Elijo un vestido rosa pastel que me llega un poco más arriba de las rod
Y colorín colorado, este cuento ha terminado… O eso pensé cuando lo vi irse junto a ella al salir de la heladería. Ni siquiera sé cómo no se me ocurrió que un hombre tan apuesto no podría estar soltero. En el gimnasio traté de opacar mi tristeza con un montón de esfuerzo extra en los ejercicios y lo conseguí, o al menos hasta que llegué a casa. Ahora estoy aquí, sentada en el mueble de la sala, pensando en él mientras espero que llegue Rachel para poder desahogarme con ella como quiero. Mi amiga llega más rápido de lo esperado. Le narro en resumidas palabras lo sucedido en la heladería, mientras me quejo de que ya todas mis ilusiones están perdidas. Ella parece no preocuparse en absoluto y se burla de mi berrinche, porque según ella, estoy creando una tormenta en un vaso de agua. Dice que no tengo por qué rendirme porque Alexander es muy especial para mí y el hecho de que sueñe con él debe tener un propósito que aún no descubro, pero que con el tiempo voy a entender, y quizás él
Alex no parece ni en lo más mínimo ser un donjuán, por el contrario, es un chico serio, mesurado y tan centrado en sus propios asuntos que ni por un segundo se fija en las demás chicas hermosas de la clase, pero esto me lleva a pensar que tal vez es por la simple razón de que tiene novia; sin embargo, ¿por qué siento que me presta una atención especial? Creo que debo dejar de soñar… Tal vez él solamente quiso ser amable conmigo al darme el libro y yo confundí su actitud; lo malinterpreté desde el primer día que entró a la biblioteca y caminó hacia mí para pedirme ayuda; simplemente, nos hemos cruzado porque de algún modo las circunstancias lo han permitido y no es nada del otro mundo. Para mi mala suerte, varias chicas se le acercan a preguntarle cosas o simplemente a pedirle algo prestado; le sonríen coquetamente y yo ardo de rabia por dentro. Quisiera arrojarme encima de él y rodearlo con mis brazos y piernas para que no lo miren ni lo toquen. «¡Él es mío!» ¡Ja!, ¡ya quisiera!,
La puerta de metal ruge y el maestro Jack aparece seguido de… «¡La calienta huevos!» La maestra Eva cierra la puerta y le pone el seguro, mientras Jack la sujeta de la cintura y le besa el cuello. Ella no tarda en darse la vuelta e interceptar su boca, agarrándolo de la camisa mientras lo empuja hacia el sofá. No puedo creer lo que veo y al parecer Alexander tampoco, ya que su mandíbula se aprieta. Justo antes de caer sentado en el sofá, Jack le da la vuelta poniéndola de rodillas sobre este, de manera que ella le está dando la espalda; empieza a lamer su cuello y nuca mientras ella estruja sus propios pechos y jadea llena de deseo. Alex y yo estamos metidos en la pared, literalmente, y solo nos separa de ellos el estante empotrado que por fortuna se encuentra lleno de libros que impiden que ellos nos vean, pero los pequeños espacios entre estos nos permiten observar claramente lo que está ocurriendo del otro lado. Jack comienza a deslizar el cierre del vestido de la maestra por
«Creo que metí la pata»… —Yo… eh… —No sé qué responder y es que no pensé en eso mientras le daba rienda suelta a mi lengua que se moría por ser cómplice de mis emociones. —Es muy lindo lo que dices, pero, no entiendo… —Su mirada se clava en algún lugar en el suelo mientras un par de arrugas se forman en su entrecejo—. Hablas como si me conocieras de hace tiempo, como si… —Me mira tratando de descifrarlo en mis ojos—. Nos conocemos hace tan poco… —Alex… —trago luego de pronunciar su nombre, preparándome para esta difícil conversación—… sé que te dije que no se debe contestar con otra pregunta, pero, aun así… —ignoro los latidos de mi corazón y no despego mi mirada de sus ojos—…, ¿me has visto en algún otro sitio? Presiento que la esperanza de recibir la respuesta que espero brilla en mis ojos mientras permanezco aferrada a su cuerpo. Él hace una pausa, como si tratara de recordar algo que olvidó. —En realidad no. Mi pecho se hunde por la desilusión y mirada se clava en el suelo m