Un ser creado directamente por las manos de Dios… Así describo al hombre que abre la puerta y clava sus ojos en mí…
En cada paso que da mientras empieza a caminar hacia mí, reconozco su manera de andar, su silueta y cada rasgo de su rostro… Mientras más se acerca, más siento que estoy en uno de mis sueños, reconociendo a mi chico fantasma en él…
Su piel es clara, sus facciones son finas y sus ojos azules atrapan los míos. Es como si estuviera viendo la puesta de sol en el mar, (aunque no lo conozco), lo imagino tal cual, cálido y pacífico como su mirada. Su cabello castaño claro brillante, y sus labios color rosa que, aunque denotan seriedad, son tan hermosos y perfectos que podría lanzarme y hundirme en ellos ahora mismo.
Lleva una chaqueta de cuero negra abierta en el pecho, y debajo tiene una camisa blanca de cuello redondo, junto con unos vaqueros negros y zapatos del mismo color.
No soy una experta en moda masculina, pero este hombre sí que sabe vestirse muy bien… Parece ser un ángel caído que viene a llevarme porque he sido muy mala; francamente podría decirle que me lleve donde quiera, que con él voy al mismísimo infierno y me quedo a vivir allí como su esclava si así lo desea; que puede castigarme él mismo como quiera y jamás voy a quejarme (o quizás si…)
Camina con tanta seguridad que hace que mis rodillas empiecen a temblar bajo la mesa, mientras él no me aparta la mirada desde que me vio y noto una leve impresión en ella.
Se acerca cada vez más y yo no consigo alejar mis ojos de su rostro fijo en el mío, como estudiando cada una de mis facciones, mientras yo también estudio con detenimiento todo su hermoso ser; sin embargo, en un instante posa su mirada en mi boca que se cierra de golpe.
«¡Carajo, Abril!, ¡¡¡CONTROLA TU MANDÍBULA!!!»
Por fortuna (o no), consigo desviar mi mirada al libro fingiendo leer, pero enseguida percibo su fragancia; esa misma que en las noches me vuelve loca y me saca tantos suspiros…
No soporto tantas emociones y creo que me voy a desmayar; mis manos empiezan a temblar, mientras lucho por sostener el libro con fuerza para que no se me caiga.
—Buenos días. —Su voz profunda y aterciopelada acaricia mis oídos y al mismo tiempo sube mi adrenalina cuando también la reconozco enseguida, y me enamoro una vez más de ella y del efecto que produce en mí.
—Buenos días. —No sé cómo consigo responder tratando de que mi voz no tiemble tanto.
Reúno fuerzas para elevar la mirada, encontrándome de nuevo con sus bellos ojos que me hipnotizan enseguida.
Su rostro es aún más perfecto desde cerca, y el mío se refleja en sus preciosos iris azules.
—Disculpe, no conozco el instituto —continúa—. Acabo de llegar así que… —me quedo de piedra mirándolo— ¿me puede indicar por favor donde queda el aula 407?
Su voz… Esa voz que consigue que todos los vellos de mi cuerpo se empinen al mismo tiempo.
—Yo…
Me mira seriamente mientras espera una respuesta; por la seguridad con la que me habló parece el rey del lugar y por lo visto me he convertido en su súbdita, ya que me he quedado muda…; sin embargo, a pesar de su seriedad y su ceño un poco fruncido, el brillo de sus ojos se sigue sintiendo muy cálido y especial.
—Me temo que no podré ayudarte, lo siento. —Dios se pone de mi lado y me devuelve el habla—. Soy nueva aquí, hoy es mi primer día de clases y no conozco las instalaciones, pero si deseas puedes preguntarle a la bibliotecaria; salió hace varios minutos y no debe tardar en llegar.
Sonrío y bajo la miraba de nuevo al libro sin poder soportar un segundo más el ataque de esos ojos azules, embrujando los míos.
—De acuerdo, gracias. —Asiente levemente y se da la vuelta para irse.
Por un microsegundo alcanzo a observar una pequeña curva en sus labios y mi cara arde, por lo que ruego a Dios que no se me note lo colorada que debo estar. Esa pequeña sonrisa acaba de hacer revolotear miles de millones de mariposas en mi estómago.
«¡Madre mía!, ¿estaré soñando de nuevo?»
Mientras observo su espalda alejándose, exhalo por fin todo el aire que retenía en los pulmones y siento a mi corazón latir tan fuerte que creo que se puede escuchar en el majestuoso silencio de la biblioteca; me obligo a poner una mano en mi pecho con el afán de calmarlo, pero me asusta más el sentir cómo salta tan rápidamente.
No dejo de mirarlo cuando llega a la entrada y recuesta sus antebrazos en el escritorio de la bibliotecaria para esperarla.
Es tan increíblemente guapo…, de hecho, es el hombre más atractivo que han visto mis ojos, tanto que, su presencia la sienten cada una de las células de mi cuerpo y cada partícula que compone mi ser se manifiesta, volviendo un caos todos mis sentidos y revolucionando mi interior.
El tiempo parece detenerse cuando él me mira, me mira y me mira; sus ojos me observan detenidamente por momentos, como tratando de descifrar cada uno de mis pensamientos. Yo lo miro también, dejando el libro que tanto me interesaba leer a un lado, solo para contemplar su mirada un instante que quiero volver eterno.
Si es posible lo que estoy pensando, supongo que tendré que ir a tomar terapia inmediatamente en lugar de estar estudiando para ser psicóloga, o voy a terminar volviéndome loca (más de lo que ya soy).
(>‿◠)✌
La bibliotecaria vuelve unos minutos después y al verlo allí, recostado a su escritorio, le sonríe amablemente como lo hizo conmigo:
—Buenos días, ¿te puedo ayudar en algo?
—Buenos días, si por favor. —Se endereza y sus ojos se desvían a mí por un instante, de nuevo—. Acabo de llegar al instituto y debo ir al aula 407, ¿me podría indicar por donde queda, por favor?
—Sí, claro. —Sonríe de nuevo amistosamente, a pesar de que él sigue serio—. Sube las escaleras por el pasillo a mano izquierda, al fondo; en la puerta podrás ver el letrero.
—Gracias, qué amable.
Creí por un momento que le sonreiría como a mí, pero no lo hace y, en cambio, se dirige hacia la salida, pero justo antes de cerrar la puerta, vuelve a clavar su mirada en mí por un largo par de segundos.
«¿Qué fue eso?, ¿quién es él?»
Mis manos están húmedas por el sudor y las seco frotándolas contra mis muslos. Espero unos minutos hasta que mi ritmo cardíaco se normaliza un poco y; sin embargo, no me puedo quitar de la mente lo que acaba de pasar.
«¿Acaso me volví loca?»
Una y otra vez lo comparo con el hombre que aparece en mis sueños y no hay duda alguna de que son idénticos.
Cuando aquel chico me visita en las noches, siempre está muy oscuro y nunca logro ver su rostro, o lo olvido al despertar; no sé exactamente qué es lo que pasa, pero puedo asegurar que es él, aunque me cuesta creerlo.
«Esas cosas no pasan, ¿o sí?»
Reconsidero esta idea una y otra vez, teniendo en cuenta que a mí cualquier cosa puede pasarme, pero no… me niego a creerlo…; si fuera cierto, entonces también tendré que creer en los duendes, las hadas y los unicornios.
Anoche soñé con él y lo tengo tan presente en mi mente que lo estoy confundiendo con este chico; esa me parece una explicación mucho más lógica, pero entonces ¿por qué su olor me es tan familiar? Tan pronto como penetró mis fosas nasales, lo reconocí de inmediato.
No puede ser… Él es solamente un sueño…, una alucinación a la cual no le he encontrado explicación en todo este tiempo; sin embargo, es muy parecido a la realidad. Es como si en verdad él entrara a mi cuarto mientras duermo y me acariciara como un ángel; es tan real que cuando despierto siempre estoy agitada y sudando, pero él nunca está…
Me entran las ganas de preguntarle a la bibliotecaria si lo que vi fue real y no lo pienso; me dirijo con seguridad hacia ella y la encuentro comiéndose una manzana.
—¡Hola de nuevo!
—Hola, ¿cómo te fue con la lectura? —responde dejando la manzana a un lado para prestarme atención—. ¿Pudiste encontrar lo que buscabas?
—Bien, sí, de hecho, estuvo muy interesante —le contesto con una sonrisa—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto, dime.
—El chico que vino hace cinco minutos, ¿lo viste?
—Sí, claro, bueno…, sé que uso gafas, pero tampoco estoy tan ciega. —Suelta una risa que me hace sentir estúpidamente apenada—. ¿Por qué lo preguntas?
—Discúlpame, a veces suelo hacer las preguntas de la manera incorrecta, pero ¿puedo saber que te preguntó él?
—Sí, claro, quería saber dónde queda un aula, ¿por qué? —pregunta curiosa, arrugando el entrecejo—. ¿Lo conoces?
«¡No puede ser, si fue real!»
A pesar de que yo lo vi todo, no me lo creía…
—No, solamente me parece que ya lo había visto antes en algún otro sitio.
—Ah, claro, seguramente sí; tal vez vive por la zona.
—Es probable… Muchas gracias, buen provecho —me despido señalando la manzana.
—Con gusto, suerte en las clases.
Camino por los pasillos buscando el estante correcto y devuelvo el libro a su sitio. Sé que estaba interesante, pero ahora ni siquiera sé por qué…; él le dio tres vueltas a mi mundo y me hizo olvidar todo lo que pude leer.
(>‿◠)✌
Le agradezco una vez más a la bibliotecaria y salgo de la biblioteca para ir directamente hacia el baño.
Tengo que estar un momento a solas conmigo misma y comprobar que mi aspecto físico no esté tan desordenado como mi interior.
Cierro la puerta detrás de mí al encontrar los cubículos y lavamanos vacíos, con la intensión de estar a solas asimilando lo que acaba de ocurrirme. Me miro al espejo y me quedo más tranquila; no es mi cara más bonita, pero tampoco está mal y por lo menos puedo ver mi reflejo…
Lo segundo que hago es lavarme las manos para que el agua fría me ayude a poner los pies sobre la tierra, pero al sentirla tan real, me obligo a aceptar que no estoy soñando… Él es real y estuvo en la biblioteca…, me habló y pude tenerlo cerca…
«Tengo que contárselo a mi amiga Rachel cuanto antes».
Reacciono enseguida y corro a su aula de clases.
La puerta está cerrada y; sin embargo, pego mi oído con cuidado para asegurarme de que el maestro está allí. Solo se escucha una voz masculina y parece ser la del maestro, así que no me queda más que resignarme a aguantarme el deseo de contárselo todo a Rachel e irme a clases.
De camino al aula, recibo una llamada de mi amigo Christopher, que viajó a otra ciudad la semana pasada para una entrevista de trabajo.
Él es mi mejor amigo de la infancia y su sueño siempre ha sido ser detective; sin embargo, no le había resultado y hace poco lo contactaron para un trabajo, por lo que tuvo que irse a otra ciudad y no pudimos ni siquiera despedirnos.
Hablamos unos minutos y antes de colgar, me pide que le diga a Rachel que la extraña mucho. Creo que él está empezando a sentir cosas por ella y eso me emociona.
Él siempre ha sido el amor platónico de mi mejor amiga; ella ha estado enamorada de él desde la primaria, pero nunca se lo ha dicho, por eso sé que va a saltar de felicidad cuando le cuente que la echa de menos.
(>‿◠)✌
Ya transcurrió la media hora que se supone que tardaba el maestro, así que corro por el pasillo hasta el aula indicada.
La puerta está cerrada y vuelvo a entrar en pánico.
«Para colmo llegué tarde»
Sin embargo, cuando leo el pequeño letrero en la puerta, ahora sí que me quedo muda…
«¡¡¡AULA 407!!!»
La sangre se me sube al rostro y mis mejillas empiezan a arder mientras me quedo paralizada frente a la puerta sin saber si llamar o no, hasta que una presencia masculina a mis espaldas me hace parpadear cientos de veces y más aún cuando escucho esa conocida voz:
—¿Va a entrar, señorita?…
Me muevo despacio dándome la vuelta y me encuentro con sus ojos más cerca que nunca (o por lo menos en la realidad); detrás de él, el director me mira con la misma seriedad en el rostro. —Sí, disculpen. Me doy la vuelta nuevamente y… ¡PUM! Mi frente choca contra la puerta. «¡Ya trágame tierra!» No soy capaz de mirar atrás. Achico los ojos reprimiendo mis ganas de maldecir por lo alto mientras tomo aire y abro la puerta del aula. El docente ni siquiera se percata de mi llegada, o no le importa en absoluto cuando ve entrar al alumno nuevo seguido del director. Aprovecho la oportunidad para moverme rápidamente hacia mi lugar y sentarme como si no hubiera pasado nada. Miro al maestro mientras saluda amablemente al par de hombres que entraron tras de mí y me entran las ganas de volver a salir (así, con redundancia y todo); es el mismo maestro guapo que me topé en el pasillo y me hizo ese comentario machista; sin embargo, el deseo de abandonar el salón se esfuma en un parpadeo, cuand
El silencio reina en el salón luego de que todos ya se fueron.Alex fue uno de los últimos en abandonar el aula, y efectivamente cuando el maestro se marchó todas las mujeres de la clase empezaron a mirarlo con interés, y no las culpo, es el hombre más guapo del instituto, incluso más que el maestro de neurociencia por el que babeaban hace un momento.Dos de ellas tuvieron el descaro de coquetearle, parándose en la puerta y pasándose la mano por el pelo, riendo tontamente como un par de estúpidas, aunque él ni las miró; pidió permiso y atravesó la puerta cruzando frente a ellas sin siquiera notarlas. No pude evitar sonreír mientras ellas ponían cara de decepción y se apartaban de la puerta para mirar cómo él se iba caminando por el pasillo.«¡Malditas lagartas!»Me hubiese acercado a él si nos hubiéramos quedado a solas, aunque temo que tal vez quiera plantearme que aprenda algo de la clase…¡No puedo seguir así!, tengo que salir a despejar mi mente. Él ya se fue de todos modos y ya m
Decir que estoy nerviosa sería mentir; la realidad es que me tiemblan las piernas a medida que me voy acercando a él y a diferencia suya cuando él lo hizo en la biblioteca hace un rato, yo no me siento poderosa, sino más bien atemorizada… ¡Qué digo atemorizada!, ¡aterrada! Su mirada se eleva al escuchar mis pasos y me mira con… ¿Sorpresa?; sin embargo, su rostro esquiva mis ojos de inmediato y vuelve al libro que reposa sobre sus manos. —¡Hola!, mucho gusto. —Consigo sentarme en el pupitre justo delante del suyo y le tiendo la mano—. Soy Abril Harrison. Su mirada vuelve a elevarse a mis ojos y parece pensar por un par de segundos si debería estrechar mi mano, pero lo hace. —Alexander Allen. Durante ese pequeño instante parezco congelarme con su mano apretando la mía y sus ojos clavados en mis iris. El contacto de su piel me deja tiesa, aunque por suerte no dura mucho y reacciono luego de aclararme la garganta: —Lamento lo de hace rato, en realidad no recordaba el número del aula,
Me llevo la mano al pecho tratando de calmar los latidos de mi corazón mientras le dedico mi mejor mirada de agradecimiento y sus ojos me dicen que no hay nada que temer. Ahora sé que estoy a salvo, aunque el lío aún no ha terminado.Los dos sujetos que quedan de pie dejan de prestarme atención para fijarse en Alexander y se precipitan hacia él, uno por cada lado. Casi puedo percibir sus intenciones de acorralarlo como a mí; sin embargo, antes de que pueda preocuparme, Alex reacciona tan rápido que terminan chocando entre ellos y cayendo de culo en el suelo.Aprovechando la oportunidad, Alexander agarra a uno de ellos por el cuello de la camisa y le propina un puñetazo tan fuerte, que lo hace estampar contra el suelo. El último ni siquiera se atreve a desafiarlo y tomando a su compinche por el brazo, lo arrastra hacia el otro lado del callejón, mientras que el primero, apenas empieza a levantarse del suelo y algo atontado por el golpe, empieza a correr junto a los otros dos.Los dos n
Me despierto con el canto de un gallo que no había escuchado antes y la hora en el reloj me muestra que todavía faltan treinta minutos para que suene la alarma.Me paso las manos por los ojos, fastidiada y decido levantarme de una vez.Anoche no soñé con Alexander y eso me hace sentir aún más desalentada.Deseo tanto que pase… Estoy tan impaciente por verlo en mis sueños de nuevo y decirle tantas cosas, que no he pensado en el hecho de que pueda volver a arruinarlo, pero solo quiero que lo sepa; nunca le he confesado mis sentimientos en sueños y creo que es el momento.Jamás había sentido tanto que soy de él y él es mío, como ahora que apareció, y aunque en esta realidad apenas esté empezando a conocerlo, el Alexander de mis sueños debe saber cuán importante es para mí; quizás de esa forma me pueda reconocer un poco.Esta vez puedo disfrutar de una ducha un poco más larga y puedo tomarme mi tiempo para acicalarme. Elijo un vestido rosa pastel que me llega un poco más arriba de las rod
Y colorín colorado, este cuento ha terminado… O eso pensé cuando lo vi irse junto a ella al salir de la heladería. Ni siquiera sé cómo no se me ocurrió que un hombre tan apuesto no podría estar soltero. En el gimnasio traté de opacar mi tristeza con un montón de esfuerzo extra en los ejercicios y lo conseguí, o al menos hasta que llegué a casa. Ahora estoy aquí, sentada en el mueble de la sala, pensando en él mientras espero que llegue Rachel para poder desahogarme con ella como quiero. Mi amiga llega más rápido de lo esperado. Le narro en resumidas palabras lo sucedido en la heladería, mientras me quejo de que ya todas mis ilusiones están perdidas. Ella parece no preocuparse en absoluto y se burla de mi berrinche, porque según ella, estoy creando una tormenta en un vaso de agua. Dice que no tengo por qué rendirme porque Alexander es muy especial para mí y el hecho de que sueñe con él debe tener un propósito que aún no descubro, pero que con el tiempo voy a entender, y quizás él
Alex no parece ni en lo más mínimo ser un donjuán, por el contrario, es un chico serio, mesurado y tan centrado en sus propios asuntos que ni por un segundo se fija en las demás chicas hermosas de la clase, pero esto me lleva a pensar que tal vez es por la simple razón de que tiene novia; sin embargo, ¿por qué siento que me presta una atención especial? Creo que debo dejar de soñar… Tal vez él solamente quiso ser amable conmigo al darme el libro y yo confundí su actitud; lo malinterpreté desde el primer día que entró a la biblioteca y caminó hacia mí para pedirme ayuda; simplemente, nos hemos cruzado porque de algún modo las circunstancias lo han permitido y no es nada del otro mundo. Para mi mala suerte, varias chicas se le acercan a preguntarle cosas o simplemente a pedirle algo prestado; le sonríen coquetamente y yo ardo de rabia por dentro. Quisiera arrojarme encima de él y rodearlo con mis brazos y piernas para que no lo miren ni lo toquen. «¡Él es mío!» ¡Ja!, ¡ya quisiera!,
La puerta de metal ruge y el maestro Jack aparece seguido de… «¡La calienta huevos!» La maestra Eva cierra la puerta y le pone el seguro, mientras Jack la sujeta de la cintura y le besa el cuello. Ella no tarda en darse la vuelta e interceptar su boca, agarrándolo de la camisa mientras lo empuja hacia el sofá. No puedo creer lo que veo y al parecer Alexander tampoco, ya que su mandíbula se aprieta. Justo antes de caer sentado en el sofá, Jack le da la vuelta poniéndola de rodillas sobre este, de manera que ella le está dando la espalda; empieza a lamer su cuello y nuca mientras ella estruja sus propios pechos y jadea llena de deseo. Alex y yo estamos metidos en la pared, literalmente, y solo nos separa de ellos el estante empotrado que por fortuna se encuentra lleno de libros que impiden que ellos nos vean, pero los pequeños espacios entre estos nos permiten observar claramente lo que está ocurriendo del otro lado. Jack comienza a deslizar el cierre del vestido de la maestra por