Me despierto con el canto de un gallo que no había escuchado antes y la hora en el reloj me muestra que todavía faltan treinta minutos para que suene la alarma.Me paso las manos por los ojos, fastidiada y decido levantarme de una vez.Anoche no soñé con Alexander y eso me hace sentir aún más desalentada.Deseo tanto que pase… Estoy tan impaciente por verlo en mis sueños de nuevo y decirle tantas cosas, que no he pensado en el hecho de que pueda volver a arruinarlo, pero solo quiero que lo sepa; nunca le he confesado mis sentimientos en sueños y creo que es el momento.Jamás había sentido tanto que soy de él y él es mío, como ahora que apareció, y aunque en esta realidad apenas esté empezando a conocerlo, el Alexander de mis sueños debe saber cuán importante es para mí; quizás de esa forma me pueda reconocer un poco.Esta vez puedo disfrutar de una ducha un poco más larga y puedo tomarme mi tiempo para acicalarme. Elijo un vestido rosa pastel que me llega un poco más arriba de las rod
Y colorín colorado, este cuento ha terminado… O eso pensé cuando lo vi irse junto a ella al salir de la heladería. Ni siquiera sé cómo no se me ocurrió que un hombre tan apuesto no podría estar soltero. En el gimnasio traté de opacar mi tristeza con un montón de esfuerzo extra en los ejercicios y lo conseguí, o al menos hasta que llegué a casa. Ahora estoy aquí, sentada en el mueble de la sala, pensando en él mientras espero que llegue Rachel para poder desahogarme con ella como quiero. Mi amiga llega más rápido de lo esperado. Le narro en resumidas palabras lo sucedido en la heladería, mientras me quejo de que ya todas mis ilusiones están perdidas. Ella parece no preocuparse en absoluto y se burla de mi berrinche, porque según ella, estoy creando una tormenta en un vaso de agua. Dice que no tengo por qué rendirme porque Alexander es muy especial para mí y el hecho de que sueñe con él debe tener un propósito que aún no descubro, pero que con el tiempo voy a entender, y quizás él
Alex no parece ni en lo más mínimo ser un donjuán, por el contrario, es un chico serio, mesurado y tan centrado en sus propios asuntos que ni por un segundo se fija en las demás chicas hermosas de la clase, pero esto me lleva a pensar que tal vez es por la simple razón de que tiene novia; sin embargo, ¿por qué siento que me presta una atención especial? Creo que debo dejar de soñar… Tal vez él solamente quiso ser amable conmigo al darme el libro y yo confundí su actitud; lo malinterpreté desde el primer día que entró a la biblioteca y caminó hacia mí para pedirme ayuda; simplemente, nos hemos cruzado porque de algún modo las circunstancias lo han permitido y no es nada del otro mundo. Para mi mala suerte, varias chicas se le acercan a preguntarle cosas o simplemente a pedirle algo prestado; le sonríen coquetamente y yo ardo de rabia por dentro. Quisiera arrojarme encima de él y rodearlo con mis brazos y piernas para que no lo miren ni lo toquen. «¡Él es mío!» ¡Ja!, ¡ya quisiera!,
La puerta de metal ruge y el maestro Jack aparece seguido de… «¡La calienta huevos!» La maestra Eva cierra la puerta y le pone el seguro, mientras Jack la sujeta de la cintura y le besa el cuello. Ella no tarda en darse la vuelta e interceptar su boca, agarrándolo de la camisa mientras lo empuja hacia el sofá. No puedo creer lo que veo y al parecer Alexander tampoco, ya que su mandíbula se aprieta. Justo antes de caer sentado en el sofá, Jack le da la vuelta poniéndola de rodillas sobre este, de manera que ella le está dando la espalda; empieza a lamer su cuello y nuca mientras ella estruja sus propios pechos y jadea llena de deseo. Alex y yo estamos metidos en la pared, literalmente, y solo nos separa de ellos el estante empotrado que por fortuna se encuentra lleno de libros que impiden que ellos nos vean, pero los pequeños espacios entre estos nos permiten observar claramente lo que está ocurriendo del otro lado. Jack comienza a deslizar el cierre del vestido de la maestra por
«Creo que metí la pata»… —Yo… eh… —No sé qué responder y es que no pensé en eso mientras le daba rienda suelta a mi lengua que se moría por ser cómplice de mis emociones. —Es muy lindo lo que dices, pero, no entiendo… —Su mirada se clava en algún lugar en el suelo mientras un par de arrugas se forman en su entrecejo—. Hablas como si me conocieras de hace tiempo, como si… —Me mira tratando de descifrarlo en mis ojos—. Nos conocemos hace tan poco… —Alex… —trago luego de pronunciar su nombre, preparándome para esta difícil conversación—… sé que te dije que no se debe contestar con otra pregunta, pero, aun así… —ignoro los latidos de mi corazón y no despego mi mirada de sus ojos—…, ¿me has visto en algún otro sitio? Presiento que la esperanza de recibir la respuesta que espero brilla en mis ojos mientras permanezco aferrada a su cuerpo. Él hace una pausa, como si tratara de recordar algo que olvidó. —En realidad no. Mi pecho se hunde por la desilusión y mirada se clava en el suelo m
Es obvio que la temperatura ha aumentado porque empiezo a sudar y no soy la única que se sofoca, la profesora Eva también se abanica el cuello con sus propias manos y se limpia el sudor de la frente. Me levanto para buscar en la mochila algo para sujetarme el cabello y por fortuna encuentro una liga; me hago una cola alta y me vuelvo a sentar junto a la maestra. A pesar de que traigo una blusa de tirantes y un short corto, siento que me rostizo como un pollo asado y solo pienso en que quiero zambullirme en una piscina cuanto antes. «¿Moriremos rostizados aquí dentro?» Para rematar y aumentar el bochorno, resulta que a Alex se le ocurre quitarse la camisa y arrojarla sobre un estante. «¡Madre Santa, pero qué preciosas vistas!» Lo que vivimos en el cuchitril fue muy intenso, pero cómo me hubiera gustado tenerlo sin camisa allí dentro… y tal vez sin pantalones, y quizás también sin… «¡Oh por Dios, pero qué calor!» Empiezo a respirar más rápido en busca de aire mientras contemplo ca
Alguien abre la puerta desde afuera con una facilidad increíble y entran tres hombres vestidos con traje de bomberos; los cuatro nos levantamos enseguida y los hombres nos acompañan afuera. En la enfermería un par de doctoras nos revisan los signos vitales y cuando se cercioran de que todos estamos bien, nos dejan salir. El director del instituto nos espera afuera y cuando salimos nos pregunta cómo estamos sin hacer algún otro comentario sobre el encierro; luego se va junto a Alexander y yo me quedo sola, aunque no por mucho tiempo, ya que mi mejor amiga aparece enseguida. —¡Abril! —Rachel corre hacia mí y me da un abrazo tan fuerte que casi rompe mis huesos—. ¿Cómo estás? —Bien, supongo —respondo elevando los hombros cuando me suelta—. ¿Y tú? —Si te refieres a algún daño físico, estoy perfecta, pero con respecto a la parte emocional… —pone los ojos en blanco y se lleva las uñas a la boca— creo que necesitaré varios meses de terapia. —¿Tan grave fue lo que pasó? —Ay amiga. —Susp
Antes de que Chris se fuera, solíamos pasar todos los días juntos, él, Rachel y yo, y aunque muchos de esos días eran cortos, nos conformábamos con eso. Nuestros momentos con Christopher nunca han sido aburridos; él siempre nos hace reír con sus bromas y siempre tiene un plan, por eso cuando se fue, las dos nos quedamos muy tristes y sentíamos que nos faltaba el combustible que le daba alegría a nuestros días. Mientras mi mejor amiga llora pegada a su hombro, yo apenas puedo contener las lágrimas que luchan por salir a toda prisa de mis ojos. —Fue solamente una semana y media, chicas —dice el pelinegro mientras acaricia nuestras espaldas y lucha por no morir asfixiado por nuestro abrazo. —Cállate, para mí ha sido una eternidad —lo interrumpe Rachel sin despegarse de él ni un centímetro, de hecho, parece que lo aprieta más fuerte ahora. —¿Por qué actúan como si me hubiera muerto y ahora esté resucitado? —Porque creíamos que no te veríamos en meses —añado, sin soltarlo. —Y te extra