Capítulo3
Debido a ese incidente, Sergio tenía la mente completamente enfocada en Marina, ignorando por completo las acciones de Sofía.

Al finalizar la subasta, Marina se disponía a marcharse, pero se encontró cara a cara con Sergio y Sofía.

—Marina, si en verdad no entiendes de bienes raíces, no vengas a causar problemas —le recriminó Sergio sin ninguna consideración.

Sofía añadió:

—Sí, señora Blanco, su actuación ha hecho que el señor Blanco pierda una fortuna.

Marina sonrió con indiferencia:

—Señorita Quiroga, creo que está confundida. Ese terreno lo compré yo, esto no tiene nada que ver con Sergio.

Sofía exclamó:

—¡Pero son diez mil millones...!

—Solo son diez mil millones, para nosotros es como construir una simple letrina, y mucho menos para la señorita Sánchez —se oyó la voz de Felipe a lo lejos.

Marina vio a Felipe junto a Xavier y respondió con total indiferencia:

—Diez mil millones son solo para un capricho.

Diez mil millones no eran nada para Sergio, ¡y mucho menos para Marina!

Sofía , avergonzada frente a esas personas, se sintió disminuida.

Xavier intervino repentinamente:

—He oído que el señor Blanco se casó. ¿Esta jovencita es la señora Blanco?

Sofía se sonrojó y respondió nerviosa.

—No, no...

—Ella es mi esposa, Marina —dijo Sergio mientras jalaba a Marina hacia él.

Marina, disimuladamente, intentó soltarse de la mano de Sergio, pero este la sostuvo firmemente, ya que había notado la mirada de Xavier sobre Marina y, como hombre, entendía que estaba interesado en ella.

—Así que la señorita Sánchez es la señora Blanco. Vaya, en realidad qué despistado soy. En la sala de subastas, viendo al señor Blanco y a esta joven conversar tan animadamente, pensé que ella era la señora Blanco —exclamó Felipe, dándose una suave palmada en la frente.

—Entonces esta bella jovencita debe ser la secretaria del señor Blanco, ahora entiendo porque levantaba La mano en su lugar para ofertar en la subasta.

Marina apenas pudo contener suavemente la risa.

Aunque ya no le importaba Sofía ni Sergio, escuchar a Felipe decir eso le dio una pequeña satisfacción.

Al mismo tiempo, el rostro de Sofía alternaba entre blanco y rojo de la vergüenza.

Viendo eso, Sergio ordenó:

—Secretario Martínez, lleva a Sofía directamente a casa.

—Sí, señor Blanco.

Felipe, sonriendo, dijo:

—Entonces, no los molestamos más. Hasta luego.

Después de que Felipe y Xavier se marcharon, Marina finalmente soltó la mano de Sergio.

—¿Ya has tenido suficiente?

Sergio no esperaba que Marina soltara tan rápido su mano. Antes ella aprovechaba cualquier ocasión para estar a su lado, pero esa noche, Marina se comportaba totalmente diferente.

Finalmente, Sergio le habló con frialdad:

—Si todo esto es para llamar mi atención, no es necesario que te comportes así.

Marina quedó momentáneamente sin palabras. Quería refutarlo, pero no sabía cómo. Después de todo, considerando cuánto había valorado a Sergio en el pasado, era posible que hubiera hecho algo así solo para captar su atención. ¡Pero la cuestión era que en realidad ahora no era así! Agotada de discutir, Marina se rindió:

—Piensa lo que quieras.

—Espera.

—¿Qué quieres?

—¿Qué relación tienes con Xavier?

—Ninguna, ni siquiera lo conozco.

Sergio respondió fríamente:

—Marina, te lo advierto, no me importa cuál sea tu relación con él. En público, eres la señora Blanco. Será mejor que te comportes acorde a tu estatus y mantengas la distancia con otros hombres.

Marina se rio con desprecio:

—Sergio, ¿puedes exigirte a ti mismo antes de pedirle algo a los demás? Hoy trajiste a Sofía aquí, ¿has pensado en tu posición y en cómo me hace quedar a mí?

—Le pedí al secretario Martínez que te lo avisara.

—¿Avisarme? ¿Para decirme que no viniera?

Sergio guardó silencio.

Marina continuó:

—Incluso un extraño como Xavier puede confundirse sobre quién es la señora Blanco. ¿Qué crees que pensarán los demás? Si realmente te importa tanto Sofía, entonces es mejor que nos divorciémonos.

—Marina, ¿qué tontería estás diciendo?

Sergio frunció el ceño. Aunque no le gustaba Marina, eso no significaba que quisiera divorciarse de ella. Después de todo, ese matrimonio era una gran alianza comercial, no algo que pudiera disolverse con una simple decisión unilateral.

Marina observó la expresión de Sergio, sabía que a él le convenía el respaldo que ella tenía de la familia Sánchez en ese momento, pero también sabía que en unos años, cuando ya ella no le sirviera, la desecharía como una simple basura.

Pensando en el trágico desenlace de su vida pasada, Marina decidió que era mejor terminar todo ahora que esperar hasta ser desechada.

—Dije, divorciémonos y punto.

A la mañana siguiente, la noticia de que Marina se había gastado diez mil millones en unos terrenos baldíos, se extendió por todas las redes sociales y, aunque para la familia Sánchez esa cantidad no era significativa, la realidad es que ella no podía disponer de esa cantidad de forma imprevista.

Acostada en su cama, Marina se frotaba con suavidad las sienes. ¿Pedirle ayuda a Sergio? Imposible. Después de que ella mencionó el divorcio la noche anterior, Sergio se fue sin dejar una sola palabra.

No podía entender por qué Sergio, después de ella ofrecerle la fortuna de los Sánchez, aún se negaba a divorciarse. Además de él, ¿a quién más podría recurrir?

De repente, Marina en ese instante se incorporó en la cama. ¡Lo tenía muy claro!

—¡Xavier!

La alta sociedad era un círculo completamente cerrado. Marina aprovechó en ese momento su red de contactos y pronto logró comunicarse con Xavier. Sabía que su gran influencia estaba en el extranjero, pero en los últimos años se había establecido en Hermosavilla. Mientras otros ignoraban el motivo, Marina sabía la verdad: en unos cuantos años, Xavier ocuparía rápidamente el mercado empresarial de Hermosavilla, compitiendo ferozmente con Sergio.

En la sala de reuniones del grupo Cruz, Xavier jugaba silenciosamente con su mechero. Mientras Marina, al frente, le habló sin rodeos:

—Quiero pedirte prestados ocho mil millones.

—¡Puf…!

Felipe escupió su té al escucharla. Había conocido a personas directas, pero ¡esto era realmente inaudito!

—Señorita Sánchez, ¡vaya manera de pedir!

Marina parpadeó:

—La última vez dijiste que diez mil millones solo alcanzaban para construir una simple letrina para ustedes.

—¿No ves que estaba ayudándote? ¡Es la primera vez que veo a alguien devolver mal por bien!

Felipe sacudió rápidamente la cabeza.

«Las mujeres hermosas, tienen realmente sus propios problemas», pensó.

Xavier, después de girar con avidez su mechero, preguntó:—Primero dime, ¿por qué debería prestarte ocho mil millones?

—Originalmente, con solo dos mil millones yo habría obtenido el terreno de Lunamar, pero gracias al señor Duarte ahora tengo que invertir ocho millones más.

Xavier replicó:

—Esa razón no me convence

Marina después de sonreír le lanzó:

—Sus industrias están en el extranjero, pero He notado que hace un tiempo ha estado activo en Hermosavilla, supongo que quiere trasladar sus negocios ilegales y lavar su dinero aquí, ¿no es así?

Felipe, sorprendido, detuvo e su té en la mesa y mirando a Xavier se preguntó ¿Cómo la heredera de la familia Sánchez, se enteró todo eso?
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo