Marina temía que Alejandro, con su carácter impulsivo, pudiera causar problemas. A lo que de inmediato le dijo:—No te alteres, en verdad paso…—No te preocupes, hoy le voy a dar una lección a Sergio, ¡cueste lo que cueste!Dicho esto, Alejandro colgó el celular. Marina se quedó mirando la pantalla, sintiendo un mal presentimiento.—¿Qué sucede? ¿Quién te llamó? —le preguntó Regina, que estaba acostada en la cama jugando con su celular. Al ver que Marina se levantaba, ella también se puso de pie.—¿Vas a salir?—Voy al hotel el Amanecer.—¿Vas a la cena que está organizando Sergio? —le preguntó Regina, sorprendida—. ¿No decías hace un rato que no querías ir?—Alejandro dijo que iba a darle una lección a Sergio, y me preocupa que cause problemas —respondió Marina, frunciendo el ceño.Había escuchado que Hugo estaba enfermo esos días, así que Alejandro probablemente estaba asistiendo en su lugar. Sin Hugo para controlarlo, Marina temía que Alejandro realmente pudiera terminar golpeando a
Regina también le preguntó: —¿Y ahora qué está sucediendo? ¿Cuál es la situación?—Yo… —titubeó Jaime, y Marina decidió entrar de golpe.—¡Alejandro! ¡Alejandro! —llamó Marina mientras avanzaba.—¡Señora! ¡No puede entrar así! —exclamó Jaime, tratando de detenerla, pero Marina ya había irrumpido en la habitación. Adentro se escuchaban sonidos de una pelea, y justo cuando entró, vio cómo Sergio le daba un puñetazo a Alejandro en la cara.—¡Detente! —ordenó Marina, interponiéndose entre los dos. Al verla, Sergio frunció el ceño y le dijo:—¿Qué pasa? ¿También lo vas a defender a él?—¡Marina, apártate! ¡Voy a acabar con él! —gritó Alejandro, intentando apartarla, pero Marina lo reprendió:—¡Cierra la boca!—Sergio… Sergio, tengo miedo… —sollozó Sofía, acurrucada en la cama, envuelta en una manta, con la chaqueta de Sergio sobre sus hombros. Tenía la cara llena de lágrimas y evitaba la mirada de Marina.Sin perder la calma, Marina le preguntó a Alejandro en voz baja:—¿Qué fue lo que pas
Sofía sollozaba suavemente mientras tiraba de la manga de Sergio y, entre lágrimas, le decía:—Sergio… Todo esto es culpa mía por no haber cerrado bien la puerta. No es culpa del señor García. Ahora que las cosas han llegado a este punto, si llamamos a la policía, yo… yo no tendré cara para enfrentar a nadie.Mientras hablaba, Sofía lloraba cada vez más desconsolada. Al ver su actuación, Alejandro se enfureció, deseando intervenir, pero Marina le sujetó la muñeca y le hizo un gesto para que se calmara.Sergio miraba a Sofía con ternura y, dirigiendo su mirada con frialdad a Marina y Alejandro, dijo:—¿De verdad quieren que esto se haga público?—Según lo que dice Sofía, Alejandro solo entró en la habitación y no le hizo nada. Llamar a la policía es solo para aclarar lo que ocurrió. Ahora, ambos tienen versiones diferentes, así que claramente alguien está mintiendo —dijo Marina con un tono irónico mientras miraba a Sofía—. ¿Será que alguien tiene miedo de que la policía intervenga y des
Marina echó un vistazo a Sofía, que parecía algo nerviosa, y sonriendo le preguntó: —Señorita Quiroga, ¿tienes alguna otra pregunta?Sofía, nerviosa pero tratando de mantener la compostura, respondió:—No… no tengo ninguna otra pregunta.—Entonces, por favor, procedan con la investigación. Pueden revisar todas las cámaras de seguridad del hotel si es necesario —dijo Marina, lanzando una mirada sutil hacia Sofía, que se refugiaba en el abrazo de Sergio. Sofía desvió la mirada, lo que hizo que Marina sospechara que algo no cuadraba en toda esta situación.Poco después, los policías comenzaron a revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad del hotel. En las imágenes, se veía cómo Jaime acompañaba a Sofía a la habitación, aparentemente para que se cambiara de ropa. Luego, Jaime cerró la puerta y salió del cuarto.Al ver esto, Marina pausó la grabación y preguntó:—Jaime, llevaste a la señorita Quiroga para que se cambiara de ropa y luego te fuiste, ¿verdad?Jaime afirmó: —Sí, el s
—¡Desfibrilador! ¡Rápido! ¡Aumenten el voltaje!—¡Doctor, la paciente tiene una hemorragia masiva y, por una urgencia, se acaban de llevar toda la sangre tipo “A” que quedaba en el banco de sangre.La enfermera, con las manos totalmente cubiertas de sangre, temblaba al hablar. En la sala de operaciones, el olor a sangre era abrumado, y ella misma se preguntaba: ¿quién podría haberse llevado, tan repentinamente, toda la sangre tipo “A” del banco.La mujer en la cama, pálida y seca como un papel, susurró:—Sergio...—¿Qué dice? —la enfermera se le acercó y la escuchó llamar, una y otra vez, a Sergio. El doctor, preocupado, hizo la llamada:—Señor Blanco, su señora tiene una hemorragia masiva y, su tipo de sangre, se agotó en nuestro banco de sangre, así que venga a verla por última vez.Sergio, con total crueldad, respondió:—¿Aún sigue viva?, entonces solo llámame cuando haya muerto.Sergio, ¿me desprecias tanto que, incluso en este momento, no estás dispuesto a verme? Los ojos de la
Sergio se quedó atónito al seguir la dirección de la mirada del secretario y encontrarse con que, aquella pincelada roja que tenía la atención de toda la multitud, era Marina.Ella, que anteriormente solía vestir y maquillarse simplona, era la primera vez que se presentaba así.Los flashes no paraban, los medios la fotografiaban, cual famosa en la alfombra roja. Sofía se sintió tan mal al ver a Marina tan espectacular, en contraste con ella, tan simple y pálida como una estudiante adolescente.Sofía pensó que Marina, al verla tomada de la mano de Sergio, se sentiría incómoda, pero esta, con una sonrisa en su rostro, se acercó a ellos tranquilamente. —Señora, se ve realmente hermosa —dijo Sofía, conteniendo apenas la envidia que sentía.—La señora Blanco está aquí, ¿quién es la acompañante junto al señor Blanco? —susurraban algunos medios.Marina, discretamente, tomó el brazo de su marido y, sonriendo, le extendió la mano a la chica diciéndole:—Tú debes ser Sofía, la estudiante que S
Debido a ese incidente, Sergio tenía la mente completamente enfocada en Marina, ignorando por completo las acciones de Sofía. Al finalizar la subasta, Marina se disponía a marcharse, pero se encontró cara a cara con Sergio y Sofía.—Marina, si en verdad no entiendes de bienes raíces, no vengas a causar problemas —le recriminó Sergio sin ninguna consideración.Sofía añadió: —Sí, señora Blanco, su actuación ha hecho que el señor Blanco pierda una fortuna.Marina sonrió con indiferencia: —Señorita Quiroga, creo que está confundida. Ese terreno lo compré yo, esto no tiene nada que ver con Sergio.Sofía exclamó: —¡Pero son diez mil millones...!—Solo son diez mil millones, para nosotros es como construir una simple letrina, y mucho menos para la señorita Sánchez —se oyó la voz de Felipe a lo lejos.Marina vio a Felipe junto a Xavier y respondió con total indiferencia: —Diez mil millones son solo para un capricho.Diez mil millones no eran nada para Sergio, ¡y mucho menos para Marina!S
Todos quedaron en silencio, hasta que Xavier, con una amplia sonrisa, dijo:—Señora Blanco, no debería acusar injustamente a las personas buenas.—Así es, ¡todos somos comerciantes muy serios! —dijo Felipe solemnemente mirando a Marina.—Si son comerciantes serios o no, no soy yo quien lo decide, pero creo que Sergio estaría bastante interesado —dijo Marina y agregó—: Yo solo soy una mujer ignorante en esto, pero Sergio no lo es, si le cuento lo que acabo de decir, no sé cómo lo tomará.—¡Eres demasiado astuta! —Felipe no pudo contenerse.Marina miró seriamente a Xavier: —No voy a andarme con rodeos. Préstame ocho mil millones y, en tres años, te los devuelvo con sus intereses y toso.Felipe abrió ampliamente los ojos: —Estás bromeando, ¿verdad? Ocho mil millones, ¿sabes cuánto será el interés en tres años? Si no puedes devolverlo, perderemos todo este dinero. Eres la esposa de Sergio, ¿quién se responsabiliza por tí?—Sé cuánto será el interés, puedo firmar un contrato especial con