El segundo amor de Marina
El segundo amor de Marina
Por: Carona
Capítulo1
—¡Desfibrilador! ¡Rápido! ¡Aumenten el voltaje!

—¡Doctor, la paciente tiene una hemorragia masiva y, por una urgencia, se acaban de llevar toda la sangre tipo “A” que quedaba en el banco de sangre.

La enfermera, con las manos totalmente cubiertas de sangre, temblaba al hablar.

En la sala de operaciones, el olor a sangre era abrumado, y ella misma se preguntaba: ¿quién podría haberse llevado, tan repentinamente, toda la sangre tipo “A” del banco.

La mujer en la cama, pálida y seca como un papel, susurró:

—Sergio...

—¿Qué dice? —la enfermera se le acercó y la escuchó llamar, una y otra vez, a Sergio.

El doctor, preocupado, hizo la llamada:

—Señor Blanco, su señora tiene una hemorragia masiva y, su tipo de sangre, se agotó en nuestro banco de sangre, así que venga a verla por última vez.

Sergio, con total crueldad, respondió:

—¿Aún sigue viva?, entonces solo llámame cuando haya muerto.

Sergio, ¿me desprecias tanto que, incluso en este momento, no estás dispuesto a verme?

Los ojos de la mujer perdieron toda su luz y la máquina emitió aquél horrible sonido. En ese instante, Marina sintió separarse su alma de su cuerpo, que quedó tumbado y sin vida en la cama del hospital.

Marina, a sus veintisiete años, murió a causa de una grave hemorragia ocurrida durante su parto.

Durante toda su vida amo profundamente a Sergio Blanco. Siendo la hija única de la familia Sánchez y teniendo una vida brillante, se sacrificó así misma y a su familia por casarse con él para terminar tan trágicamente.

Marina fue cerrando sus ojos lentamente.

Si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo, nunca volvería a cometer los mismos errores.

—Señorita, esta noche el señor quiere llevarla a la subasta. ¿Qué ropa quiere ponerse?

La voz de Carmen sonó de inmediato en sus oídos, Marina volvió en sí.

Todo lo que veía le resultaba demasiado familiar: ¡era la casa que compartía con Sergio!

Había pasado un mes desde que se casó con Sergio, y las veces que lo había visto se podían contar simplemente con los dedos de una mano. Recordó con claridad esa ocasión:

Sergio iba a una subasta de terrenos y, solo por formalidad, debía llevar a su esposa.

Pero aquello había sucedido hacía cinco años, ¿Cómo era posible esto?...

¿Acaso... había renacido?

—Señorita, el señor nunca ha pasado la noche en casa, así que esta vez debe aprovechar la gran oportunidad.

Carmen rápidamente sacó un vestido blanco y le dijo:

—¿Qué le parece este?

Marina, miró aquél vestido y, con sarcasmo se rio de sí misma.

Todo el mundo sabía que Sergio solo tenía ojos para Sofía, y Marina, para llamar la atención de Sergio, imitaba el estilo de vestir de Sofía a quien le gustaban los vestidos blancos.

En aquella subasta, Sergio ni siquiera le avisó que llevaría a Sofía, y ella hizo el ridículo con un vestido blanco idéntico al de Sofía.

—No, me pondré este —dijo Marina, tomando al azar un despampanante vestido rojo brillante.

A ella, realmente, nunca le había gustado vestirse así, además, Sofía era solo una simple universitaria pobre…

En el pasado ella debía estar loca para vestirse con ropa barata de mercadillo solo por un hombre, rebajándose y permitiendo que la menospreciara a su antojo.

Carmen insistió:

—Pero el señor, seguro preferiría el blanco.

—Este está bien —dijo Marina con indiferencia y agregó—: Tira todos esos vestidos blancos. La verdad, no me gustan.

—¡Pero señora! —dijo Carmen, pero ella la ignoró así que procedió a obedecer.

Marina, frente al espejo, vio lo hermosa que lucía en ese momento, pero temiendo consumirse por Sergio, pensó en ponerle fin a todo eso.

Al atardecer, Marina llegó a la subasta, deslumbrante en un vestido tipo sirena, vino tinto. Su liso y brillante cabello iba en ligeros rulos franceses y solo un ligero maquillaje. Un lunar bajo su ojo le hacía ver sensual.

Un hombre, de camisa blanca y botas militares, la observaba detenidamente mientras fumaba un cigarrillo, era Xavier.

—¿Quién es ella?

—No la conoces? Es la señorita dela familia Sánchez, Marina, esposa de Sergio —le dijo el joven Felipe cruz que estaba a su lado.

—Acabo de ver a ese miserable bastardo de Sergio entrar con otra mujer. ¡Quizás pronto podamos presenciar una escena de pelea entre la amante y la esposa legítima! ¡Estoy realmente emocionado!

No hubo respuesta alguna del buen amigo a su lado. Felipe hizo una mueca.

—Pero el gusto de Sergio es realmente difícil de entender, dejando de lado a una belleza excepcional como Marina y aferrándose a un esqueleto. ¿No crees que es ridículo, Xavier?

Felipe se volteó, pero no había rastro alguno de Xavier a su alrededor.

—¡Oye! ¡Xavier! ¡Maldita sea! —maldijo Felipe mientras seguía a Xavier hacia la subasta.

Camino a la subasta, Sofía, que lucía un sencillo vestido Blanco, comentó:

—No había asistido nunca a este tipo de eventos.

—Pues debes acostumbrarte, en adelante tendrás muchos así —le dijo Sergio.

Justo en la entrada, y con Sofía del brazo de Sergio, el secretario Martínez, se les acercó discretamente y preguntó:

—Señor, ¿no esperará a la señora?

Sergio frunció el ceño.

—¿No le avisaste que no viniera?

El secretario miró a Sofía y esta, enseguida, intervino.

—Yo le pedí que no lo hiciera, usted sabe, para evitar comentarios es mejor que la señora Sánchez lo acompañe.

Sofía apenada, bajó la cabeza.

Sergio le acarició el cabello mientras le decía:

—Esta bien…—luego se volvió al secretario y ordenó:

—-Ve afuera y si llega Marina, envíala de regreso de inmediato.

Pero en ese momento, Martínez rodó sus ojos hacia una multitud que exclamaba admiraciones, entonces, boquiabierta y sin quitar la vista de la persona que había llegado, exclamó:

—Creo que es demasiado tarde.
Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo