Capítulo4
Todos quedaron en silencio, hasta que Xavier, con una amplia sonrisa, dijo:

—Señora Blanco, no debería acusar injustamente a las personas buenas.

—Así es, ¡todos somos comerciantes muy serios! —dijo Felipe solemnemente mirando a Marina.

—Si son comerciantes serios o no, no soy yo quien lo decide, pero creo que Sergio estaría bastante interesado —dijo Marina y agregó—: Yo solo soy una mujer ignorante en esto, pero Sergio no lo es, si le cuento lo que acabo de decir, no sé cómo lo tomará.

—¡Eres demasiado astuta! —Felipe no pudo contenerse.

Marina miró seriamente a Xavier:

—No voy a andarme con rodeos. Préstame ocho mil millones y, en tres años, te los devuelvo con sus intereses y toso.

Felipe abrió ampliamente los ojos:

—Estás bromeando, ¿verdad? Ocho mil millones, ¿sabes cuánto será el interés en tres años? Si no puedes devolverlo, perderemos todo este dinero. Eres la esposa de Sergio, ¿quién se responsabiliza por tí?

—Sé cuánto será el interés, puedo firmar un contrato especial con ustedes. Si no puedo devolverlo, les entregaré todas las propiedades y acciones de la familia Sánchez, y trabajaré arduamente para ustedes de por vida, obedeciendo todas sus órdenes.

Marina vaciló por un momento antes de decir:

—Además, mi matrimonio con Sergio probablemente no durará tres años. Incluso si aún soy su esposa después de tres años, él no me protegerá.

Al escuchar eso, Xavier miró a Marina. Los oídos de Felipe se pusieron en alerta de inmediato.

Felipe, reorganizando sus pensamientos intervino:

—¡De ninguna manera! ¡No estoy de acuerdo en lo absoluto!

Antes de que pudiera terminar de hablar, una voz baja y calmada sonó a su lado:

—Bien, te lo prestaré.

—¡¿Cómo?!

Felipe se levantó de la silla de un solo golpe:

—¡¿Has perdido la razón también?!

—El dinero lo manejará el departamento financiero y nosotros elaboraremos el respectivo contrato después —dijo tranquilamente Xavier.

—¡Maldición, Xavier! —Felipe estaba realmente furioso.

—Gracias, señor Duarte —dijo Marina levantándose al instante.

—Esperaré su mensaje. Ha sido un placer hacer negocios contigo.

Marina sonrió con cierta malicia y salió de la oficina del director.

Cuando se fue, Felipe apretó con rabia los dientes y masculló:

—¡Ocho mil millones! ¿Estás loco? ¡Ella es la esposa de Sergio! ¿Por qué le prestaste dinero?

Xavier levantó ligeramente la comisura de los labios.

—Es muy guapa.

—¡Vaya! ¿Desde cuándo te dedicas a ligar? Y ¿por qué tengo que poner el dinero?

Xavier se puso de pie y colocó una tarjeta bancaria sobre el pecho de Felipe.

—Si me interesa una mujer, naturalmente, yo le doy el dinero.

—¿Cómo? ¡Ella es la esposa de Sergio! ¿Qué tipo de dinero piensas ofrecerle? —exclamó Felipe.

Xavier ignoró por completo a Felipe y salió de inmediato de la oficina del director.

—¡Estás loco, todos ustedes están locos! —gruñó furiosamente Felipe.

Mientras tanto, en la entrada de la mansión de los Blanco, justo cuando Marina acababa de entrar, vio a Sergio sentado muy cómodo en una silla en la sala de estar. Frunció con rabia el ceño.

En su vida pasada, contaba con los dedos las veces que Sergio había entrado en esa casa. ¿Cuándo se volvió tan apegado a su hogar? Marina lo pensó mientras se dispuso a subir las escaleras.

Sergio la llamó:

—Marina.

Marina detuvo al instante sus pasos.

—¿Qué quieres?

Sergio se sentía incómodo por la indiferencia de Marina.

—Los cobradores de la subasta han venido aquí exigiendo el dinero.

—Lo sé.

Sergio suspiró:

—Si no tienes esa cantidad, podrías habérmelo dicho.

—No es necesario —respondió Marina serena—, ya lo he solucionado.

—¿De dónde sacaste el dinero? —le preguntó Sergio. Diez mil millones no eran una pequeña cantidad, y él conocía muy bien los activos líquidos de la familia Sánchez. No había forma de que pudiera conseguir esa cantidad de dinero así de repente.

—Es mi asunto personal, no necesitas meterte en eso.

—Marina, no olvides que soy tu esposo.

Marina se rió irónicamente. ¿Esposo? Sergio siempre había considerado eso como una vergüenza, ¿por qué ahora empezó a recordar que era su esposo?

—Estás tan preocupado solo porque temes que pierda esos diez mil millones y perjudique a la familia Blanco ¿verdad? —dijo Marina con calma.

Sergio se quedó en absoluto silencio.

Al ver la reacción de él, Marina supo que sus suposiciones eran correctas.

—Descuida, no voy a perjudicar a la familia Blanco. Sé que nuestro matrimonio es solo un acuerdo comercial. Si tú ganas, yo gano; si tú pierdes, yo pierdo. Tranquilo, no necesitas regresar a casa tantas veces solo para advertírmelo —añadió Marina.

Sergio se quedó sin palabras. Había pensado así antes, por eso fue tan frío con Marina después de casarse, incluso evitando acercarse. Pero al escuchar sus propias palabras en ella, se dio cuenta de lo mal que lo había hecho.

Él estaba a punto de decirle algo más cuando el teléfono de Marina recibió un mensaje de transferencia. No esperaba que Xavier fuera tan rápido. En solo una hora, los ocho mil millones ya estaban en su cuenta. Con el asunto resuelto, Marina sonrió con elegancia.

Sergio apretó los labios. De repente recordó cómo Marina solía seguirlo y sonreír así, pero él nunca le prestó atención.

—Hay una gala esta noche, ven conmigo.

—¿Yo?

Marina, asombrada, se detuvo en la primera escalera.

Sergio le preguntó:

—¿No quieres?

—¡¿Por qué no llevas a Sofía? —le preguntó Marina confundida.

Ella recordaba que, en su vida pasada, cada vez que había un banquete o cena de gala, Sergio siempre llevaba a Sofía consigo. Esa vez, en su vida pasada, era un evento internacional y ella había peleado por ir, pero Sergio terminó llevando a Sofía, lo le favoreció al regresar del extranjero. ¿Cómo era que él de repente decidió llevarla en una ocasión tan importante?

—Porque eres la señora Blanco, naturalmente debes venir a este tipo de eventos conmigo.

Marina no creía en esas palabras, pensaba que Sergio solo se había acordado de ella porque Sofía estaba en ese momento ocupada.

Bueno, al menos debería asistir más a menudo a ese tipo de eventos. Después de todo, si quería emprender por su cuenta, necesitaba obtener muchos contactos.

—Está bien, voy a prepararme.

Al ver que Marina estaba de acuerdo, Sergio se sintió aliviado. Al menos, ella todavía estaba dispuesta a ser la supuesta señora Blanco. Quizás con él aún no había perdido todas las esperanzas.

Mientras tanto, Sofía estaba en su dormitorio arreglando el vestido que Sergio le había enviado. Sus compañeras de cuarto la miraban con gran envidia.

—¡Sofía, tu novio realmente te trata muy bien!

Un ligero rubor apareció en el bello rostro de ella.

—Sofía, ¿cuándo nos presentarás a tu novio?

—Sí, sí, tu novio es tan rico y te lleva a todo tipo de eventos siempre. ¡Estamos muy curiosas por conocerlo!

Sofía negó con la cabeza y dijo:

—Él está muy ocupado, no puede liberarse. Cuando tenga la oportunidad, se lo presentaré.

En ese momento, el teléfono de Sofía sonó. Al ver que era el secretario de Sergio quien la llamaba, respondió con gran felicidad.

—¿Secretario Martínez, el señor Blanco te envió para recogerme? Bajaré de inmediato.

—Señorita Quiroga, el señor dijo que hoy no necesitas venir.
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