Capítulo2
Sergio se quedó atónito al seguir la dirección de la mirada del secretario y encontrarse con que, aquella pincelada roja que tenía la atención de toda la multitud, era Marina.

Ella, que anteriormente solía vestir y maquillarse simplona, era la primera vez que se presentaba así.

Los flashes no paraban, los medios la fotografiaban, cual famosa en la alfombra roja.

Sofía se sintió tan mal al ver a Marina tan espectacular, en contraste con ella, tan simple y pálida como una estudiante adolescente.

Sofía pensó que Marina, al verla tomada de la mano de Sergio, se sentiría incómoda, pero esta, con una sonrisa en su rostro, se acercó a ellos tranquilamente.

—Señora, se ve realmente hermosa —dijo Sofía, conteniendo apenas la envidia que sentía.

—La señora Blanco está aquí, ¿quién es la acompañante junto al señor Blanco? —susurraban algunos medios.

Marina, discretamente, tomó el brazo de su marido y, sonriendo, le extendió la mano a la chica diciéndole:

—Tú debes ser Sofía, la estudiante que Sergio mencionó antes… ¿Verdad? Bueno, soy Marina, Puedes llamarme señora Blanco.

Sofía, incómoda, retiró la mano del brazo de Sergio y tomó la mano de Marina.

—Señora Blanco, mucho gusto —aunque las palabras “Señora Blanco” le resultaban insoportables.

—Sergio me ha hablado muchísimo de te, eres la estudiante que él patrocina. ¿Tienes planeado estudiar en el extranjero?

Sofía miró discreta y tímidamente a Sergio.

Sergio intervino:

—Sofía tiene un excelente rendimiento académico. Este año está planeando estudiar en el extranjero, pero es un poco tímida, así que hoy la traje para que se familiarice un poco con este tipo de eventos.

Y eso era cierto, porque para ese momento Sergio aún no estaba enamorado de Sofía, fue después que ella regresó del extranjero que Sergio se enamoró profundamente de ella y desde entonces la llevaba a todos los eventos en Hermosiavilla. Por eso todos sabían de ese amor.

Sin embargo, ella no asistió a esa subasta para competir con Sofía por Sergio, ella tenía otro propósito.

—Entonces Sergio, cuida bien de la señorita Quiroga, yo me adelantare.

Y, con naturalidad, soltó el brazo de Sergio y siguió adentro sola.

Sergio se quedó sorprendido, no esperaba que dijera eso, y cuando reaccionó ya ella se había perdido adentro ¿Cuándo se volvió tan complaciente ella?

Marina se sentó en un discreto lugar. Todo estaba lleno de figuras importes de Hermosavilla.

Si recordaba correctamente, fue en aquella subasta que un pequeño empresario compró un terreno que nadie quería y, más adelante, ese terreno se hizo valioso, debido a los desarrollos que se elevaron alrededor de este, transformando así, al desconocido comerciante, en un magnate de los negocios.

Si ya había decidido dejar a Sergio, también debía buscar efectivamente una salida para sí misma.

Mientras tanto, después de que Sergio se sentara en la sala de subastas, buscaba ansioso la presencia de Marina por todas partes. Sofía, a su lado, le preguntó:

—Señor Blanco... ¿realmente quiere que intervenga en la subasta?

La voz de Sofía sacó a Sergio de sus pensamientos.

—Sí, confío en tu buen juicio.

El rostro de Sofía se ruborizó ligeramente. Había estado estudiando finanzas en la escuela durante tanto tiempo, todo eso había sido realmente para ese día.

En el segundo piso, Marina observaba en completo silencio cómo Sergio y Sofía charlaban animadamente, antes de apartar la mirada.

Desde el segundo piso, Marina observó cómo Sergio y Sofía charlaban animados.

Sofía tenía un talento excepcional, y esa era una de las razones por las que Sergio se sintió atraído por ella más adelante. Recordó que, en su vida anterior, fue Sofía quien identificó un terreno de alta calidad para Sergio, lo que finalmente hizo que él la valorara más.

Pero en realidad, ese terreno ya era valioso por sí mismo, los desarrollos inmobiliarios en los alrededores eran de la familia Blanco, y eso ya lo hacían serlo, así que Sergio, incluso sin Sofía, habría adquirido esa propiedad.

Sofía, apenas comenzó la subasta, levantó la mano, adquiriendo prontamente los tres mejores terrenos sin dificultad. Sergio a su lado, sola la observaba y protegía.

—Terreno Lunamar, precio inicial: mil millones.

—Dos mil millones.

Por primera vez en la subasta, Marina levantó la voz, provocando un suspiro colectivo de gran asombro entre la multitud.

Sergio frunció con seriedad el ceño. ¿Qué le pasaba a esta mujer?

Sofía susurró:

—Este terreno no tiene mucho valor, esos dos mil millones de la señorita Sánchez serán totalmente desperdiciados.

Sergio sacó su teléfono y le envió un mensaje a Marina: [Marina, ¿qué demonios estás haciendo?]

Marina leyó el mensaje, pero ignorándolo colocó el teléfono boca abajo.

—Dos mil millones a la una, dos mil millones a las dos —decía el anfitrión…

En el segundo piso, Felipe se quedó boquiabierto y comentó:

—¡Vaya, esa Marina debe estar loca, ¿tal cantidad por esa porquería?!

—Tres mil millones.

A su lado, Xavier soltó tranquilamente la cifra. Felipe casi volteaba la mesa de asombro.

—¡Xavier! ¿Tú también te volviste loco?

Al otro lado, Marina frunció el ceño, queriendo saber quién era el loco que competía con ella por ese terreno inútil. Cuando levantó la vista, vio a Xavier.

Marina recordaba vagamente que él estaba involucrado en negocios oscuros. ¿Desde cuándo se había interesado en el desarrollo inmobiliario?

—¡Cuatro mil millones!

Marina aumentó la apuesta con total calma.

Sergio, sentado abajo, frunció aún más el ceño y rápidamente le escribió otro mensaje en su teléfono: [Marina, ¡cállate!]

Marina, apagó su teléfono.

—¡Cinco mil millones! —pugnó Xavier.

—Está bien, ¿quieres jugar rudo?

—¡Diez mil millones! —anunció Marina.

—¡Esto es una completa locura! ¡Esa mujer está completamente loca! —exclamó Felipe en voz alta.

Sergio, siempre sereno, se levantó, incapaz de comprender aún las intenciones de Marina. En su opinión, ese terreno no valía ni mil millones. ¿Y Marina quería comprarlo por diez mil millones?

Xavier, viendo la mirada indiferente de Marina, sonrió ligeramente e hizo un gesto de cortesía.

—¡Diez mil millones, una vez!

—¡Diez mil millones, dos veces!

—¡Diez mil millones, tres veces! ¡Adjudicado entonces!

Con el golpe del martillo, Marina sintió un gran alivio. Al final, había conseguido el terreno deseado, aunque había pagado ocho mil millones más de lo necesario. Todo por culpa de Xavier, a quien marina veía con ganas de matarlo. Felipe le dio un suave codazo a Xavier.

—¡Oye, oye, Marina te está fulminando con la mirada! Si yo fuera ella, querría matarte ahora mismo.

Xavier levantó una ceja, sin parecer preocupado.

Abajo, Sofía tiró con suavidad del brazo de Sergio.

—Señor Blanco, la señorita Sánchez le va a hacer perder una verdadera fortuna.

Sergio respondió fríamente:

—Ella misma puso la oferta, nadie va a cubrir sus gastos.
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