Parte 4. Capítulo 30. Decisiones

Baudilio salió del centro de salud con una marcada cojera. La dolencia en su cadera se intensificaba cuando su mente se embotaba con dudas y preocupaciones.

Se frotó el rostro con ambas manos y avanzó con rapidez para llegar al pasillo techado que dirigía hacia el cafetín. La lluvia le empapaba los cabellos.

—La tormenta no para —habló un hombre tras su espalda. Al girarse, sonrió con desánimo hacia Carmelo.

—Pensé que estabas en Chivacoa.

—¿Y perderme todo el espectáculo? —alegó el moreno con una sonrisa tosca. Alcanzaron el pasillo y continuaron con paso cansado hacia el área de las mesas, que se hallaba desolada—. Desde que fuiste a visitarme, los espíritus no me dejan en paz —reconoció reacomodándose el gorro blanco santero que llevaba en la cabeza—. Nos quieren aquí.

—¿Y qué piensan hacer?

—Rituales de sanación y ofrendas en la selva. —Baudilio lo observó con el ceño fruncido mientras se sentaba en una de las mesas. Gimió cuando su cuerpo agotado descansó sobre el incómodo alumin
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