Luego de que todo estuvo preparado, Gregory sacó a Trini de los restos pestilentes del viejo hotel y la llevó hacia el lugar donde se hallaban aparcados los vehículos, escondiéndose entre ellos.Habían asistido a ese lugar a prepararse para invocar los espíritus y cumplir con la misión que tenían impuesta.—¿Qué ocurre? —preguntó ella cuando él se detuvo y repasó los alrededores con desconfianza.—Solo necesitaba darte un beso —dijo, antes de encerrarle el rostro entre las manos y saborear sus labios.Ella suspiró ante ese delicioso detalle, dejándose llevar por la efervescencia. Todo el tiempo en que estuvieron juntos, planeando aquel evento con Malena y los miembros de la sociedad, se miraban con anhelo, pudiendo solo entrelazar las manos en contadas ocasiones o darse rápidas caricias cuando pasaban uno frente al otro. Nunca lograron estar a solas y dar rienda suelta a las ganas que cada uno tenía en el otro. Ganas por tocarse y sentirse.Gregory profundizó el beso, dejando que actu
Llevaban casi una hora esperando y los guerreros comenzaban a perder la paciencia. Baudilio se había retirado para cederle el lugar a Malena y a Ciro, quienes se dedicaron a realizar sus típicos trabajos de espiritismo. Invocaban a Miguel, aun sabiendo que podía acercarse cualquier otro. La inestabilidad de las energías asentadas en aquel lugar dificultaba los esfuerzos.Trini intentaba concentrarse, pero con facilidad se distraía. Los ruidos de la selva y el largo tiempo de espera impedían que uniera sus fuerzas a la de su madre. En una ocasión abrió los ojos y vio el rostro decepcionado de Gregory, que seguía los movimientos de Malena y de Ciro cerca de ella con enfado. La rabia y la frustración la invadieron. Se sentía inútil. Todos esperaban mucho de ella, pero era incapaz de hacer lo único que le pedían: comunicarse con su padre.Decidió llevar a cabo la estrategia que siempre le había funcionado. Jamás había hablado con él luego de hacer extraños rituales, sus métodos habían sid
Baudilio la observó con atención.—¿Qué la entreguemos? ¿Cómo? —quiso saber Gabriel.Trini se apartó del líder y se giró hacia los guerreros buscando a Gregory. Al encontrarlo, se acercó a él y apoyó las manos en su pecho retomando su semblante ansioso.—Necesitamos herramientas para cavar un hoyo. —Él arrugó el ceño.—¿Cavar? ¿A esta hora? —indagó Ciro, aún más confundido.—En las bodegas hay suficientes herramientas —dijo Gregory en dirección a Jonathan, este asintió.—¿Dónde quieres que cavemos? —apuntó el moreno, acercándose.La chica repasó los alrededores buscando el lugar exacto donde habían visto desaparecer las partes del tazón. Vio los restos del árbol hueco que parecía humear, reconociéndolo.—Aquí —aseguró y se aproximó a él, aunque se entristeció al ver las pesadas láminas de cemento que cubrían el suelo—. Es debajo de este piso.—Puede quitarse. Tenemos el equipo para eso —garantizó Javier—. Será un trabajo duro, pero con la bestia…Los guerreros asintieron sin necesidad
Faltaban horas para la llegada del alba, aquel era un momento de paz en la selva. Los animales nocturnos mantenían su recorrido incesante en busca del alimento mientras la suave brisa marina mecía los inmensos árboles y las palmeras arrullando a los que descansaban.El centro del viejo hotel estaba alumbrado por el fulgor de los faros, mostrando los restos de lo que otrora fue una edificación llena de lujos y bellezas, sin saber que había albergado en su interior un portal sagrado, utilizado por los dioses que habían acudido al llamado indígena para desatar sobre ellos su poder.En el hoyo donde habían sacado los restos de la antigua vasija, realizaron la fogata. El nuevo tazón fue acuñado entre ramas, encima de carbones, conteniendo dentro los pedazos recuperados que estaban manchados con la sangre de los ancestros. Baudilio, Pablo y Williams entonaron viejos cantos mientras el fuego calentaba la sangre, dándoles tiempo a los guerreros para prepararse.Isabel, Jesenia, Rebeca y Mary
—¿Tan extraño te resulta? —le preguntó Trini al recostarse en la cama, a su lado.Se encontraban en una posada en el pueblo, descansando, mientras los líderes y Malena se ocupaban de dar el último adiós a los restos de la tinaja del pacto a varios kilómetros de La Costa, en medio del mar.—Nunca me había sentido tan vacío. Ni siquiera aquella vez en qué quedamos atrapados en la montaña. Esta ocasión es diferente, puedo asegurar que ella no está. Esta vez, sí nos abandonó —respondió Gregory, frotándose el pecho.Amanecía y al parecer, la bestia finalmente los había abandonado. La chica apoyó la cabeza en el pecho del joven dejando que él la cubriera con su brazo.—¿Crees que pueda sustituirla?Gregory la aferró más a él.—No serás una sustituta, sino la única. La bestia solo dominaba mis miedos y rabias, tú lo dominas todo, incluso, mi capacidad de controlarla a ella.La joven sonrió complacida y se encogió sobre su pecho.—Pero ahora, ella ya no está. Eso quiere decir, que no vas a se
El zigzagueo del auto por la empinada montaña le producía vértigo. Rebeca tenía el estómago desecho, pero no podía dejar de admirar las bellezas de aquel paraje.La selva nublada parecía engalanarse para recibirla y convencerla de quedarse.Árboles de una altura impresionante bloqueaban la mayor parte de la luz natural y convertían a la carretera en un camino sombreado, bordeado por palmeras, helechos, orquídeas y variadas hierbas de hoja ancha.Al pasar por los arroyos se intensificaban los zumbidos de los insectos, así como el chillido de los monos y el canto de los cientos de pájaros que habitaban la zona.A su lado, en el asiento del conductor, su madre no apartaba la mirada severa de la vía. Desde que habían salido de Caracas el estado de ánimo de la mujer había sido hermético, pero al sumergirse en la carretera que conducía hacia La Costa, este se volvió más irritable.Marian odiaba esa región, juró en innumerables oportunidades no regresar. Sin embargo, ahí estaba, hundida de n
Un día después, madre e hija ya estaban instaladas en una casa de alquiler cerca del mar. A Rebeca le correspondía ese día terminar de organizar los mostradores con las prendas de orfebrería que ellas mismas habían elaborado y abrir la tienda.Por suerte, llegaron a La Costa en época de vacaciones escolares, era común ver a turistas ansiosos por hundirse en las templadas aguas del mar Caribe, posibles clientes que las ayudarían a mantener el trabajo que las hacía sentirse independientes.Sin embargo, ambas eran conscientes de que la mayor fuente de ingresos con la que contaban provenía de la cosecha de cacao de la que su padre había sido socio, pero Marian no quería sentirse atada a ese dinero, pretendía simular que teniéndolo o no, igual podían subsistir.Rebeca la apoyaba para evitar que la mujer volviera a caer en una depresión causada por el estrés, aun sabiendo que si no recibían ese beneficio sus finanzas entrarían en serios problemas.Como ocurría en ese momento. Por eso acepta
Los días siguieron sucediéndose de manera rutinaria. Marian no paraba de reunirse con los líderes, dejando sola a Rebeca atendiendo la tienda.Ella intentaba concentrarse en el trabajo para evitar salir y volver a suscitar una situación inquietante, pero cada segundo que pasaba en ese lugar sentía una poderosa necesidad por acercarse a la cultura de su padre y averiguar los motivos de su muerte.Los aromas marinos y el sonido del mar la atraían como la abeja a la miel.Mientras hacía un esfuerzo por controlar sus ansiedades recogía las cajas vacías que habían quedado desperdigadas después de reorganizar la mercancía, para apilarlas en la trastienda, pero al divisar a través de los cristales del negocio que una camioneta Nissan Patrol se estacionaba al frente, tuvo que detener lo que hacía.Una creciente curiosidad la obligó a mantener la mirada en el vehículo.Un hombre alto, de cabellos castaños y largos hasta los hombros, se bajó con una carpeta entre las manos.Quedó fascinada con