Gregory descargó toda su energía en aquel golpe, pero, a pesar de lograr que la bolsa de arena se doblara, no llegó a moverla muchos centímetros en la barra de hierro donde se hallaba colgada.Había perdido la fuerza sobrenatural que nació con él. Esa que durante su adolescencia lo había vuelto un paria, tanto en su familia como en la sociedad que lo rodeó. Esa fuerza que siempre debió esconder como si se tratara de una enfermedad infecciosa y mortal y que lo mantuvo apartado de los demás para que nadie descubriera que era un «bicho raro» que había heredado un demonio del infierno.Esa misma fuerza lo llevó a La Costa, a conocer unas tierras que le habían sido vetadas. A bañarse en las tibias aguas caribeñas y ver nacer indetenibles los frutos sobre una tierra oscura, llena de vida. En aquel paraje pudo dejar libre al espíritu que llevaba dentro, aprendió a correr con él y amar al mundo con su corazón salvaje. Halló nuevos familiares, todos amigos sinceros que lo guiaron y rieron con
Entró a las carreras en su habitación apartando de un manotazo la cortina que fungía de puerta. Su respiración estaba agitada y sus ojos brillaban por el miedo. Pensó que no sería capaz de hacerlo y en realidad, no sabía de dónde había sacado el valor para acercarse a ese joven. El aura que lo rodeaba era tan oscura y densa que le producía terror. Algo muy oscuro vivía en su alma y lo hacía peligroso.—Espero estés satisfecho —reclamó con rabia hacia la imagen del arcángel Miguel que descansaba sobre un altar ubicado junto a su cama. La figura de cerámica se hallaba rodeada de flores y velones blancos.La chica caminaba de un lado a otro estrujándose las manos entre sí, recordando la mirada furiosa del sujeto que había asediado y las imágenes que volaron por su mente cuando él la tocó. Apretó los ojos con fuerza mirando de nuevo las diversas facetas de su rostro en su mente: temeroso, furioso, preocupado, alegre, e incluso, ahogado por el deseo. Sentía aquellas emociones parte de sí,
La azotea del edificio donde estaba ubicado el gimnasio de Paolo De Sousa, el tío de Gregory, poseía un espacio techado donde él había asentado su residencia. Unos pocos muebles y una cama era su único mobiliario, no tenía televisión, ni otro tipo de comodidad. Solo se distraía con su teléfono móvil, con el que podía escuchar música, jugar o navegar por internet aprovechando el WiFi libre que ofrecía el café ubicado en la planta baja. Si debía utilizar el baño, tenía que ir al gimnasio. Arriba solo contaba con el placer de la soledad, ya que nadie, a excepción de su tío, subía a esa planta.Prefirió quedarse allí y no en la casa de su familia, que también le pertenecía al ser el único hijo de su madre, porque deseaba estar solo para enfrentar sus penas y desdichas. Su tío había tenido una familia numerosa y todos lo trataban con diferencia por los cambios que él había experimentado en su adolescencia. Más aún, luego de la muerte de su madre, ya que no había nadie que lo protegiera y l
Despertó agitada antes de que llegara el alba y luego de haber corrido con desesperación para escapar del demonio que la perseguía en sueños. Trini se limpió el sudor del rostro y se sentó en el borde de la cama tratando de sosegar sus temblores. Aquella pesadilla la había sentido tan real que le dolían las muñecas y la piel le ardía.Había estado en una selva, la misma que le había mostrado su ángel protector, pero en esa ocasión estaba en medio de una construcción en ruinas, cubierta por hollín y aún humeante, desprendiendo un vapor maloliente que la asfixiaba. La rodeaban fantasmas, nunca había visto a tantos y tan sufrientes, pero lo que más la desesperó fue haberlo encontrado allí, tumbado en el suelo y con el rostro húmedo por el llanto, de cara al cielo. Era el joven de la familia De Sousa, el del aura oscura.Sufría, su dolor era tan amargo que parecía llegarle a ella a través de la distancia. Notó que su pena la afectaba porque sintió lágrimas bajarle por el rostro y un vacío
Deibi comenzó a impacientarse al ver la pila de papeles que estaba ubicada frente a él.—Es mucho, no podré leer todo esto en un par de horas.—Esperan una respuesta —aportó Javier, haciendo que su hermano bufara con extenuación.—No estoy hecho para estas cosas.Javier se irguió en la silla donde se hallaba sentado, frente a Deibi, y miró a este con reproche.—Para invertir en un proyecto debemos conocemos cada aspecto de él. Nuestro dinero tiene valor.—Lo sé, pero no soy hombre de leer, sino de escuchar. Prefiero que tú leas todo y me cuentes de qué va la cosa.Javier resopló y negó con la cabeza mientras evaluaba el informe que tenía entre las manos, aunque dio una ojeada hacia su amigo viéndolo derrumbado con teatralidad sobre los documentos, como si se hubiera desmayado.—Las empresas constructoras Innovar y Proyecta se unieron a «La ruta del chocolate» propuesta por los líderes, para reactivar el turismo. Participarán reconstruyendo varios hoteles y posadas en La Costa. Eso atr
Ella se ocultó tras un árbol para tener una mejor visión. Él salía de la oficina de Control de Estudios, aún gestionaba su inscripción en la universidad. Se notaba inseguro e insatisfecho, daba miradas al campus como si estuviera poco convencido de querer estudiar allí.Trini sentía una fuerte curiosidad por lo que él estaría pensando. Detalló su rostro, tenso por las inconformidades, pero con un brillo melancólico en las pupilas, como si buscara en cada rincón algo que le faltaba.Se escondió tras el tronco y encerró en un puño el collar de calaveras que llevaba colgado en el cuello, la única protección que había podido tomar esa mañana de la habitación de su madre sin que esta se enterara. Su ángel la había agobiado toda la noche con la imagen del joven De Sousa, empujándola a acercarse a él, pero ella tenía miedo, necesitaba resguardar su alma. El aura que rodeaba a aquel sujeto le anunciaba un peligro apremiante.Volvió a asomarse viendo como él caminaba por los jardines con su at
Había hecho una lista de las personas en las que les podía confiar sus problemas y la observó con suma atención sentado en el borde de su cama.«Javier». Él ahora tenía su cabeza completamente hundida en sus nuevos proyectos turísticos y, cuando no pensaba en eso, dedicaba toda su atención a Isabel. No tenía descanso nunca.«Gabriel». Él menos que nadie tenía cabeza para escucharlo. Rebeca y Max, más el duro trabajo que tenían en la cosecha haciendo crecer los cultivos que habían sido dañados en el pasado, lo acapararon por completo.«Jonathan». Su hermano siempre encontraba un tiempo para atenderlo, pero en ocasiones, le daba respuestas muy prácticas que le permitieran desocuparse rápido de esa obligación pudiendo seguir trabajando con los extensos libros de contabilidad de la cosecha, que se habían convertido en su obsesión, o haciéndole frente a las constantes exigencias de Jesenia, que para él resultaban placenteras. Jonathan no sería ideal para ayudarlo, necesitaba de alguien que
Trini se había ocultado en un rincón oscuro de su habitación para tratar de controlar los temblores de su cuerpo y la impresión que le dejó lo ocurrido en la universidad. Estaba sentada en el suelo, abrazada a sus rodillas y con su mirada asustada y copada de lágrimas fija en la nada.De todo lo ocurrido, lo que más la perturbó fue la imagen que apreció en el aura que cubría al joven De Sousa. A los diez años inició su capacidad para ver el aura, pero no lograba apreciarla en todos, sino en algunas personas. Normalmente lo hacía en las que tenían muy malas intenciones, o algún espíritu maligno invadiendo su corazón. A las consultas de santería de su madre era habitual que llegaran clientes con esas características, pero no eran tan oscuras como la del chico de La Costa. La de él parecía una bruma sucia, que se hacía más grande cuando estaba enfadado. Tal cosa era nueva y desconocida para ella, por eso le temía.Pero en la universidad se presentó otro cambio que le resultó terrorífico.