Parte 4. Capítulo 34. Mi refugio

Al llegar a una bifurcación, Mary se extrañó al verlo tomar otro sendero de tierra, franqueado por espesa vegetación.

A varios metros se toparon con un portón abierto, que él cruzó sin detenerse. Ella redujo la velocidad, sin saber por qué él entraba en aquella propiedad.

Llegaron a un enorme patio salpicado de plantas frutales y adornado en cada rincón con pequeños jardines llenos de color.

Al fondo se divisaba una casa de una planta, amplia, de paredes de ladrillo rústico y techo machihembrado. Con unos enormes ventanales precedidos por cuidados jardines de hierbas.

Lo vio detenerse cerca de la entrada y apagar su moto. Se ubicó junto a él haciendo lo mismo.

—¿Qué hacemos aquí?

Deibi se quitó el casco revelando la alegría que invadía sus facciones.

—¿Qué te parece?

Ella dio un repaso a la fachada de la casa con las cejas arqueadas.

—Es hermosa.

—¿De verdad te gusta?

—Sí —respondió con sinceridad, y bajó de la moto quitándose el casco— ¿Quién vive aquí?

—Yo.

—¿Tú? —consultó sorprendi
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