Parte 4. Capítulo 29. El rayo

A Mary y a Isabel les faltaba varios metros para llegar a la cima. La falta de oxígeno y el esfuerzo las afectaba, y el viento helado las empujaba a los lados haciéndoles más difícil la escalada.

Sin embargo, ninguna se detuvo, mucho menos Isabel, que era movida por una poderosa sensación de ansiedad que estaba a punto de enloquecerla.

Se sostuvieron con fuerza de las piedras al sentir un agitado temblor. La tierra se movía como si fuera las olas del mar, retumbando desde su interior.

Grandes piedras se desprendían y caían al vacío, pasando junto a ellas, pero ambas pudieron sortearlas aunque no se salvaron de ser golpeadas por algunas.

Mary volvió a ovillarse cuando fue de nuevo azotada por un intenso dolor en el vientre, justo en el momento en que el temblor cesó.

—¡¿Estás bien?! —gritó Isabel aferrada a unas rocas, temiendo resbalar.

Mary respiraba con dificultad y su rostro estaba comprimido en una mueca de dolor.

—¡Sigue! ¡Luego te alcanzo! —recomendó la rubia sin poder levantars
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