—¿Cómo haces para soportar la vida en este lugar tan solitario? —preguntó Jesenia a Isabel mientras caminaban a través de un sendero de tierra sumergiéndose en la selva.—Disfruto de la naturaleza —alegó la chica, y estiró sus manos para sentir el cosquilleo de las espigas en sus palmas, cerrando los ojos en dirección al cielo. Le encantaba que la brisa fresca le rozara el rostro.Jesenia observó los alrededores con recelo. No podía negar que el lugar era hermoso. La diversa tonalidad de verdes de la vegetación hacía resaltar la intensidad de los colores vivos de las flores, frutos y aves.Ella se sentía como un hada en medio de un paraje de fantasía, pero la selva era tan tupida, que en muchos rincones reinaban las sombras. Se podían encontrar túneles de follaje donde los sonidos de los grillos con facilidad eran confundidos con el gruñido de un fiero animal.A Jesenia esos corredores oscuros le traían a la memoria amargos recuerdos, de cuando era una niña de apenas nueve años, a qui
Corría a toda velocidad por la empinada montaña. Aquel olor lo estaba enloqueciendo.Subió ayudándose de rocas y raíces brotadas para escalar la pendiente, cuya pared, en ocasiones, era casi vertical y con zonas propicias para los desprendimientos, ya que el suelo estaba debilitado por culpa de las lluvias.Sin embargo, para Jonathan era fácil trepar. La agilidad que le aportaba la bestia lo hacía superar cualquier obstáculo, como si aquello fuera un juego de niños, pero para un humano común esa aventura representaría un gran riesgo.Solo personas bien entrenadas y con mucha experiencia podían atravesar la montaña por aquel camino, o alguien con dotes sobrenaturales, como los guerreros.—¡Te gané! —exclamó Deibi al verlo llegar al lugar donde provenía el fuerte olor. Él se le había adelantado por unos segundos.—¿Todo para ti es una competencia? —reclamó.El aroma que habían captado durante su ronda de vigilancia era de sangre y restos humanos en descomposición, había posibilidades de
Se marchó sintiendo su pecho apretado por la rabia que lo embargaba. No sabía qué le ocurría, pero sus emociones, que antes habían sido la más serenas y racionales del grupo, ahora parecían una caldera en ebullición estando a punto de hacer implosión.Si no se calmaba sería un peligro para todos. Sobre todo, para ella.Una hora después salía de la casa del líder acompañado por uno de sus hermanos.—Baudilio me entregó todo el material que tenía sobre los niños perdidos —notificó Albert y le mostró a Jonathan los tres cuadernos repletos de artículos de periódicos y otras anotaciones que el líder le había facilitado, al tiempo que subía al asiento del copiloto de la Toyota Range Rover.—Te dije que tenía mucha información —aseveró Jonathan poniendo el auto en marcha para dirigirse a la casa de Javier.—Hasta se dio a la tarea de visitar a las familias de los niños para recolectar más datos de los que la policía había recogido. Se tomó muy enserio este tema. Pensé que invertía todo su ti
—Gabriel finalmente nunca vino a la reunión —comentó Javier a Isabel mientras fregaba los platos de la cena. Ella colocaba en un envase de plástico lo que le correspondía a William. El hombre aún no había regresado de su reunión con los líderes.—Supongo que el problema con Rebeca no fue fácil de resolver.—¿Sabes algo de eso? —preguntó mostrándose interesado—. Porque a nosotros no ha querido explicarnos nada.Ella suspiró mientras guardaba el envase en el refrigerador.—Hablé con Rebeca anoche, cuando estuvimos en la fiesta en el pueblo. Al niño le están saliendo unas marcas extrañas en la piel, que parecen no tener un motivo. Los exámenes le salieron normales y él no ha presentado ningún otro síntoma que haga suponer que está enfermo, pero el nuevo pediatra insiste en que lo lleve a Caracas para hacerle otras pruebas en un laboratorio más confiable y Gabriel se niega. Dice que eso es someterlo a un sufrimiento innecesario.—Pudiera tener razón.Isabel se acercó a él para secar con u
La chica estaba parada en medio del sendero y aferraba con firmeza una muñeca de trapo entre sus bracitos.La respiración de Jesenia se volvió más pesada. Quería huir, correr a toda prisa para escapar de aquella visión, pero el miedo la tenía inmovilizada. Fue el sonido del gruñido de un perro lo que la activó.Giró el rostro hacia su izquierda y vio a un bóxer de color claro asomándose entre unos arbustos, mostrándole sus fieros dientes a la niña.Eso la desesperó. El recuerdo de los perros que la habían atacado el día del incendio en el que murió su hermana le vino a la mente. Por culpa de ellos, ella no pudo salvarla, viéndola morir.Un sonido la obligó a regresar su atención a la niña, descubriendo que ya no estaba, parecía que había corrido hacia la vegetación. Esta se movía de forma brusca en su dirección, hasta alcanzarla.El rugido de un felino retumbó casi en sus oídos y sintió que la empujaban por la espalda. Cayó al suelo, soltando las flores que había tomado, pero enseguid
Luego de haber calmado las llamas de la pasión, Jonathan acompañó a Jesenia a la casa de Javier sin que fueran interrumpidos por algún otro hecho extraño.Ella se aferró a él durante todo el recorrido, las sombras de la noche la inquietaban. Odiaba la soledad y la oscuridad. Además, la compañía del perro la ponía aún más nerviosa, aunque él le asegurara una y mil veces que era un animal inofensivo.Isabel la estuvo esperando con Javier en el porche. Al llegar, enseguida se despidieron y entraron a la casa. Jesenia y Jonathan compartieron una mirada complacida antes de separarse, diciéndose, con el brillo de los ojos, lo que sus corazones sentían.—¿Todo bien? —le preguntó Isabel mientras subían las escaleras.—Excelente —respondió ella con emoción y se dirigió con rapidez a su cuarto mostrándose dichosa.Isabel la observó con preocupación, pero no realizó ningún comentario mientras se dirigía a su propio dormitorio, ni siquiera, cuando Javier entró.Ambos presentían que algo important
Halló a Rebeca y a Isabel saliendo entristecidas del consultorio, se unió a ellas para retirarse juntas del centro de salud, en silencio.Cuando se topaba con una situación confusa y compleja, tenía la costumbre de alejarse, más aún, si se trataba de un asunto que no le incumbía, pero lo que ocurría en La Costa le producía una poderosa curiosidad, por eso decidió no detenerse hasta saber lo que allí pasaba.Isabel y Jesenia llegaron a la casa inquietas por la situación de Rebeca. Isabel se sentía muy dolida, ya que deseaba ayudarla, pero no sabía cómo.—Hablaré con Javier para que interceda por ella ante Gabriel —comentó mientras reflexionaba caminando de un lado a otro en la sala. Jesenia estaba sentada en el sofá, bebiendo un té helado para superar el calor que hacía ese día.—No me parece conveniente, podrías generar un problema entre Javier y Gabriel. —Isabel la miró angustiada, deteniéndose. Jesenia respiró hondo antes de continuar—. Creo que Gabriel tiene razón, ese niño está sa
—Vaya, sí que es toda una fiesta —comentó Isabel desde el vehículo de Javier cuando llegaron al malecón.La plaza estaba repleta de personas a pesar de ser un lunes no festivo. Los turistas se mezclaban con los santeros alrededor de un altar realizado en las escalinatas que dirigían a la playa, frente al mar.Yemayá es una diosa de la religión Yoruba considerada la diosa del mar y del amor. Se dice que de ella nacieron todos los Orishás, por eso está asociada con el poder maternal.Como buena madre, es comprensiva con sus hijos, fue por esa razón que los seguidores de esa religión, oriundos de la zona, decidieron realizar una ofrenda a la diosa para pedir por los niños perdidos.—Debieron gastar bastante en publicidad —reflexionó Jesenia con emoción desde el asiento trasero. La gran cantidad de gente y música pronosticaba mucha diversión.—Si quieren, bájense ahora. Iré a estacionar el auto a un par de cuadras de distancia para que no tengamos problemas de regresar luego —informó Javi