—Gabriel finalmente nunca vino a la reunión —comentó Javier a Isabel mientras fregaba los platos de la cena. Ella colocaba en un envase de plástico lo que le correspondía a William. El hombre aún no había regresado de su reunión con los líderes.—Supongo que el problema con Rebeca no fue fácil de resolver.—¿Sabes algo de eso? —preguntó mostrándose interesado—. Porque a nosotros no ha querido explicarnos nada.Ella suspiró mientras guardaba el envase en el refrigerador.—Hablé con Rebeca anoche, cuando estuvimos en la fiesta en el pueblo. Al niño le están saliendo unas marcas extrañas en la piel, que parecen no tener un motivo. Los exámenes le salieron normales y él no ha presentado ningún otro síntoma que haga suponer que está enfermo, pero el nuevo pediatra insiste en que lo lleve a Caracas para hacerle otras pruebas en un laboratorio más confiable y Gabriel se niega. Dice que eso es someterlo a un sufrimiento innecesario.—Pudiera tener razón.Isabel se acercó a él para secar con u
La chica estaba parada en medio del sendero y aferraba con firmeza una muñeca de trapo entre sus bracitos.La respiración de Jesenia se volvió más pesada. Quería huir, correr a toda prisa para escapar de aquella visión, pero el miedo la tenía inmovilizada. Fue el sonido del gruñido de un perro lo que la activó.Giró el rostro hacia su izquierda y vio a un bóxer de color claro asomándose entre unos arbustos, mostrándole sus fieros dientes a la niña.Eso la desesperó. El recuerdo de los perros que la habían atacado el día del incendio en el que murió su hermana le vino a la mente. Por culpa de ellos, ella no pudo salvarla, viéndola morir.Un sonido la obligó a regresar su atención a la niña, descubriendo que ya no estaba, parecía que había corrido hacia la vegetación. Esta se movía de forma brusca en su dirección, hasta alcanzarla.El rugido de un felino retumbó casi en sus oídos y sintió que la empujaban por la espalda. Cayó al suelo, soltando las flores que había tomado, pero enseguid
Luego de haber calmado las llamas de la pasión, Jonathan acompañó a Jesenia a la casa de Javier sin que fueran interrumpidos por algún otro hecho extraño.Ella se aferró a él durante todo el recorrido, las sombras de la noche la inquietaban. Odiaba la soledad y la oscuridad. Además, la compañía del perro la ponía aún más nerviosa, aunque él le asegurara una y mil veces que era un animal inofensivo.Isabel la estuvo esperando con Javier en el porche. Al llegar, enseguida se despidieron y entraron a la casa. Jesenia y Jonathan compartieron una mirada complacida antes de separarse, diciéndose, con el brillo de los ojos, lo que sus corazones sentían.—¿Todo bien? —le preguntó Isabel mientras subían las escaleras.—Excelente —respondió ella con emoción y se dirigió con rapidez a su cuarto mostrándose dichosa.Isabel la observó con preocupación, pero no realizó ningún comentario mientras se dirigía a su propio dormitorio, ni siquiera, cuando Javier entró.Ambos presentían que algo important
Halló a Rebeca y a Isabel saliendo entristecidas del consultorio, se unió a ellas para retirarse juntas del centro de salud, en silencio.Cuando se topaba con una situación confusa y compleja, tenía la costumbre de alejarse, más aún, si se trataba de un asunto que no le incumbía, pero lo que ocurría en La Costa le producía una poderosa curiosidad, por eso decidió no detenerse hasta saber lo que allí pasaba.Isabel y Jesenia llegaron a la casa inquietas por la situación de Rebeca. Isabel se sentía muy dolida, ya que deseaba ayudarla, pero no sabía cómo.—Hablaré con Javier para que interceda por ella ante Gabriel —comentó mientras reflexionaba caminando de un lado a otro en la sala. Jesenia estaba sentada en el sofá, bebiendo un té helado para superar el calor que hacía ese día.—No me parece conveniente, podrías generar un problema entre Javier y Gabriel. —Isabel la miró angustiada, deteniéndose. Jesenia respiró hondo antes de continuar—. Creo que Gabriel tiene razón, ese niño está sa
—Vaya, sí que es toda una fiesta —comentó Isabel desde el vehículo de Javier cuando llegaron al malecón.La plaza estaba repleta de personas a pesar de ser un lunes no festivo. Los turistas se mezclaban con los santeros alrededor de un altar realizado en las escalinatas que dirigían a la playa, frente al mar.Yemayá es una diosa de la religión Yoruba considerada la diosa del mar y del amor. Se dice que de ella nacieron todos los Orishás, por eso está asociada con el poder maternal.Como buena madre, es comprensiva con sus hijos, fue por esa razón que los seguidores de esa religión, oriundos de la zona, decidieron realizar una ofrenda a la diosa para pedir por los niños perdidos.—Debieron gastar bastante en publicidad —reflexionó Jesenia con emoción desde el asiento trasero. La gran cantidad de gente y música pronosticaba mucha diversión.—Si quieren, bájense ahora. Iré a estacionar el auto a un par de cuadras de distancia para que no tengamos problemas de regresar luego —informó Javi
Cuando estaban cruzando el malecón, un grito infantil los detuvo.—¡Jesenia!Daniela corrió hacia ellos y se abrazó a la chica. Jonathan se alejó un poco para permitir el gesto, compartiendo una mirada con Deibi, que se acercaba a ellos con rostro enfurecido acompañado por sus tíos.—¿Cómo estás, lindura? —saludó Jesenia algo desconcertada. Había olvidado por completo que se había citado con ellos en ese lugar.—¡Hay un castillo inflable y un trampolín! ¡¿Los viste?!—No, ¿son divertidos?—Sí, el castillo es grande, tiene tres toboganes. Verdad, mamá —dijo en dirección a Claudia, que se aproximaba de la mano de Roger.—Sí, aunque hay que esperar un buen rato por un turno. Hay muchos niños —respondió la mujer saludándolos a ambos con un beso.—Es una fiesta muy animada —reconoció Roger y observó todo con escepticismo.—Sí, y a orillas del mar están haciendo rituales santeros. Al parecer están culminando —explicó Jesenia.—Entonces, mejor vayamos al área infantil y compremos unos algodo
—Muerde el paño para que…—¡Saca la maldita bala de una vez! —reclamó Jonathan con enfado. Lo habían trasladado a la casa de Baudilio para curarle las heridas. La bestia de Kenaí le había propinado profundos arañazos, recibiendo además, disparos que lo debilitaron.Gregory sacaba con ayuda de sus garras, las dos balas que habían quedado alojadas en la espalda de su hermano, para que luego sus heridas pudieran cicatrizar sin problemas gracias a las capacidades curativas que les aportaba la bestia.—No son balas de armas cortas —dedujo Gabriel al evaluar la que Gregory ya habia retirado del cuerpo de Jonathan—. Son balas de armas de asalto.—Y el veneno es más potente que el utilizado meses atrás por los hombres de Jairo Contreras —reveló Albert haciendo girar en su mano uno de los dardos—. Afectan a la bestia, aunque poco. La mía estuvo como adormilada por casi un minuto con un solo dardo.Jonathan gruñó con ira. Le habían clavado tres dardos en la espalda mientras luchaba con Kenaí, a
Jesenia se apretujaba las manos entre sí mientras observaba por la ventana de la casa de Javier hacia la selva. Los nervios no la habían abandonado en toda la noche y seguía con las emociones igual de alteradas esa mañana.Se comunicó en una ocasión con Jonathan a través del teléfono, pero él no pudo ir a acompañarla. A su lado sentía una enorme tranquilidad y deseaba tenerlo cerca, sin embargo, por los problemas que se habían desatado en La Costa, él y el resto de los miembros de la sociedad debían dedicarse en un cien por ciento a las labores en los sembradíos.Según le había explicado Isabel, los trabajadores estaban muy asustados por lo que había ocurrido la noche anterior en el malecón. Varias personas resultaron heridas y dos de los sujetos que habían propiciado el tiroteo fallecieron.A muchos les daba miedo ir a los terrenos, la policía manejaba la hipótesis de que grupos criminales estaban escondidos en esas tierras y lo que había ocurrido en la playa había sido por culpa de