Jesenia respiró hondo al quedar sola, con las palabras del tal Baudilio haciendo eco en su cabeza.Se abrazó a su cuerpo al sentir una brisa fría que la rodeaba. Una sensación de angustia de pronto la invadió, erizándole la piel.Al repasar los alrededores se sobresaltó al divisar a una niña semiescondida entre unos matorrales. Era la chica de los cabellos rubios, la que aferraba una muñeca de trapo entre sus bracitos y le había dado un susto de muerte días atrás.Retrocedió nerviosa, encerrándose enseguida en la casa con el corazón latiéndole a mil por horas en el pecho. Gritos infantiles llenos de terror resonaban en la lejanía, angustiándola.Se sentó en la mesa pretendiendo así controlar sus emociones. Las piernas le temblaban levemente y las manos le dolían de tanto que las había estrujado entre sí. Se arrepentía por no haberse ido con Isabel o con William.Creyó que dentro de esa casa estaría segura, pero el eco de los gritos de niños pidiendo auxilio la atormentaban.Sabía que
Los nervios habían enlazado un apretado nudo en el pecho de Jesenia que la tenía al borde de un ataque de pánico. La Costa se estaba volviendo un lugar muy oscuro, lleno de personajes de otro mundo.Se sobresaltó al escuchar el auto de Javier. Isabel había llegado a casa.Se asomó a la ventana con los ojos brillándole por el temor, por fin no estaría sola.Vio a su amiga bajar mientras hablaba por teléfono móvil. Reía y se mordía los labios con ansiedad por lo que le contaban al otro lado de la línea. Quizás fuera Javier, haciéndole seductoras propuestas, eso le produjo cierta envidia.A pesar de los problemas y las confusiones que ocurrían en esa región, ellos intentaban continuar sus vidas con normalidad, como si estuvieran habituados a las extrañezas que ahí se producían. La única que estaba siendo obsesiva era ella, aparentando demencia.Tal vez lo que William le había explicado fue lo más lógico que ocurrió en la playa, pero ella prefería pensar en la existencia de unos supuestos
Al llegar al pueblo se sintió cohibida, algo que no experimentaba desde la niñez. El lugar era un hervidero de personas andando de un lado a otro.Policías, familiares de las personas heridas en el tiroteo, periodistas y curiosos se trasladaban de un lado a otro en la búsqueda de información.Comenzaba a comprender la angustia de los miembros de la sociedad. Con semejante caos en la zona era imposible que el trabajo se desarrollara con normalidad.Los empleados de la cosecha temían salir de sus casas, ya fuera por miedo a la delincuencia desatada, a los animales salvajes sueltos en las montañas que los rodeaban o a los espíritus y fantasmas que intentaban atacarlos.Los santeros querían apagar los temores colectivos al activar en la región sus prácticas religiosas, ofreciendo sanación, tanto física como espiritual, y poniendo a la orden sus dotes adivinatorias para hallar a los niños perdidos y resolver las confusiones reinantes.Competían con el resto de las religiones que hacían vid
—Tengo que avisarle a Isa…—Ella sabe que estás conmigo —reclamó Jonathan con rabia contenida mientras salían del centro de salud.Jesenia lo miró impactada, nunca imaginó que él reaccionaría de esa manera. Una colisión de emociones se produjo en su pecho. De furia, al sentirse dominada, ya que odiaba que la trataran como si fuera una inconsciente, pero a la vez, excitada.Adoraba enloquecer a los hombres, verlos celosos e incontrolables por ella. Por eso no pudo evitar dibujar una pequeña sonrisa traviesa mientras subían al auto de él.—No sabía que vendrías —dijo con voz melosa cuando Jonathan ocupó su asiento y encendía el motor.Él le dirigió una mirada iracunda un instante, luego se esforzó por ignorarla. Estaba a punto de perder el control por el inmenso dolor que sentía en el pecho.—Te llamé, pero no respondías a tu teléfono. Por eso me comuniqué con Isabel. Ella me dijo que estaban aquí —explicó con la mandíbula prieta, antes de poner el auto en marcha y salir del centro de s
—¡Cobarde! —El grito de Jesenia lo detuvo, pero no fue capaz de darle la cara—. ¡¿Eso es todo?! ¡¿Sientes algo por mí, pero ahora no tienes tiempo para luchar?! —exclamó con lágrimas en los ojos.Jonathan se giró con lentitud, demostrándole su desconsuelo.—Necesito tiempo para acostumbrarme a tu forma liberal de vivir, a controlar mi temperamento, a dedicarte mi vida entera para hacerte feliz, a llevarte a cada rincón de esta tierra para que la conozcas y disfrutes, a amarte cómo te lo mereces sin que tengas que esperar por nada… —Se detuvo para respirar hondo, sintiéndose agobiado—. No tengo ese tiempo y tú no mereces soportar a un idiota celoso de mal carácter.La última frase le caló tan hondo que la sintió como un dardo que lo traspasaba por completo. Nada le había hecho tanto daño en la vida como sus propias palabras. Volvió a darle la espalda para regresar a su auto.—Pero yo quiero a un idiota celoso de mal carácter. —La intervención de ella lo detuvo de nuevo. Jesenia se apre
Los guerreros se habían reunido en la casa del líder Pablo mientras el hombre se encontraba en el pueblo con el resto de los líderes, tratando de evitar que la región se llenara de más visitantes que podrían complicarle el trabajo de hallar a Kenaí.—Es inevitable, es una orden del gobierno —alegó Albert, quien se mostraba preocupado parado junto a la mesa redonda donde el resto de los guerreros se hallaban sentados—. La Costa será tomada por militares y por la policía de investigaciones. Quieren peinar cada una de las montañas.—Ese trabajo lo hemos hecho nosotros día y noche. No hallarán nada —se quejó Gabriel jugueteando con las llaves de su auto para controlar la frustración.—Eso no podemos confesarlo y luego de los nuevos secuestros ellos tienen derecho a tomar las medidas que crean pertinentes para resolver el problema.Todos se tensaron al recordar que una vez más secuestraban a un grupo de cuatro niños y casi en sus narices. La bestia estaba perdiendo su efectividad, por eso
El sonido de las ollas y el aroma de las especias inundaban el ambiente dentro de la casa de los Aldama. Isabel y Jesenia se habían esmerado en preparar unas milanesas de pollo, tan tiernas y jugosas, que por un instante las hizo olvidarse del amargo momento que atravesaban en la región para disfrutar de una exquisita comida acompañada por una agradable charla.Durante algunos minutos la conversación giró en torno a temas triviales llenos de anécdotas y risas y no estuvieron centrados en desapariciones, muertes y conflictos.Sin embargo, el esparcimiento les duró poco, luego de compartir una copa de vino con las chicas, William tuvo que ocuparse en realizar algunas llamadas a líderes de la sociedad para reconfirmar la reunión de emergencia que tendrían ese día.Isabel, luego de ayudar a su amiga a limpiar la cocina, subió a su habitación para comunicarse con Rebeca y preguntarle sobre la salud del niño, quien ese día presentaba leves quebrantos y molestias estomacales.Al quedar sola,
Había pasado una hora, pero Jesenia aún no se calmaba del todo. Una mezcla de miedo y frustración le agolpaba el pecho, haciéndola sentir deprimida.Lloraba por su hermana, por la niña de los cabellos rubios y por todos los niños que habían desaparecido en esa región, quienes a su criterio, habían sido víctimas de la horrible fiera que ese día conoció.Isabel intentó hablar con ella para saber qué había ocurrido, ya que William había fracasado en esa empresa, pero la chica solo lloriqueaba y balbuceaba sobre su hermana muerta, sobre una fiera de ojos rojos y sobre los «hombres tigres».Ambos sabían que ella había sido testigo de la batalla entre las bestias con Kenaí transformado en demonio, pero no lograban sacarle más. Aún se encontraba en shock.Al llegar Javier, se enteraron que las bestias habían logrado vencer al demonio, pero este desapareció siendo tragado por la tierra en el preciso instante en que iban a aniquilarlo. Isabel y él discutieron por Jesenia.El guerrero le exigía