—Tengo que avisarle a Isa…—Ella sabe que estás conmigo —reclamó Jonathan con rabia contenida mientras salían del centro de salud.Jesenia lo miró impactada, nunca imaginó que él reaccionaría de esa manera. Una colisión de emociones se produjo en su pecho. De furia, al sentirse dominada, ya que odiaba que la trataran como si fuera una inconsciente, pero a la vez, excitada.Adoraba enloquecer a los hombres, verlos celosos e incontrolables por ella. Por eso no pudo evitar dibujar una pequeña sonrisa traviesa mientras subían al auto de él.—No sabía que vendrías —dijo con voz melosa cuando Jonathan ocupó su asiento y encendía el motor.Él le dirigió una mirada iracunda un instante, luego se esforzó por ignorarla. Estaba a punto de perder el control por el inmenso dolor que sentía en el pecho.—Te llamé, pero no respondías a tu teléfono. Por eso me comuniqué con Isabel. Ella me dijo que estaban aquí —explicó con la mandíbula prieta, antes de poner el auto en marcha y salir del centro de s
—¡Cobarde! —El grito de Jesenia lo detuvo, pero no fue capaz de darle la cara—. ¡¿Eso es todo?! ¡¿Sientes algo por mí, pero ahora no tienes tiempo para luchar?! —exclamó con lágrimas en los ojos.Jonathan se giró con lentitud, demostrándole su desconsuelo.—Necesito tiempo para acostumbrarme a tu forma liberal de vivir, a controlar mi temperamento, a dedicarte mi vida entera para hacerte feliz, a llevarte a cada rincón de esta tierra para que la conozcas y disfrutes, a amarte cómo te lo mereces sin que tengas que esperar por nada… —Se detuvo para respirar hondo, sintiéndose agobiado—. No tengo ese tiempo y tú no mereces soportar a un idiota celoso de mal carácter.La última frase le caló tan hondo que la sintió como un dardo que lo traspasaba por completo. Nada le había hecho tanto daño en la vida como sus propias palabras. Volvió a darle la espalda para regresar a su auto.—Pero yo quiero a un idiota celoso de mal carácter. —La intervención de ella lo detuvo de nuevo. Jesenia se apre
Los guerreros se habían reunido en la casa del líder Pablo mientras el hombre se encontraba en el pueblo con el resto de los líderes, tratando de evitar que la región se llenara de más visitantes que podrían complicarle el trabajo de hallar a Kenaí.—Es inevitable, es una orden del gobierno —alegó Albert, quien se mostraba preocupado parado junto a la mesa redonda donde el resto de los guerreros se hallaban sentados—. La Costa será tomada por militares y por la policía de investigaciones. Quieren peinar cada una de las montañas.—Ese trabajo lo hemos hecho nosotros día y noche. No hallarán nada —se quejó Gabriel jugueteando con las llaves de su auto para controlar la frustración.—Eso no podemos confesarlo y luego de los nuevos secuestros ellos tienen derecho a tomar las medidas que crean pertinentes para resolver el problema.Todos se tensaron al recordar que una vez más secuestraban a un grupo de cuatro niños y casi en sus narices. La bestia estaba perdiendo su efectividad, por eso
El sonido de las ollas y el aroma de las especias inundaban el ambiente dentro de la casa de los Aldama. Isabel y Jesenia se habían esmerado en preparar unas milanesas de pollo, tan tiernas y jugosas, que por un instante las hizo olvidarse del amargo momento que atravesaban en la región para disfrutar de una exquisita comida acompañada por una agradable charla.Durante algunos minutos la conversación giró en torno a temas triviales llenos de anécdotas y risas y no estuvieron centrados en desapariciones, muertes y conflictos.Sin embargo, el esparcimiento les duró poco, luego de compartir una copa de vino con las chicas, William tuvo que ocuparse en realizar algunas llamadas a líderes de la sociedad para reconfirmar la reunión de emergencia que tendrían ese día.Isabel, luego de ayudar a su amiga a limpiar la cocina, subió a su habitación para comunicarse con Rebeca y preguntarle sobre la salud del niño, quien ese día presentaba leves quebrantos y molestias estomacales.Al quedar sola,
Había pasado una hora, pero Jesenia aún no se calmaba del todo. Una mezcla de miedo y frustración le agolpaba el pecho, haciéndola sentir deprimida.Lloraba por su hermana, por la niña de los cabellos rubios y por todos los niños que habían desaparecido en esa región, quienes a su criterio, habían sido víctimas de la horrible fiera que ese día conoció.Isabel intentó hablar con ella para saber qué había ocurrido, ya que William había fracasado en esa empresa, pero la chica solo lloriqueaba y balbuceaba sobre su hermana muerta, sobre una fiera de ojos rojos y sobre los «hombres tigres».Ambos sabían que ella había sido testigo de la batalla entre las bestias con Kenaí transformado en demonio, pero no lograban sacarle más. Aún se encontraba en shock.Al llegar Javier, se enteraron que las bestias habían logrado vencer al demonio, pero este desapareció siendo tragado por la tierra en el preciso instante en que iban a aniquilarlo. Isabel y él discutieron por Jesenia.El guerrero le exigía
Aunque amara con locura a Jesenia y ella sintiera un mínimo de amor hacia él, la gran responsabilidad que cargaban sobre sus hombros no era un asunto fácil de digerir para quienes nunca habían vivido en medio de una sociedad compleja como la de ellos, que desde hacía centenares de años atravesaba amenazas y desafíos superiores al entendimiento humano y debían utilizar métodos poco ortodoxos para salir de sus aprietos.Jonathan comprendía que sus sentimientos estaban en disputa con su sentido común, que no solo debía actuar según lo que sentía, sino para evitar lo que podía afectar a toda su gente.La seguridad de ellos garantizaría su propia seguridad y eso no lo podía poner en riesgo, ni siquiera, por un ser amado. En eso consistía el pacto que sus ancestros habían hecho con sus dioses.Entró a la habitación y la vio ovillada en el centro de la cama abrazada a una almohada. Los ojos de la chica, empapados en lágrimas y cubiertos por la sombra de los miedos, miraban con fijeza la nada
No volvió a ver a Jonathan hasta la mañana siguiente, cuando él pasó por la casa de los Aldama unos minutos solo para abrazarla y besarla. Se notaba cansado, ojeroso e irritado.La Costa se había llenado de policías y militares, acompañados por funcionarios pertenecientes a organismos y fundaciones de protección de la fauna silvestre, quienes exigían adentrarse en los terrenos para buscar a los felinos que rondaban la región y causaban temores.Ellos no podían permitirles el paso, ya que las bestias estaban sueltas en las montañas buscando a Kenaí. No podían tener a extraños rondando sus tierras que pudieran descubrir su secreto, pero aquella negativa los volvían sospechosos.Si la sociedad no dejaba que revisaran sus propiedades, tal vez fuera porque escondían en ellas a los delincuentes que estaban operando en la zona.Los líderes se afanaban día y noche en enfrentar las acusaciones con la ayuda de sus abogados. Sin embargo, el gobierno de la región había enviado una orden exigiendo
Los hombres estuvieron allí por varios minutos más, hasta que llegó el comisario y tuvieron que marcharse con él.Jesenia no se quedó sola porque antes de que se fueran había llegado Isabel hecha un vendaval, entrando en la cocina para meter en una caja de plástico las verduras y hortalizas que encontraba.—Irma, la esposa de Pablo, prestará su casa para realizar la sopa —notificó sin detenerse.—Una sopa no les regresará la esperanza a esa gente —se quejó Jesenia abrazada a su cuerpo y sin apartar su mirada de la selva ensombrecida que se miraba por la ventana.A pesar de que era medio día, el cielo de La Costa estaba cubierto por densas nubes de lluvia que oscurecían el ambiente en la región.—Un plato de comida les dará fuerza para soportar la incertidumbre —alegó la chica con enfado—. Han pasado todo el día en la comisaría llorando por sus hijos perdidos, no tienen cabeza ni dinero para preocuparse en los alimentos. Si no comen, se debilitan.Jesenia apretó el ceño cavilando las p