Parte 3. Capítulo 28. Acuerdos

No volvió a ver a Jonathan hasta la mañana siguiente, cuando él pasó por la casa de los Aldama unos minutos solo para abrazarla y besarla. Se notaba cansado, ojeroso e irritado.

La Costa se había llenado de policías y militares, acompañados por funcionarios pertenecientes a organismos y fundaciones de protección de la fauna silvestre, quienes exigían adentrarse en los terrenos para buscar a los felinos que rondaban la región y causaban temores.

Ellos no podían permitirles el paso, ya que las bestias estaban sueltas en las montañas buscando a Kenaí. No podían tener a extraños rondando sus tierras que pudieran descubrir su secreto, pero aquella negativa los volvían sospechosos.

Si la sociedad no dejaba que revisaran sus propiedades, tal vez fuera porque escondían en ellas a los delincuentes que estaban operando en la zona.

Los líderes se afanaban día y noche en enfrentar las acusaciones con la ayuda de sus abogados. Sin embargo, el gobierno de la región había enviado una orden exigiendo
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