Parte 3. Capítulo 29. La misión

Los hombres estuvieron allí por varios minutos más, hasta que llegó el comisario y tuvieron que marcharse con él.

Jesenia no se quedó sola porque antes de que se fueran había llegado Isabel hecha un vendaval, entrando en la cocina para meter en una caja de plástico las verduras y hortalizas que encontraba.

—Irma, la esposa de Pablo, prestará su casa para realizar la sopa —notificó sin detenerse.

—Una sopa no les regresará la esperanza a esa gente —se quejó Jesenia abrazada a su cuerpo y sin apartar su mirada de la selva ensombrecida que se miraba por la ventana.

A pesar de que era medio día, el cielo de La Costa estaba cubierto por densas nubes de lluvia que oscurecían el ambiente en la región.

—Un plato de comida les dará fuerza para soportar la incertidumbre —alegó la chica con enfado—. Han pasado todo el día en la comisaría llorando por sus hijos perdidos, no tienen cabeza ni dinero para preocuparse en los alimentos. Si no comen, se debilitan.

Jesenia apretó el ceño cavilando las p
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