Parte 3. Capítulo 37. El incendio

Jesenia veía el rostro de Albert sobre su cara gritándole, pero no podía escucharlo con claridad. Estaba aturdida, algo sorda y su visión no era del todo clara.

Él la cargó como si ella fuera de papel, sacándola de aquella casa que olía a humo y ardía. Le pareció que las brumas del portal la rodeaban, pues solo veía neblinas.

Sin embargo, no sentía su frío característico, sino un calor que la ahogaba y le quemaba la garganta.

Cuando Albert la colocó en el suelo del exterior, permitiendo que gotas de lluvia le mojaran el rostro, su cuerpo comenzó a reaccionar y sus oídos a destaparse.

El sonido de unas despiadadas llamas le erizó toda la piel. Buscó incorporarse con dificultad, viendo como la cabaña estaba cubierta por un fuego gigantesco. El terror la embargó.

El cristal de las ventanas estaba roto, quizás, por la explosión. Por los huecos que dejaba salía un humo denso, con llamaradas de un fuego cruel y asesino que se consumía todo a su paso.

El recuerdo de su casa en llamas y de su
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