La había estado vigilando durante dos días, como si fuera un delincuente pendiente de su víctima. No podía dejar de seguirla, sentía una poderosa necesidad por estar cerca de ella, pero además, estaba inquieto.Esa chica lo había visto con los ojos amarillos de la bestia, con garras filosas en las manos y largos colmillos sobresaliendo de su boca.Cualquier ser humano normal se hubiera asustado por esa revelación, quizás, habría corrido, gritado o vociferado a los cuatro vientos ese misterioso fenómeno, pero ella no. Ella parecía habituada a esos encuentros sobrenaturales.Seguía con atención como la joven se movía por La Costa, como si conociese la región, a pesar de ser primera vez que él la veía. Una chica como esa jamás la habría pasado desapercibida.Quería aparentar rudeza. Lideraba a un grupo de revoltosos que se paseaba en moto por el pueblo y por las playas siendo ruidosos y desordenados.Fastidiaban a los pocos comerciantes que aún hacían funcionar sus negocios en aquel pueb
Mary llegó a la casa recreacional abandonada, donde en esa ocasión se habían escondido sus compañeros, estacionando con rapidez la moto bajo un árbol de uva de playa de menos de dos metros de altura, cuyas ramas frondosas colgaban como una sombrilla.Corrió al interior de la casa, sin saludar a los chicos que se hallaban desperdigados en los alrededores. Unos medio dormidos, otros fumando marihuana y escuchando música en una pequeña radio.Dos de ellos, la pareja de sujetos con mayor edad en el grupo y quienes poseían un prontuario policial más largo y complejo, afilaban machetes con los que pensaban asustar a los pobladores para provocar a las bestias.Ese era el trabajo de ese grupo de revoltosos. Alborotar a las bestias y distraerlas mientras «otros» organizaban dentro del poblado el ataque final que las doblegaría.Mary, aunque debía acompañarlos y liderarlos, poseía una tarea de mayor riesgo. Entró apresurada a la habitación donde había guardado su mochila, la abrió nerviosa y sa
Jonathan se sirvió un poco de brandy y se lo bebió de un solo trago.—No, por favor. Ya basta de problemas —se quejó Javier al verlo respirar hondo luego de tragar la bebida. Jonathan apretó la mandíbula con desagrado.—No me estoy volviendo un alcohólico. Solo necesito llenarme de paciencia.—¡Estoy casi lista! ¡Yo manejo! —gritó Jesenia desde la planta superior mientras terminaba de alistarse para viajar con ellos a Maracay. Javier arqueó las cejas y se cruzó de brazos.—Baudilio tiene unas sales capaces de hacer dormir a un caballo. Si quieres, podemos hacer que ella se duerma y se quede en el auto.—Oh Dios, ¡no haré nada de eso! —suspiró el moreno, agobiado, y se sentó en el posabrazos de un sofá—. Adoro su efervescencia, pero me es difícil controlar mis celos.Javier sonrió con poco ánimo.—Te entiendo. Con Isabel me pasa igual.—Sí, pero Isabel no es… Jesenia —masculló, viendo, entre maravillado y furioso, como su chica bajaba las escaleras seguida por su perro Drago.Iba enfun
Gabriel recogió con una pala el abono orgánico que habían preparado semanas antes y lo colocó en una carretilla hasta llenarla.Gregory esperaba de mala gana a que su hermano terminara su trabajo para llevar el humus a las plantas más jóvenes, de esa manera crecerían más fuertes con la ayuda de los nutrientes que este le aportaría.Ambos trabajaban en silencio, cada uno concentrado en su tarea y en sus pensamientos. No había más empleados en los alrededores.Los dos negros que los estuvieron ayudando, tuvieron que ir a los depósitos para servir de apoyo en el almacenamiento de los equipos utilizados en la jornada.Cada vez eran menos las personas que trabajaban para ellos. Los que no se marchaban de La Costa preferían estar con los pescadores en la playa, así no se sumergían en las plantaciones asentadas en medio de la selva, corriendo el riesgo de que algún ser de otro mundo les diera un susto de muerte.Al regresar con la carretilla vacía, Gregory notó que su hermano no dejaba de pa
Claudia, la tía de Deibi, le permitió a Jesenia entrar en la habitación del hombre sin anunciarse. No gastaban tiempo en llamarlo, pues sabían que él no las escucharía.Solía acostarse en la cama con los cascos de su iPod puestos para oír a todo volumen música estridente, desconectándose de la realidad.La chica abrió la puerta y entró en la habitación algo enfadada. Se paró junto a la cama y le golpeó una pierna antes de cruzarse de brazos y dirigirle una mirada iracunda.Deibi se sobresaltó al ser interrumpido. Al darse cuenta que era ella, se quitó los cascos y se sentó en medio de un quejido.—Eres peligrosa.—¿De verdad? Pero tu bestia ni siquiera se inmutó por mi presencia.—Por eso eres peligrosa —se quejó el hombre, y se movió hacia el borde de la cama para sentarse apoyando los brazos en sus rodillas—. ¿Qué quieres? —preguntó fastidiado.Ella suspiró disgustada antes de sentarse a su lado.—¿Cuándo vas a superar la muerte de Albert? —Él la observó con severidad. Jesenia arque
Estacionaron los autos frente a la casa del negro Ismael y los cuatro guerreros bajaron manteniéndose en alerta. El hogar estaba oscuro, lleno de suciedad y abandono, con las puertas y ventanas cerradas, sin posibilidad de echar un vistazo al interior.Gabriel llevaba la gorra en su mano, le había contado a Javier y a Jonathan lo ocurrido en la montaña y ellos le confesaron sobre los hombres con los que se habían topado en la ciudad.Todos llegaron a la conclusión de que Ismael podría ser esa persona que los vigilaba y les pasaba a los delincuentes información de ellos, sirviéndole al demonio.Llamaron a la puerta en varias ocasiones, pero no recibieron respuesta. Jonathan se atrevió a saltar la reja perimetral y revisar el patio trasero, descubriendo que las entradas por allí también estaban selladas.Gregory se acostó boca abajo en el suelo, para dar una mirada a través del resquicio inferior que dejaba la puerta, así pudo percibir un reflejo de luz que salía del pasillo de las habi
—En mi opinión, él ha mejorado —comentó Isabel mientras ayudaba a Rebeca a sacar a Máximo de la bañera donde le estaban dando un baño, enrollándolo en una toalla.El niño reía con ella y masticaba una tortuga de hule. El quebranto le había pasado y aunque conservaba aún algunas marcas en su piel, muchas ya se le habían borrado.—No me siento conforme —reveló Rebeca envolviéndolo en un abrazo protector y besando su húmeda cabecita—. Hablaré con Baudilio. Podría ser una enfermedad que tenga que ver con la bestia.—¿Con la bestia? —consultó Isabel acompañándola a la cama, donde colaboraría para secarlo y vestirlo.—Gabriel me dice que desde la niñez se comienzan a mostrar algunas dotes de fuerza y rapidez, incluso, en la coloración de los ojos cuando está enfadado, que demuestran que él será elegido para poseer al espíritu cuando este deje a su padre. Max no ha presentado nada fuera de lo normal, Gabriel ha estado pendiente. Solo esas extrañas dolencias.—¿Y no será muy pronto para eso?
Deibi entró sin ser invitado a una habitación solo para enfermeras, donde las mujeres que trabajaban en los diversos consultorios del centro de salud guardaban sus pertenencias y descansaban en medio de la jornada.En esa ocasión, el cuarto estaba casi desolado, solo una chica se encontraba dentro. Una rubia de ojos verdes e hipnóticos que tenía los nervios del guerrero atados en un cordón fuerte en su pecho.Al sentir la invasión, la mujer dejó de revisar su teléfono móvil y se giró con rostro irritado, pero al ver que se trabaja de Deibi, se impactó, quedando sin palabras.—Hola —dijo él con una sonrisa traviesa y entró cerrando la puerta tras de sí—. No sabía que trabajabas en La Costa. Por lo visto, no estás de paso.Ella apretó la mandíbula con enfado y se irguió. Así escondió su preocupación. No había sentido su presencia, por lo visto, sus dotes comenzaban a fallar.—¿Qué haces aquí? ¿No sabes que está prohibido entrar?—¿Quién va sacarme?Mary se mostró desconcertada por su a