Deibi entró sin ser invitado a una habitación solo para enfermeras, donde las mujeres que trabajaban en los diversos consultorios del centro de salud guardaban sus pertenencias y descansaban en medio de la jornada.En esa ocasión, el cuarto estaba casi desolado, solo una chica se encontraba dentro. Una rubia de ojos verdes e hipnóticos que tenía los nervios del guerrero atados en un cordón fuerte en su pecho.Al sentir la invasión, la mujer dejó de revisar su teléfono móvil y se giró con rostro irritado, pero al ver que se trabaja de Deibi, se impactó, quedando sin palabras.—Hola —dijo él con una sonrisa traviesa y entró cerrando la puerta tras de sí—. No sabía que trabajabas en La Costa. Por lo visto, no estás de paso.Ella apretó la mandíbula con enfado y se irguió. Así escondió su preocupación. No había sentido su presencia, por lo visto, sus dotes comenzaban a fallar.—¿Qué haces aquí? ¿No sabes que está prohibido entrar?—¿Quién va sacarme?Mary se mostró desconcertada por su a
Los guerreros habían revisado toda la casa de Gabriel, incluso, los alrededores. No había rastros del demonio.Rebeca se encontraba en la cocina, hamacando a su hijo mientras Isabel le calentaba un poco de leche con chocolate, así lo compensarían por su valeroso comportamiento.Luego del ataque del demonio, el niño lloró un poco aunque sin muchos aspavientos. Mantuvo la calma, permitiendo que su padre se centrara en tranquilizar el llanto aterrado de Rebeca, quien había caído en shock.El animal no logró lastimarlos, se desvaneció a centímetros de distancia de ellos, en el preciso instante en que las bestias entraban en la habitación.Las mujeres igual se quedaron ovilladas en el suelo, abrazando al niño, que miraba absorto a las bestias mientras estas buscaban nerviosas al invasor, destruyendo algunos muebles. Al no encontrar nada, se sosegaron dejándole el control a sus portadores.Ahora todos estaban enfurecidos. Deibi había llegado, conociendo la historia de lo que había ocurrido
La buscó en el centro de salud y en el pueblo sin éxito, así que decidió indagar en la montaña, donde sabía que se reunían los revoltosos que invadían La Costa para practicar deportes extremos de forma ilegal.La halló reunida con un grupo de sujetos que se disponían a atravesar una zona rocosa de la selva, rasgada por profundas depresiones y peligrosos parajes. Se habían asentado cerca del río, para preparar las motos e iniciar la aventura.Él la vigiló escondido en la vegetación, observándola con atención mientras ella se despedía de los chicos que comenzaban el viaje, justificando que prefería hacerlo rezagada para evaluar el rendimiento de su moto que estaba presentando fallas.Deibi la notó melancólica y preocupada. Pudo percatarse que las excusas de los problemas en su moto eran falsas, sin embargo, con eso Mary logró quedarse sola. Una oportunidad que él no desaprovecharía.—Eres mentirosa —dijo agachado sobre un árbol caído ubicado tras ella, en una pequeña colina. La chica tu
Se debatieron por unos minutos, rodando en el suelo, golpeándose entre sí y mordiéndose con rudeza. Sin embargo, más que ira, aquello lo que despertó fue un deseo desgarrador. En ambos.Mary utilizó sus garras para romperle la camisa y arañar su pecho. Lo mordió cerca del ombligo, produciéndole a Deibi un delicioso placer. La lucha pasó de hacer daño a querer tener el dominio sobre el cuerpo del otro.Los dos querían besar y lamer cada pedazo de piel que tocaban, rasgando la tela que se interponía.Al estar ambos desnudos, Deibi logró inmovilizarla contra el suelo apresándole las piernas con una de las de él. La sostuvo con firmeza de los brazos mientras chupaba y lamía sus senos expuestos.Ella rugía colérica, a punto de estallar por el goce, pero ansiosa por probar ella también su piel.Liberó una de sus manos y le dio un fuerte golpe en el costado, haciéndolo retorcerse por el dolor, así obtuvo algo de ventaja para cambiar de posición, y al quedar arriba, se lo engulló enseguida gr
Luego de que Baudilio y sus hermanos se marcharan a Yaracuy, Deibi se dirigió con Jesenia al centro de salud.La chica le había mentido a Isabel de que visitarían a Daniela, la prima del guerrero con quien había hecho buenas migas. Nadie en la sociedad sabía lo que hacían.—Bien, vamos a establecer límites —decidió Deibi cuando estuvieron lejos de la casa de los Aldama.—¿De qué hablas? —consultó la chica mosqueada, observándolo con el ceño fruncido.—Te he ayudado hasta ahora por dos cosas: una, porque es una buena excusa para alejarme de las obligaciones que me imponen mis hermanos —reveló sin apartar su atención de la vía—, y segundo, porque creo que eres muy buena detective y has llegado más lejos que todos nosotros.Jesenia sonrió con superioridad, pero al ver que Deibi le dirigía una mirada severa y llena de advertencias, recobró la seriedad.—Sin embargo, no voy a permitir que te excedas.—¿Qué me exceda? ¿A qué te refieres?—A que eres una mujer coqueta y seductora y eso te ha
Deibi perdió la sonrisa al ver que Ray bajaba de la moto y tomaba a Mary por un brazo con brusquedad para obligarla a mirarlo.Los celos lo atormentaron, pero una nueva insistencia de Jesenia de marcharse lo ayudó a mantener la calma y aprovechar la ocasión para provocar a la rubia.—Camina —ordenó y le envolvió la cintura con un brazo para espolearla hacia su auto.—¿Qué pasa? —quiso saber Jesenia. Había notado la irritación del hombre.—Nada. Sube —indicó y abrió la puerta del copiloto, pero Jesenia no lo obedeció. Se giró para encarar a Mary que se acercaba a ellos con pose altanera.—¿Ustedes de nuevo? —fustigó, encendida en cólera.—Tú eres quien está invadiendo nuestras tierras —reclamó Jesenia. La rubia se detuvo frente a ella, desafiándola.—¿Qué buscan? —preguntó. Ambas compartieron una mirada dura.—Mira, niña… —Jesenia intentó enfrentarla, pero Deibi la detuvo sosteniéndola de un hombro, algo que le molestó y gruñó en respuesta.Pero el guerrero tenía toda su atención puest
Jonathan y Javier llegaron a Chivacoa con Baudilio, una ciudad ubicada en el estado llanero de Yaracuy. Se dirigieron a la montaña Sorte, un asentamiento natural lleno de espíritus dispuestos a reunirse con los vivos para hacer llegar sus mensajes.Luego de atravesar el poblado, se estacionaron en el puesto militar ubicado al pie de la montaña, donde los creyentes dejaban sus vehículos. Desde ese punto se comenzaba a sentir la energía del lugar.Las bestias de los guerreros se pusieron en alerta al captar presencias poderosas mientras los guerreros caminaban junto al líder hacia el altar mayor, pasando cientos de puestos de comida, bisutería y recuerdos, así como zonas para acampar.El lugar era frecuentado por seguidores de la religión Yoruba, pero además, por personas que esperaban que un milagro resolviera sus situaciones actuales, ya fuera de salud, trabajo o personales.Se topaban con extranjeros provenientes de diversos puntos del planeta, algunos movidos por la devoción, y otro
Tuvieron que ir al poblado de Chivacoa por insumos. El espiritista les había pedido que cubrieran los gastos de la sesión, así que tuvieron que adquirir flores, frutas, licor, cigarros y hojillas, entre otras cosas, para llevar a la montaña de Sorte.Se internaron en lo más profundo de la selva hasta llegar a un claro donde el suelo había sido desprovisto de hierba y era posible realizar una fogata.El espiritista era un muchacho joven, alto y delgado, aunque de contextura fuerte. Su rostro estaba surcado por cicatrices y su piel por marcas de golpes recientes.—Echémoslo a la suerte —propuso Jonathan, sin apartar su mirada molesta del resto de los presentes.El espiritista estaba acompañado por un grupo de jóvenes de piel negra que serían quienes se encargarían de tocar los tambores y con el fuego de la fogata afinaban los cueros; había además una mujer obesa, vestida con una camiseta que parecía estar a punto de romperse por lo ajustada que le quedaba y con unas bermudas descolorida