Parte 4. Capítulo 16. Amuletos

Luego de que Baudilio y sus hermanos se marcharan a Yaracuy, Deibi se dirigió con Jesenia al centro de salud.

La chica le había mentido a Isabel de que visitarían a Daniela, la prima del guerrero con quien había hecho buenas migas. Nadie en la sociedad sabía lo que hacían.

—Bien, vamos a establecer límites —decidió Deibi cuando estuvieron lejos de la casa de los Aldama.

—¿De qué hablas? —consultó la chica mosqueada, observándolo con el ceño fruncido.

—Te he ayudado hasta ahora por dos cosas: una, porque es una buena excusa para alejarme de las obligaciones que me imponen mis hermanos —reveló sin apartar su atención de la vía—, y segundo, porque creo que eres muy buena detective y has llegado más lejos que todos nosotros.

Jesenia sonrió con superioridad, pero al ver que Deibi le dirigía una mirada severa y llena de advertencias, recobró la seriedad.

—Sin embargo, no voy a permitir que te excedas.

—¿Qué me exceda? ¿A qué te refieres?

—A que eres una mujer coqueta y seductora y eso te ha
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