Parte 4. Capítulo 2. Ojos hechiceros

Jesenia corrió para salir de la casa de los Aldama y alcanzar a Deibi antes de que este subiera al auto.

—¡Idiota! —gritó, logrando que él se detuviera, suspirara hondo y mirara al cielo con cansancio. Ella se apresuró por ubicarse frente a él y encararlo, apoyando un dedo en su pecho. Ahora Deibi, en apariencia, era diferente. Se dejó crecer algo de barba y el cabello poseía mechones largos, sin peinar, que llevaba oculto bajo una gorra que se ponía con la visera atrás—. Deja de esconderte y asume tu responsabilidad —exigió entre dientes.

—Ser niñero no es mi responsabilidad —rebatió el guerrero con enfado y apoyó las manos en sus caderas inclinándose hacia la chica pretendiendo intimidarla con su altura y musculatura.

Pero Jesenia se había convertido en una domadora de bestias salvajes. Las actitudes arrogantes y prepotentes las dominaba con facilidad, más aún la de los guerreros. También colocó sus manos en las caderas y aproximó su rostro endurecido hacia Deibi.

—Ser un hermano co
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