Las inmensas montañas que rodean a La Costa se hallaban cubiertas por neblina. Las carreteras, vacías y húmedas, se mantenían durante el día en una semipenumbra, y en la noche, estaban arropadas por una densa oscuridad que no era silenciosa.Pasos, susurros, siseos y gruñidos bajos solían escucharse en cada tramo, mezclados con el suave silbido del viento cuando pasaba entre las ramas de los bambúes y por el tenue recorrido del agua que bajaba entre las rocas.La soledad era constante, rota en pocas ocasiones por el rápido andar de algún auto, que con nerviosismo atravesaba a toda velocidad el serpenteante camino hasta llegar al pueblo.Ese asentamiento, que una vez fue cálido y lleno de colorido, ahora resultaba un lugar solitario y polvoriento. La mayoría de las casas se hallaban deshabitadas, con sus puertas bloqueadas por gruesos candados y comenzando a descorcharse por la sal que volaba por los aires.En los rincones crecía desbordante la maleza, sirviendo de refugio a innumerabl
Jesenia corrió para salir de la casa de los Aldama y alcanzar a Deibi antes de que este subiera al auto.—¡Idiota! —gritó, logrando que él se detuviera, suspirara hondo y mirara al cielo con cansancio. Ella se apresuró por ubicarse frente a él y encararlo, apoyando un dedo en su pecho. Ahora Deibi, en apariencia, era diferente. Se dejó crecer algo de barba y el cabello poseía mechones largos, sin peinar, que llevaba oculto bajo una gorra que se ponía con la visera atrás—. Deja de esconderte y asume tu responsabilidad —exigió entre dientes.—Ser niñero no es mi responsabilidad —rebatió el guerrero con enfado y apoyó las manos en sus caderas inclinándose hacia la chica pretendiendo intimidarla con su altura y musculatura.Pero Jesenia se había convertido en una domadora de bestias salvajes. Las actitudes arrogantes y prepotentes las dominaba con facilidad, más aún la de los guerreros. También colocó sus manos en las caderas y aproximó su rostro endurecido hacia Deibi.—Ser un hermano co
Mientras el júbilo estallaba entre el público asistente y les gritaban ovaciones y amenazas a los corredores por lo que habían apostado, Deibi se alejó hacia una colina para tener una mejor visión de la competencia.Los motociclistas debían recorrer un camino escarpado de aproximadamente un kilómetro, con subidas casi verticales y senderos llenos de enormes peñascos, peligrosas zanjas, troncos caídos y raíces brotadas.Regresaban por una vía paralela débilmente trazada a un costado de la montaña, donde la tierra era húmeda e inconsistente y por un costado daba a un despeñadero. Corrían el riesgo de resbalar hacia el precipicio o quedar encallados.Deibi apretó la mandíbula, entendió lo que Gregory buscaba.Allí no tenía oportunidad de utilizar sus instintos y capacidades sobrenaturales para superar los obstáculos, había demasiadas personas presentes, algunas se encontraban incluso, apostadas en diversas zonas portando cámaras de fotos y de video para inmortalizar el momento. Si quedab
Los guerreros se habían reunido en la casa de Baudilio luego de solventar el conflicto en la montaña, para discutir por lo ocurrido mientras el líder ojeaba uno de los tantos libros de la sociedad que poseía.—No puedes seguir actuando de esa manera —expuso Jonathan con enfado en dirección a Gregory. El chico se encontraba sentado en una silla con los codos apoyados en sus muslos, retorciendo las manos entre sí y con sus ojos furiosos clavados en el suelo. Odiaba que lo reprendieran como a un niño—. ¿Quieres matarte? Perfecto, ¡hazlo! —bramó parado frente a él e inclinándose un poco buscando que Gregory lo observara, sin éxito. Javier y Gabriel compartieron entre sí una mirada inconforme, aunque prefirieron no intervenir—. ¿Por qué tienes que afectarnos a nosotros? ¿No te das cuenta que con tus acciones nos pones a todos en peligro?—No puse en riesgo nuestro secreto. No permití que mi bestia se mostrara.—¡Pero no puedes evitar que la nuestra sí lo haga cuando se presente un inconven
La había estado vigilando durante dos días, como si fuera un delincuente pendiente de su víctima. No podía dejar de seguirla, sentía una poderosa necesidad por estar cerca de ella, pero además, estaba inquieto.Esa chica lo había visto con los ojos amarillos de la bestia, con garras filosas en las manos y largos colmillos sobresaliendo de su boca.Cualquier ser humano normal se hubiera asustado por esa revelación, quizás, habría corrido, gritado o vociferado a los cuatro vientos ese misterioso fenómeno, pero ella no. Ella parecía habituada a esos encuentros sobrenaturales.Seguía con atención como la joven se movía por La Costa, como si conociese la región, a pesar de ser primera vez que él la veía. Una chica como esa jamás la habría pasado desapercibida.Quería aparentar rudeza. Lideraba a un grupo de revoltosos que se paseaba en moto por el pueblo y por las playas siendo ruidosos y desordenados.Fastidiaban a los pocos comerciantes que aún hacían funcionar sus negocios en aquel pueb
Mary llegó a la casa recreacional abandonada, donde en esa ocasión se habían escondido sus compañeros, estacionando con rapidez la moto bajo un árbol de uva de playa de menos de dos metros de altura, cuyas ramas frondosas colgaban como una sombrilla.Corrió al interior de la casa, sin saludar a los chicos que se hallaban desperdigados en los alrededores. Unos medio dormidos, otros fumando marihuana y escuchando música en una pequeña radio.Dos de ellos, la pareja de sujetos con mayor edad en el grupo y quienes poseían un prontuario policial más largo y complejo, afilaban machetes con los que pensaban asustar a los pobladores para provocar a las bestias.Ese era el trabajo de ese grupo de revoltosos. Alborotar a las bestias y distraerlas mientras «otros» organizaban dentro del poblado el ataque final que las doblegaría.Mary, aunque debía acompañarlos y liderarlos, poseía una tarea de mayor riesgo. Entró apresurada a la habitación donde había guardado su mochila, la abrió nerviosa y sa
Jonathan se sirvió un poco de brandy y se lo bebió de un solo trago.—No, por favor. Ya basta de problemas —se quejó Javier al verlo respirar hondo luego de tragar la bebida. Jonathan apretó la mandíbula con desagrado.—No me estoy volviendo un alcohólico. Solo necesito llenarme de paciencia.—¡Estoy casi lista! ¡Yo manejo! —gritó Jesenia desde la planta superior mientras terminaba de alistarse para viajar con ellos a Maracay. Javier arqueó las cejas y se cruzó de brazos.—Baudilio tiene unas sales capaces de hacer dormir a un caballo. Si quieres, podemos hacer que ella se duerma y se quede en el auto.—Oh Dios, ¡no haré nada de eso! —suspiró el moreno, agobiado, y se sentó en el posabrazos de un sofá—. Adoro su efervescencia, pero me es difícil controlar mis celos.Javier sonrió con poco ánimo.—Te entiendo. Con Isabel me pasa igual.—Sí, pero Isabel no es… Jesenia —masculló, viendo, entre maravillado y furioso, como su chica bajaba las escaleras seguida por su perro Drago.Iba enfun
Gabriel recogió con una pala el abono orgánico que habían preparado semanas antes y lo colocó en una carretilla hasta llenarla.Gregory esperaba de mala gana a que su hermano terminara su trabajo para llevar el humus a las plantas más jóvenes, de esa manera crecerían más fuertes con la ayuda de los nutrientes que este le aportaría.Ambos trabajaban en silencio, cada uno concentrado en su tarea y en sus pensamientos. No había más empleados en los alrededores.Los dos negros que los estuvieron ayudando, tuvieron que ir a los depósitos para servir de apoyo en el almacenamiento de los equipos utilizados en la jornada.Cada vez eran menos las personas que trabajaban para ellos. Los que no se marchaban de La Costa preferían estar con los pescadores en la playa, así no se sumergían en las plantaciones asentadas en medio de la selva, corriendo el riesgo de que algún ser de otro mundo les diera un susto de muerte.Al regresar con la carretilla vacía, Gregory notó que su hermano no dejaba de pa