Parte 3. Capítulo 6. El calor de mi hoguera

Al encarar de nuevo a Jesenia, el estómago de Jonathan se apretó en un puño al ver su rostro juguetón.

Estaba ansioso por probar sus labios, que parecían jugosos gajos de dulce mandarina, pero al detallar sus ojos y divisar en ellos el brillo de la picardía, apretó el ceño. Ella lo estaba retando, quería ponerlo a prueba.

—¿Quieres conocer esta religión? —La mujer asintió emocionada—. Entonces, ven —la invitó, tomándola de la mano e ignorando las quejas del santero que estuvo hablando con ella. A Jesenia, la mirada firme y segura de Jonathan la atrapó, dejándola sin argumentos; más aún la calidez de su mano, que envolvió la suya arropándola en su totalidad—. En La Costa tenemos a santeros antiguos que se han ganado un gran respeto y conocen a la perfección la religión que pregonan, no estos recién llegados que vienen por el licor que regalan y el dinero fácil —expuso con rencor. La chica se dejó llevar fascinada. Le encantaba que lucharan por ella.

Salieron de esa casa en dirección a
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