Parte 3. Capítulo 8. Fantasmas personales

—¿Cómo haces para soportar la vida en este lugar tan solitario? —preguntó Jesenia a Isabel mientras caminaban a través de un sendero de tierra sumergiéndose en la selva.

—Disfruto de la naturaleza —alegó la chica, y estiró sus manos para sentir el cosquilleo de las espigas en sus palmas, cerrando los ojos en dirección al cielo. Le encantaba que la brisa fresca le rozara el rostro.

Jesenia observó los alrededores con recelo. No podía negar que el lugar era hermoso. La diversa tonalidad de verdes de la vegetación hacía resaltar la intensidad de los colores vivos de las flores, frutos y aves.

Ella se sentía como un hada en medio de un paraje de fantasía, pero la selva era tan tupida, que en muchos rincones reinaban las sombras. Se podían encontrar túneles de follaje donde los sonidos de los grillos con facilidad eran confundidos con el gruñido de un fiero animal.

A Jesenia esos corredores oscuros le traían a la memoria amargos recuerdos, de cuando era una niña de apenas nueve años, a qui
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