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Capítulo 4. No merece una compañera como tú

Oír aquello llena de tristeza y frustración a la joven. Aunque la diosa luna no le ha dado la dicha de convertirse aún, ella sabe que dado el momento adecuado lo hará. Su madre logró convertirse por primera vez a los 25 años, a pesar de eso, fue la Alfa de la manada, una líder sin igual y respetada por todos, hasta por las demás manadas. No ve la hora de demostrarle a todos que ella no es tan inútil como le hacen querer ver.

—No sé de qué me acusas, Lorena, pero no pienso quedarme a averiguarlo o a que me sigas insultando —Katrina hace amague por subir la escalera, pero su padre por fin habla.

—Jarl estuvo aquí anoche. Vino a buscarte porque no había ido a casa y se preocupó, luego recibió una llamada de un amigo suyo diciendo que estabas en un Night Club de mala muerte emborrachándote con un par de omegas y tu amiga.

—Pero papá…

—¿Acaso es mentira? —Su padre se levanta, deja su celular a un lado y camina hasta ella—. Las fotos que le envió su amigo a Jarl y las que todos aquí vimos, ¿eran falsas? ¿No eran tú y Amber?

El mentón de Katrina empieza temblar y las lágrimas fluyen por su rostro como si tuvieran vida propia. No consigue asimilar que esto esté pasando. ¿Ahora resulta que la mala de la historia es ella?

—Solo fui a beber unos tragos, papá, ellos son mis amigos, no estaba haciendo nada malo.

Las carcajadas de Lorena se oyen por todo el gran salón, mientras que Mauricio niega, decepcionado.

—Eres una gran decepción, Katrina, lamento mucho esto, pero Lorena tiene toda la razón. Nos avergüenzas a toda la familia y arrastras a Lizzie contigo fondo al fango, quien aún no ha encontrado a su compañero. Si a ti no te interesa lo que la gente piensa de ti, muy bien por ti, pero no nos perjudiques a nosotros, no perjudiques a tu marido que te ama a pesar de como eres y qué tiene que soportar esto.

¿Jarl la ama? ¿Qué tipo de broma de mal gusto es esto?

—¡¿Qué es lo que hago mal, papá?! —grita Katrina con impotencia. Lorena ríe complacida al ver como Katrina pierde los estribos—. ¡Dime qué es eso que tanto te molesta para poder cambiar!

—¿En serio me preguntas eso? ¡Por la diosa luna, Katrina! ¿Nunca te has mirado en el espejo acaso? Siempre estás mal vestida, dejada, fea, pareces una joven de la calle y no la hija de la familia Glimlore y futura luna de la manada. Solo avergüenzas a los que estamos a tu lado con tu actitud rebelde. Tienes mucho que aprender de tu hermana, que es un claro ejemplo de cómo debe comportarse una verdadera luna.

Ahora es Katrina quien ríe como una demente al oír aquello. ¿Ser como Lizzie? El mundo definitivamente se puso al revés mientras ella estaba durmiendo.

—Solo he decidido estudiar y trabajar, para hacer algo con mi vida, valerme por mí misma. ¿Eso es manchar nuestro apellido? ¿Eso es tener una actitud rebelde? No quiero ser una mantenida como estas dos zánganas que trajiste contigo al castillo.

—¡A mí me respetas, insolente! —Lorena la mira con rabia—. Era lo único que me faltaba, que vengas a insultarme en mi propia casa.

—Esta también es mi casa, este castillo fue construido por mis ancestros, mi madre lo remodeló completamente y también me pertenece por derecho. Las que viven aquí de arrastradas, son otras, no yo, yo soy una Glimlore.

Esta vez Mauricio se acerca a su hija con toda la intención de abofetearla, pero al final se acobarda. 

—Respeta a Lorena y a tu hermana Lizzie, Katrina. Ellas tienen más derechos que tú de estar en este castillo. El que tu madre me heredó a mí, ¿O quieres que te recuerde el testamento donde me dejó todo? Tú no tienes nada, no eres nadie aquí. 

Katrina se seca bruscamente las lágrimas de su rostro con el dorso de la mano y sale corriendo escaleras arriba hasta su habitación, o la que era antes de casarse con Jarl. Entra y cierra la puerta con llave antes de ir hasta el buro donde tiene algunos retratos y toma uno en el que están ella y su madre, abrazadas.

Lo pone contra su pecho y se tira a la ancha cama, llorando amargamente, lamentándose de su suerte y de que ella ya no esté aquí para cuidarla. No entiende por qué todos están en su contra, por qué la odian tanto si ella nunca le ha hecho daño a nadie. 

—Pero si es mi hermanita, la fiestera, la borracha traicionera —La voz chillona de Lizzie la hace pegar un brinco en medio de su desahogo.

—¡¿Qué haces aquí y cómo entraste?! —le pregunta, Katrina, muy molesta. 

Su hermana le muestra un manojo de llaves con aire triunfante mientras sonríe complacida. 

—¡Dámelo ahora mismo! No tienes el derecho de entrar aquí sin mi permiso, esta es mi habitación —chilla la rubia intentando arrebatarle las llaves, pero sin éxito.

—No exageres, ni siquiera me importa este cuartucho, Katrina. El mío es diez veces mejor y más grande que esta pocilga que huele a perro mojado —Lizzie mira con repugnancia el sitio mientras pasa los dedos por las cortinas coloridas y de baja calidad de su hermana—. Solo pasé para molestarte un poco y para ver cómo te sientes luego de haber pasado la noche con tus amiguitos.

—¡Sal de mi cuarto, Lizzie! No quiero verte, menos después de lo que me hiciste —Katrina llora con angustia, ahora, mientras su hermana la mira con la ceja arqueada—. Tú y Jarl son unos miserables, malnacidos, no merecen mi perdón. 

—El drama es lo tuyo, definitivamente. Te ahogas en un vaso con agua, Katrina. Te pasas de tóxica y celosa y mira cómo te ves —Su hermana se lleva las manos a su boca para aplacar sus risas de burla—. Estás fea, Jarl no merece una compañera como tú.

Lizzie tira las llaves sobre el buro y sale de la habitación dejando a Katrina desolada. Sus risas de burlas aún se oyen desde el pasillo, mientras su hermana no deja de llorar. 

¿Acaso no fue suficiente con lo que hizo? ¿También tiene que venir a burlarse de ella?

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